¿El ocaso de Twitter?

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Las eras en el tiempo de internet se suceden vertiginosamente. Apenas ayer hablábamos con entusiasmo de las revoluciones de Twitter y de la manera extraordinaria en que ese servicio había sido usado durante la Primavera Árabe, el terremoto de Haití, el atentado en el maratón de Boston y el conflicto en Crimea. Sin embargo, desde hace algún tiempo buena parte de los analistas del mundo de la tecnología ven con gran pesimismo el futuro de la empresa cuya misión es “dar a todos el poder de crear y compartir ideas e información instantáneamente, sin barreras”. Twitter parecía haber llegado para quedarse, para convertirse en un servicio indispensable como la luz y el agua, pero como viene sucediendo desde tiempos de America on Line, en un parpadeo el mundo digital cambió.

Millones de usuarios vieron en el microblogueo una alternativa que parecía más vital y seria que Facebook y el límite de ciento cuarenta caracteres era percibido por muchos como un fascinante desafío a la concisión. Políticos, celebridades y toda clase de personalidades públicas optan diariamente por hacer revelaciones en este medio. Los trending topics de Twitter llevan el pulso de la actualidad sin edición ni maquillaje y el resumen de la historia cotidiana se escribe en sus hashtags. Resulta difícil de creer que un foro de debate con semejante poder y relevancia planetaria en todos los dominios pueda de pronto perder su lugar privilegiado. Pero Twitter ha padecido desde sus orígenes de una especie de bipolaridad, de una ambigüedad que se debe a que es por un lado una vibrante red social y por el otro un eficiente “agregador de noticias” (un recopilador de información). Para Twitter los usuarios no son consumidores sino proveedores de contenido. Por tanto, los usuarios no son blanco para bombardeo de anuncios enfocados, como hace Facebook, y tampoco se puede cosechar tanta información sobre ellos como hace la empresa de Mark Zuckerberg, en parte debido a la brevedad de los posteos.

Las señales de la decadencia han sido muchas. La más evidente, aunque quizás no la más grave, es la caída del valor de sus acciones (de 69 dólares en enero de 2014 a poco menos de diecisiete en marzo de 2016). Más preocupante es que en 2015 el número de usuarios aumentó tan solo en cinco millones para llegar a 316 millones (Facebook tiene 1.5 mil millones) y que la empresa no ha logrado monetizar su servicio de manera significativa. El spam abunda, así como las cuentas falsas y los odiosos bots. La reciente oleada de renuncias (o purgas) de ejecutivos ha dado lugar a numerosos rumores incluyendo que la empresa estará a la venta en un futuro cercano.

Twitter cambió radicalmente la mediósfera y su principal atractivo siempre ha sido su imponente cartel de usuarios de alto calibre, no obstante tiene una estructura frágil y posiblemente pies de barro, ya que a final de cuentas es y siempre ha sido una empresa en búsqueda de sí misma. Hace casi dos años Adrienne Lafrance y Robinson Meyer escribieron una elegía a Twitter en The Atlantic donde lamentaban la decadencia de un servicio que había sido indispensable: “Twitter es la plataforma que nos condujo a la era del internet móvil. Rompió con nuestro hábito de comenzar el día visitando páginas individuales y estableció comportamientos construidos alrededor del consumo y producción de noticias en tiempo real.” El artículo era demasiado catastrofista pero ponía en evidencia que para algunos de sus usuarios más fieles Twitter había dejado de ser la vanguardia y se había convertido en un espacio reiterativo y predecible, con menos variedad de opiniones, infestado de mezquindad y desinformación. Una de sus principales ventajas, la no censura, también es una de sus mayores debilidades ya que permite formas de abuso y hostilidad que intimidan y ahuyentan a muchos usuarios. La empresa no parece preparada para contender con la cotidianidad del bullying y los ataques violentos.

Hasta ahora nada parece poder reemplazar a Twitter en su calidad de registro de la actualidad, sin embargo es muy probable que aparezca alguna plataforma más atractiva, más versátil o que simplemente logre cautivar la imaginación de más personalidades de alto perfil y con eso comience el verdadero éxodo, como le ocurrió a MySpace hace algunos años. Hoy Instagram y WhatsApp tienen más usuarios que Twitter y Snapchat se ha vuelto el medio predilecto de la generación millennial.

Las mejoras a una red social no dependen tanto de la tecnología como de las políticas y decisiones que permiten a los usuarios construir comunidades. Tras el aparente fiasco de la herramienta Moments, que pretendía atraer nuevos usuarios a Twitter, es de esperar que en cualquier momento será retirada la limitante de los ciento cuarenta caracteres. Quizás esta nueva libertad pueda salvar a la red de sus apuros o tal vez al eliminar ese requisito, que intentaba sintetizar y dar claridad minimalista a las participaciones, Twitter termine por perder su relevancia. En 2011 Jack Dorsey, el cofundador y ceo de Twitter, dijo: “Twitter es lo que quieras hacer con él”, ojalá que no termine siendo víctima de su propia flexibilidad. ~

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(ciudad de México, 1963) es escritor. Su libro más reciente es Tecnocultura. El espacio íntimo transformado en tiempos de paz y guerra (Tusquets, 2008).


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