Mexico. Democracy interrupted, de Jo Tuckman

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Jo Tuckman

Mexico. Democracy interrupted

Yale University Press,

2012, 328 pp.

La periodista Jo Tuckman llegó a México a principios del año 2000. Le entusiasmaba la perspectiva de atestiguar la reinvención de un país. Lo que antes era impensable empezaba a mostrarse como posible: el PRIpodría perder la elección en el verano. La derrota sería una sacudida histórica extraordinaria. En mi ingenuidad, confiesa Tuckman, la imaginé como una mezcla entre la caída del Muro de Berlín y la transición democrática española. La desaparición súbita de un régimen opresivo y el florecimiento de una nueva política, una nueva cultura.

La emoción histórica de la competencia electoral, la exaltación colectiva por la derrota del partido invencible se diluyeron muy pronto. El Renacimiento mexicano se postergaba. La periodista independiente que enviaba crónicas a The Guardian se empezó a aburrir: el nuevo presidente no hacía gran cosa, el resto de los actores políticos tampoco. Sentía que en el país se acumulaban las presiones sociales pero no se inflaba ni un globo. En México, aparentemente, no pasaba nada. Mientras tanto, los colegas de Tuckman, corresponsales en otras partes del mundo, relataban acontecimientos históricos. La atención de la prensa internacional se concentraba en otras zonas del planeta y no en el país que volvió a ser predecible. Un periodista británico que vino a México seis años después de Tuckman a cubrir la toma de posesión de Felipe Calderón le dijo abiertamente: “No te envidio en lo más mínimo. Tienes uno de los presidentes más aburridos que jamás he visto.” Comparaba al seco político michoacano con los carismáticos y polémicos políticos que compartían la escena latinoamericana: Chávez en Venezuela, Morales en Bolivia, Lula en Brasil.

El libro de Jo Tuckman, publicado por la Universidad de Yale, representa en algún sentido una tardía transitomanía: la expectativa de que la Transición Democrática Mexicana habría de ser el acontecimiento que insertara un abismo entre el pasado y el futuro mexicano, una navaja que cortara el tiempo en dos: allá el pasado autoritario, aquí el luminoso presente democrático. El título mismo del libro da cuenta de esta trampa de las expectativas.México: la democracia interrumpida. ¿En qué consiste esa interrupción democrática para Tuckman? En la traición a las expectativas de la cronista: ese despertar político y cultural de México que imaginaba al aterrizar en el aeropuerto Benito Juárez.

Tuckman se sentó en la sala para ver una película distinta a la que se estaba exhibiendo. Su libro es, en buena medida, el relato de su frustración frente al anticipo. Se había hecho una idea del país que encontraría, había imaginado una serie de cambios por venir y por ello le reclama a la cinta: quise ver una emocionante épica de transformaciones radicales y encuentro el tedio de los cambios lentos, torpes, aburridos; la persistencia de los viejos poderes que las elecciones dejaron intocados. La expectativa de un cambio paralelo al de los países del Europa del Este o semejante al de la España posfranquista fue muy común entre nosotros. Muchos imaginaron un primer día democrático, un lunes que empezaría un nuevo calendario mexicano, libre del peso de todos los siglos precedentes. Tuckman se colocó los mismos anteojos para ver al México de la primera década del siglo xxi. Su reacción inicial es la decepción: una país que se liberó de un régimen opresivo fue incapaz de aprovechar la oportunidad de cambio para colocarse muy pronto en sus comodidades conservadoras. En mucho tiene razón Tuckman: al volverse democrática, la política mexicana no fue capaz de ensanchar sus posibilidades, no rompió los límites de lo posible. Si otras democracias nuevas pudieron transformar lo que era intocable bajo el autoritarismo, la mexicana, en su complejos equilibrios, volvió aún más difícil la reforma. La primera década democrática de México corresponde a un estrechamiento de lo político, es decir, una contracción de lo posible. Tuckman describe en valiosas crónicas esa tiranía de imposibilidades que se impuso en la política de México.

Tuckman descubrió que, bajo la capa de inmutabilidad, el país se transformaba. No era, desde luego,  la transformación cívica que imaginaba, sino por el contrario, un descenso en la barbarie. El libro se concentra en la violencia del país bajo el gobierno de Felipe Calderón. En el narcotráfico no ve una simple transacción ilegal. La periodista de The Guardian destaca el peso de la economía del narco, su influencia cultural, su impacto en la vida cotidiana, sus tratos con la política. El enfoque periodístico la mantiene lejos de hacer juicios como los que insisten en retratar al país como un “Estado fallido” pero ese es el cuadro que dibuja: un Estado crecientemente incapaz de ejercer sus responsabilidades esenciales. El libro reconstruye lo inmediato a través de crónicas, relatos, perfiles  de delincuentes, de víctimas; también de  políticos y algunos héroes. Postales  de un país sin capacidad para detener la violencia, limitar la corrupción, disminuir la desigualdad. Estampas opacas, nebulosas de desesperanza. Violencia, ilegalidad, parálisis son los mensajes recurrentes. Pero al mismo tiempo, en las postales aparece siempre un atisbo alentador. Tuckman no cae en el maniqueísmo del país fracasado. En cada crónica que pinta aparece una presencia de optimismo: la clase media que crece, la sociedad civil que se organiza, la selección mexicana que gana torneos.

La periodista acierta al advertir la gran anomalía mexicana en el contexto continental. La izquierda que en otras partes triunfa y gobierna, aquí se empeña en torpedearse. En la década de las muchas izquierdas victoriosas en América Latina, México observa a su izquierda incapaz de dar el salto al gobierno federal. La izquierda habrá contribuido enormemente a la democratización del país pero no ha cosechado lo mucho que sembró. Publicado unos meses antes de la elección presidencial del 2012, el libro intuye la segunda derrota de López Obrador. Sin embargo, La democracia interrumpida no suscribe la tesis conspiratoria. Si reconoce la deslealtad democrática de Vicente Fox, también subraya los errores estratégicos de la izquierda en el año 2006 que condujeron a la derrota. En todo caso, la democracia mexicana tiene esa prueba pendiente: una izquierda que gobierne al país y gane la oportunidad de encarar los desafíos históricos de México con una perspectiva nueva.

El año 2000, el año de las grandes expectativas, el año que Tuckman llegó a México, empieza a ser recordado simplemente como el año de la alternancia, dice ella. No la inauguración de la democracia, sino el año de la transferencia de poder de un partido a otro. El gran reto de México es recuperar la mística de la democracia, es decir, su energía. ~

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(Ciudad de México, 1965) es analista político y profesor en la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Es autor, entre otras obras, de 'La idiotez de lo perfecto. Miradas a la política' (FCE, 2006).


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