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Varios autores

Latinoamérica criminal. Trece relatos seleccionados por Daniel Galera para la revista McSweeney’s

Barcelona, Literatura Random House, 2014, 296 pp.

¿Qué mejor manera en términos comerciales que elegir como tema lo criminal, el relato negro o de suspense, para presentar en una antología el trabajo de trece nuevos (algunos no tan nuevos) escritores latinoamericanos? De entrada es algo que llama la atención, aunque también genera demasiadas expectativas. Dice Daniel Galera en la nota introductoria: “La elección de este género (el suspense) tan amplio y trillado fue intencionada; queríamos ver cómo cada uno de los autores adaptaba los temas y tropos de una vida al margen de la ley a su propio estilo y sensibilidad, y cómo nos mostraba su entorno a través de los mismos.” Pero lo que yo me pregunto es: ¿no será que para los lectores anglosajones de la revista McSweeney’s los términos “Latinoamérica” y “criminal” son casi sinónimos? De inmediato se piensa en dictaduras, tráfico de drogas, corrupción, impunidad, etcétera; es decir: todo aquello que vende. La selección de Galera tiene otras pretensiones además del mero entretenimiento o la explotación de la violencia: “Esta edición de McSweeney’s –nos dice– surgió del deseo de componer una colección de historias que sirviese como muestra fehaciente de una nueva narrativa latinoamericana.” Así pues, ya desde la nota introductoria nos encontramos ante dos interrogantes: 1) ¿Estamos realmente ante una antología de relatos de suspense, policiacos o negros, o como se le quiera llamar? Conforme avanzamos en la lectura nos damos cuenta de que no es así, para bien, puesto que los relatos más interesantes tratan el crimen de una manera tangencial. 2) ¿Tenemos en nuestras manos una “muestra fehaciente” de la nueva narrativa latinoamericana? Algunos salieron en la famosa selección de la revista Granta, otros están ya traducidos al inglés; otros más tienen solo un par de libros de cuentos. Eso le corresponde decidirlo a los lectores y, ¿por qué no?, a los académicos de las universidades norteamericanas, que al fin para eso están. Aunque, para el que escribe, la literatura latinoamericana es un fenómeno demasiado complejo como para encerrarlo en 296 páginas.

Quien se tomó al pie de la letra la convocatoria fue el peruano Santiago Roncagliolo. El relato “La cara” está escrito a la manera clásica del whodunit, sin aportar nada al género: una víctima con un secreto, un investigador, varios sospechosos. El mérito está en el folclore, en lo regional: la víctima es una cantante popular, la policía es inepta, los sospechosos son pintorescos, etcétera. Cumple con todo los requisitos. Más interesante es “Perras” del cubano Jorge Enrique Lage, en donde un escritor investiga la desaparición de un transexual, Amy Winehouse, que conoció en un sanatorio mental; escrito en tono humorístico, de fondo está la corrupción de la Policía Nacional Revolucionaria, la prostitución y el tráfico de drogas en Cuba. En “América” Juan Pablo Villalobos recrea bien un fenómeno complejo y desgraciadamente actual, y que pertenece más al campo de la ficción que de lo judicial: la manera en que se fabrican los crímenes y los culpables en el sistema judicial mexicano. El problema: es una historia cargada de clichés y de personajes estereotipos de la vida nacional que ya hemos visto muchas veces (y eso tal vez no le resta valor): el candidato, el jefe de policía; incluso aparece por ahí un periodista de mala muerte admirador de la obra de Onetti. “El sol de los ciegos” del brasileño Joca Reiners Terron es un relato irregular, lleno de caprichos, que intenta narrar algo tan truculento que solo puede ser contado por el periodismo, en forma de crónica: el hallazgo de una docena de cuerpos mutilados en una ambulancia. ¿Por qué el protagonista es un agente de seguros polaco? ¿Por qué lo llama por teléfono su abuela muerta y le cuenta sobre la masacre de Katyn? Respuesta: nada más porque sí. Lo que subyace a estas historias es la intención de narrar una Latinoamérica que, aunque es real, parece escrita en parte solo para vender una idea ya reafirmada de la misma Latinoamérica. Finalmente, la violencia, los narcos, la corrupción son una mercancía que se exporta bien.

En “1986” de Rodrigo Rey Rosa un joven poeta huye de un campo de rehabilitación dirigido por un líder mesiánico, en el que fue internado por su padre. Es una historia muy bien contada, que podría entrar sin ningún problema en el género de suspense, aunque sus intenciones y alcances sean otros; sin embargo, uno se pregunta si el autor podría entrar en la categoría de nueva literatura latinoamericana, pues ya tiene una carrera de casi treinta años. “Tanta agua tan lejos de casa” del boliviano Rodrigo Hasbún es un relato bien intencionado que no solo se limita a contar un crimen sino la historia de varias mujeres, sus inquietudes y deseos desde un flujo de conciencia que va de un personaje a otro. Es una intención loable, pero su estilo suena demasiado (insisto, demasiado) a Mario Vargas Llosa. Si Latinoamérica criminal fuera realmente una muestra fehaciente de la nueva literatura latinoamericana me atrevería a decir que en Bolivia aún no han superado el boom.

Por razones de espacio no puedo detenerme en cada una de las historias. Me gustaría agregar que las perlas de la antología son los relatos de la argentina Mariana Enríquez (“El chico sucio”), del chileno Alejandro Zambra (“Hacer memoria”) y de la brasileña Carol Bensimon (“Caballos entre el humo”). Y son precisamente estas historias las que menos obedecieron a los lineamientos de la convocatoria. ¿Por qué? Tal vez porque fueron ellos los que siguieron esa intuición o escrúpulo que habita en la frase “escribe de lo que sabes”. En estas historias la violencia es algo tangencial, cotidiano, a veces casi abstracto; están contadas desde la aburrida clase media, en donde lo truculento o lo heroico es algo que se lee en las noticias o nos fue relatado por otra persona. Cuando se es de clase media (como lo son la mayoría de los escritores) lo más honesto es contar las cosas de esta manera, en lugar de intentar ponernos en los zapatos de un policía corrupto o de un sicario. ~

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Vive en la ciudad de México. Es autor de Cosmonauta (FETA, 2011), Autos usados (Mondadori, 2012), Memorias de un hombre nuevo (Random House 2015) y Los nombres de las constelaciones (Dharma Books, 2021).


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