Cartucho, de Nellie Campobello

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Tumba con nombre:
Nellie Campobello
Nellie Campobello, Cartucho. Relatos de la lucha en el norte de México, prólogo y cronología de Jorge Aguilar Mora, ERA, México, 2000, 171 pp.Secuestrada en la vejez por un par de truhanes, quienes ocultaron su muerte y su osamenta durante trece años, Nellie Campobello (1900-1986) escapa al fin de la nota roja. La reedi-ción de Cartucho (1931 y 1940) es un ac-to de justicia: su tumba ya tiene nombre, el de una de los grandes narradores mexicanos del siglo XX. Es hora de continuar la rehabilitación con Las manos deMamá (1937), otra de sus obras maestras. Campobello —nacida como María Francisca Moya Luna en Villa Ocampo,Durango— fue una coreógrafa eminente y directora de la Escuela Nacional de Danza entre 1937 y 1984, pero pese a su íntima relación con Martín Luis Guzmán —o acaso por ello— fue desapareciendo progresivamente de la escena literaria mexicana hasta extinguirse entre 1960 y 1989.
     Nellie Campobello —como lo apunta Jorge Aguilar Mora en el prólogo de Cartucho— fue una escritora memorable por varias razones: por su valor testimonial, su refinadísima percepción artística y su extraña mirada autobiográfica. La propia familia, con la madre al frente, fue víctima y testigo del villismo en Parral. Através de medio centenar de cuentos breves, algunos entre los más singulares de la lengua, Cartucho saca a la narrativa de la Revolución Mexicana de la demagogia populista y de la retórica, dizque republicana, del heroísmo pretoriano. La suya es una voz que elige uno de los artificiosliterarios más difíciles de lograr: la im-postación verosímil de la guerra civil—particularmente el episodio villista en Chihuahua entre 1916 y 1920— desde un punto de vista infantil. Quien narra en Cartucho es una falsa niña y un verdadero "monstruo" por su visión enternecida y minuciosa de la muerte. Los capitanes de Villa, Doroteo Arango mismo, así como el fusilamiento y los fusilados se convierten, gracias a Campobello, en el imago de la Revolución Mexicana, tanto como la guillotina y el decapitado lo fueron del Terror francés.
     Para hacernos entender, más vale citarla:

Los hilos de su vida los tenía el cen-tinela dentro de sus ojos. En sus manos mugrosas, tibias de alimento, un rifle con cinco cartuchos mohosos. Estaba parado junto a la piedra grande; norteño, alto, con las mangas del saco cortas, el espíritu en filos cortando la respiración de la noche, se hacía el fantasma. No oyó el ruido de los que se arrastraban; los carrancistas estaban a dos pasos; él recibió un balazo en la sien izquierda y murió parado; allí quedó tirado junto a la piedra grande. Muy derecho, ya sin zapatos, la boca entreabierta, los ojos cerrados; tenía un gesto nuevo, era un muerto bonito, le habían cruzado las manos (p. 81).

El prólogo de Aguilar Mora es un verdadero ensayo de restitución. Aclara lacronología de Nellie Campobello, lafalsificación que ella misma hizo de sufecha de nacimiento, su pseudinomía, la influencia que tuvo sobre Guzmán y sus fallidas Memorias de Pancho Villa (1951), los cambios realizados entre la primera y la segunda edición de Cartucho, la transformación de la imagen que ella tenía deVilla, así como su accidentado periplo existencial. Aunque no conozco crítico mexicano que haya ignorado la importancia de Campobello, ninguno la haentendido mejor que Aguilar Mora.1 Tan es así que Cartucho aparece como la fuente metafórica de uno de los ensayos mássugerentes —y menos leídos— de la literatura mexicana contemporánea: Unamuerte sencilla, justa, eterna (1990), del propio Aguilar Mora.2
     No siempre es responsabilidad de los "canonistas" la desaparición de una obra del mercado editorial y de la consideración pública. El caso de Campobello me parece probatorio en ese sentido. Pero el texto liminar de Aguilar Mora sugiere una discusión más profunda. Si Nellie Campobello fue relegada del canon de la literatura nacional, habría que hablar de qué estamos entendiendo por canon. ¿Elcanon es una zona de compromiso o de tolerancia donde dialogan las diversas tradiciones críticas, o es la guía de lectura por la que cada crítico o escuela estándispuestos a dar la batalla?
     En este contexto Aguilar Mora, en su prólogo, prefiere huir hacia adelante.Dado que la secuencia genealógica "Ateneo-Contemporáneos-Octavio Paz […] dejó al margen a casi toda la narrativa de la Revolución…" (p. 14), Aguilar Mora eleva a Campobello a un canon supremo donde Cartucho sería el genoma de Pedro Páramo y Cien años de soledad. No sé si creer en semejante determinismo genético. Lo importante es que Nellie Campobello —más allá de las advocaciones de cada crítico— regresa de la mala muerte y la reedición de Cartucho tornará irrevocable la "canonización" de una escritora cuyo infortunio final y su talento angélico merecen de la devoción de la lectura. –

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es editor de Letras Libres. En 2020, El Colegio Nacional publicó sus Ensayos reunidos 1984-1998 y las Ediciones de la Universidad Diego Portales, Ateos, esnobs y otras ruinas, en Santiago de Chile


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