Amarillo, de Félix Romeo

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Amarillo es el tercer libro de Félix Romeo. Es un libro extraño en todos los sentidos. Su propio aspecto formal lo convierte en un objeto aparte: la edición que ha preparado Plot, fuera de colección y de lo que suele publicar esta editorial, es bella y cuidada. El libro, antes de leerlo, ofrece cierto aspecto ucrónico, es bonito, a la vez parece que no tenga tiempo o lugar. Y eso tiene que ver con su contenido: la historia de un tiempo muerto, de un limbo, el que va desde la publicación de este libro hasta la madrugada del 27 de febrero de 1992, cuando el escritor Chusé Izuel, amigo de Romeo, se tiró por el balcón del piso que compartían.

Y digo que es extraño también en su concepción: el libro recoge recuerdos de Romeo sobre los tres compañeros de aquel piso de la calle Borrell de Barcelona –Chusé Izuel, Bizén Ibarra y el propio Félix Romeo–, fragmentos diarísticos del autor en el presente, artículos de Izuel publicados en periódicos, transcripciones de entrevistas, testimonios de terceros, esquelas, necrológicas y reflexiones. Lo que hace grande Amarillo es que Romeo consigue hacer con todo esto un libro de escritor, es decir, una gran reflexión moral y humana a propósito del suicidio de Izuel y de la reconstrucción de todo lo que pudo llevarle a ese desenlace. Romeo cuenta la historia de su sentimiento de culpa: el de no haber sido capaz de anticipar el suicidio de su amigo; el de preguntarse hasta qué punto él fue responsable; y después un sentimiento de culpa todavía más enredado: el de descubrir que se siente aliviado por su muerte. Romeo reconoce que, de no haber muerto Izuel, posiblemente no hubiese escrito nunca. En aquel otro piso que compartían esos tres veinteañeros del barrio de Las Fuentes de Zaragoza, Ibarra tenía asignado el papel de pintor –y también el de experto sexual del grupo–, Romeo el de crítico literario e Izuel el de escritor –además de ser también colaborador y crítico en los suplementos de varios periódicos–. Parecía que las cosas iban a ser así, hasta que se mató Izuel.

Amarillo se convierte en una crónica terrible: Romeo empieza a guardar en bolsas de plástico, como un criminalista, los testimonios que había dejado Izuel, sus diarios empezados, sus notas escritas en los márgenes de esas hojas sobre películas que dan en los cines, sus relatos inéditos o las entrevistas que grabó a otros escritores, como Luis Goytisolo, en las que se puede seguir oyendo la voz de Izuel. Amarillo es un libro de aspecto sencillo, de prosa desnuda, de estilo casi notarial, pero cuya complejidad y alcance va envolviendo al lector de un modo angustioso y firme hasta el final. ¿Qué conclusión se saca de este informe forense, de esta crónica del suicidio de un amigo, de un compañero intelectual? Romeo no deja de hacerse preguntas a sí mismo, pero las páginas del libro finalmente son un reproche a Izuel, a su muerte. Amarillo es un libro sobre la vida, sobre el seguir viviendo, aunque sea de un modo aturdido. Es un reproche de amor por todo lo que esa persona se perdió. El libro viene a ser una carta dirigida a Izuel, un desahogo. En ella, en esa segunda persona que Romeo utiliza para dirigirse a su amigo, le acusa de que su dolor fuese “autoimpuesto”. A Izuel le había dejado su novia, Mariángeles, y no había sido capaz de recuperarse. Romeo reflexiona, a propósito de una teoría de Freud, sobre la posibilidad de que aquel suicidio fuese un modo de crimen: ante la renuncia del suicida a matar al que es causa de su padecimiento, lo mata a través de sí mismo. Como en esa secuencia de Reservoir Dogs en que los personajes se apuntan todos unos a otros con pistolas, Amarillo es un libro sobre crímenes cruzados. Es un policíaco a través del cual Romeo va expresando su dolor, también con toques de humor, como la descripción del momento en que Izuel se hace una tortilla francesa justo antes de matarse. Lo cómico aparece de pronto ante la negrura de una situación de la que el autor parece haber decidido salir, tullido quizá pero con una capacidad todavía intacta para la celebración.

Todavía no hemos dicho en esta reseña algo importante: Chusé Izuel era un grandísimo escritor. Dejó inéditos un conjunto de relatos que, dos años después de su muerte, aparecieron publicados con el título Todo sigue tranquilo en la editorial Libertarias. Son relatos descarnados, duros, cotidianos y desesperados. En ellos aparece el sexo, la música, abandonos y hombres que se cortan afeitándose frente al espejo. Valdría la pena reeditar aquel libro. Y aparecen en el libro de Izuel varias escenas de falta de compenetración sexual, de gatillazos o anorgasmia. Romeo recoge en Amarillo varios de estos fragmentos y reflexiona sobre la posibilidad de que Izuel, que era muy fumador y bebedor, encontrase dificultades serias para follar. Esta hipótesis supone también un descenso en la tensión del libro, cierto alivio: una causa señalable.

Amarillo, bajo la apariencia de libro de crímenes perfectos, es una reflexión apasionada sobre la escritura, sobre el dolor de una pérdida, sobre la responsabilidad y la emoción de vivir. ~

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(Huesca, 1968) es escritor. Su libro más reciente es La flecha en el aire. Diario de la clase de filosofía (Debate, 2011).


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