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Crecimos en la escuela viendo las portadas de los libros de texto gratuitos con la figura de la prieta hierática, La Patria, pintada por González Camarena. Nunca supimos que detrás de sus redondeces insinuadas bajo una túnica pulcra había una historia de verdad muy mexicana, por lo sórdida: la modelo, Victoria Dorantes, fue la amante del pintor durante una buena parte de su vida. El pintor jamás dejó a su mujer, una francesa, y sometió a La Patria a ser “la otra”, la inconfesable. A la muerte de su amante, Victoria Dorantes viajó a París y volvió a su natal Tlaxcala sólo para morir de cirrosis. La Patria de los libros de texto oficiales murió de briaga.
     Dudo que alguien se haya siquiera excitado un poco con esa recia Patria que aprisionaba entre sus manos el águila y la serpiente. A más de uno se le aparecía al momento de besar a la novia repitiendo lo del masiosare y la profanación. Si acaso la repetición en todas las portadas nos la hizo familiar y un escudo para introducir entre sus páginas el nuevo de Supermán o, los más precoces, las primeras y sudadas revistas porno: el greñudo de los setentas sosteniendo su hueserío ante una mujer invariablemente arqueada y güera. El deseo no era Victoria Dorantes sino Merle Uribe.
     Pero hace apenas unas semanas ambas publicaciones —el texto de lo que debemos saber según el gobierno y la pornografía— se juntaron como la máquina de coser y el paraguas sobre la mesa quirúrgica. El libro de tercer año de primaria de matemáticas, a partir de la página 224, dejaba las tablas de multiplicar por las tablas de la “yinga” en el “yoni”, del Kamasutra del Canal Infinito: “el varón se empina sobre su amada y, haciendo el zumbido de una abeja, lleva la concurrencia al clímax”. El libro de matemáticas traía ocho planas destinadas a la revista porno Boys and Toys encuadernadas al lado de los ejercicios menos físicos. Los niños que recibieron este regalo del accidente editorial debieron preguntarse si esa era la representación corporal de los quebrados. Aunque el episodio ya es motivo de una investigación de la AFI y la PGR, porque ha revelado otra vez que los libros oficiales son un negociazo de las editoriales en las que trabajaron los actuales directivos de la Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito, también dejan a su paso una interesante estela de posibilidades: “El que termine primero sus ecuaciones, puede deambular por el pliego trasero de su libro.” O acaso se trata de una de las grandes ideas del cambio que tiene como objetivo empatar educación con mercado laboral: “Mira, no todos tenemos que saber multiplicar, también hay quienes hacen buen dinero relajándose en una alfombra.” O quizá se trate de una invitación soterrada a convertirse en líder de los Legionarios de Cristo, con las prestaciones del caso.
     Como sea, la manera de enseñar podría estar cambiando para siempre: si el sexo es lo que vende, venga. La biología se ilustraría con escenas de zoofilia, la geografía con sexo interracial, la historia oficial con gerontofilia. El civismo, sin duda, podría mostrar playmates en uniformes de policía, cartero, diputado. Sin duda, la desdeñada información sobre nuestro pasado precolombino adquiriría un renovado interés a través de los ojos del Marqués de Sade: “¿Cómo descuartizaron a la Coyolxauhqui?” “¿Qué fue lo que se andaba tallando Quetzalcóatl para dar a luz a la raza de los teotihuacanos?” “¿Con qué intenciones el Popocatépetl se está arrodillando ante la Iztaccíhualt?” El morbo. He ahí la solución ante la deserción escolar. Y, entonces, nuestros niños, igual seguirán sin ganar ni para el regreso en las Olimpiadas de Matemáticas, pero se desbocarían como diputados en convención con las japonesas. Sí, en efecto, México es el país de los reprobados, pero, ¿a que tus alumnos no saben hacer la posición del reloj?
     El experimento de la Secretaría de Educación Pública tiene potencialidades innovadoras que no podemos siquiera atisbar en este breve texto de filosofía de la educación. Baste decir que los nuevos héroes patrios podrían ya no ser Juárez y Zapata, sino Johnny Holmes y Sylvia Saint, que también murieron de angina de pecho o acribillados por la espalda. Y, quién lo sabe, quizás en un futuro no muy lejano, cuando los niños de este experimento sean los gobernantes, no saldrán a dar discursos sobre la legalidad con el cuadro de Madero de testigo, sino con una foto fija de Models Gone Bad: “Mexicanas y mexicanos, acabamos de vender la banca a Oaxaca. Ya qué.” –

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