Sobre una gota de rocío

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Mira cómo esa gota del Oriente,

caída desde el seno matinal

sobre la rosa en flor,

ignorando su nueva residencia,

aprisiona en su propia redondez

la diáfana región donde ha nacido;

y en la extensión de ese pequeño globo

su elemento natal guarda solícita.

Mira cómo desdeña el solo roce

de la purpúrea flor en la que yace;

volviendo su mirada hacia los cielos,

brilla con luz doliente,

lo mismo que una lágrima,

por alejarse tanto de su Esfera.

Rueda, inquieta y mudable,

y tiembla, por temor a hacerse impura,

hasta que el sol ardiente se conmueva

y a los cielos de nuevo la evapore.

Así el alma, esa gota y ese rayo

del claro manantial de eterno día,

pudiera contemplarse en flor humana.

Recordando su altura primigenia,

huye de verdes flores y hojas tiernas,

y acordándose de su propia luz

dice en puros, redondos pensamientos

el cielo superior en otro mínimo.

En qué figura esquiva y ovillada

gira por todas partes,

excluyendo así el mundo,

pero acogiendo el día.

Oscura por abajo, clara arriba,

altiva aquí y enamorada allá.

Qué libre y deseosa de partir,

qué preparada para la ascensión.

Vibra tan solo sobre un punto, abajo,

mientras lo curva todo hacia la altura.

Así cayó el maná, sacro rocío,

entero y blanco, frío y coagulado

sobre la tierra. Al disolverse, se une

a la gloria del sol omnipotente. ~

 

 

 

_________________

Versión de Andrés Sánchez Robayna.

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(Winestead-in-Holderness, Yprkshire, 1621-Bloomsbury, 1678) es uno de los más celebrados "poetas metafísicos" ingleses.


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