El pueblo soy yo

Circulará en próximos días mi libro El pueblo soy yo. Echando mano de la historia, la filosofía y la literatura, intento responder a estas preguntas: ¿Por qué nuestra América ha sido tierra de caudillos y líderes carismáticos? ¿Por qué ha sido tan difícil arraigar las instituciones, leyes, valores y costumbres de la democracia liberal?
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Circulará en próximos días mi libro El pueblo soy yo. Su portada es una variación del famoso Leviatán de Hobbes. Su tema central es una anatomía del poder en América Latina. Echando mano de la historia, la filosofía y la literatura, intento responder a estas preguntas: ¿Por qué nuestra América ha sido tierra de caudillos y líderes carismáticos? ¿Cuál es nuestro concepto de Estado y por qué, en muchos casos, es tan preponderante sobre los individuos? ¿Cuál es la genética de nuestras revoluciones? ¿Por qué pende siempre sobre nosotros la sombra del poder absoluto concentrado en una persona? ¿Por qué –a diferencia de Estados Unidos– ha sido tan difícil arraigar las instituciones, leyes, valores y costumbres de la democracia liberal?

Hay muchas respuestas a estas preguntas. Inspirado en la obra de Richard M. Morse, debatiendo con ella, enfoco la cuestión a través de la cultura política: la doble herencia autoritaria de la monarquía absoluta de los siglos XVI al XVIII y del caudillismo de los siglos XIX y XX. La primera tuvo como sustento una poderosa filosofía política, el neotomismo español. La segunda está reflejada en toda nuestra literatura. Entre esas dos vertientes, la democracia liberal tuvo poco espacio para desarrollarse. Y sin embargo, desde el siglo XIX, se ha abierto camino.

La segunda parte, “Populismo y dictadura”, incluye el ensayo “La profecía y la realidad”. Se trata de un balance histórico de la Revolución cubana a partir de dos autores estadounidenses: el gran latinoamericanista Waldo Frank –que escribió la elegía de ese movimiento– y su nieto Marc Frank, periodista avecindado en la isla, que atestigua con dolor y reticencia el fracaso de aquella promesa.

En 2009 publiqué El poder y el delirio, mi historia del chavismo. En mis viajes e investigaciones reconocí la vocación social de Chávez, pero ante los chavistas sostuve que, para ponerla en práctica, no se requería instaurar una dictadura. El daño más serio que Chávez infligía a Venezuela era la confiscación de la palabra pública, la distorsión de la verdad histórica, y sobre todo el discurso de odio que practicaban él mismo y sus voceros. Siempre creí que Chávez llevaría a su país al abismo económico, social, político y humanitario en que ahora, por desgracia, se encuentra. El pueblo soy yo incluye un nuevo ensayo sobre el tema. Es un epitafio. Lo he titulado, sin la menor hipérbole, “La destrucción de Venezuela”.

Los ensayos siguientes son una advertencia. La menor es para España, pues al parecer no prendió el injerto del populismo cuyos rasgos señalé en “El narcisismo de Podemos”. Con todos sus defectos, vicios y limitaciones, el pacto fundacional de la democracia española se sostiene.

Pero para México, donde se perfila el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las próximas elecciones, la inclusión del ensayo “El mesías tropical” es un llamado contra el poder absoluto concentrado en una persona. Lo publiqué en 2006 y lo incluyo ahora porque él mismo se ha definido como el “salvador” de México. Siempre he reconocido su vocación social pero creo que, de triunfar, usará su carisma para intentar la vuelta de un orden arcádico (o el advenimiento de un orden utópico) y, con ese poder acumulado, habiendo llegado gracias a la democracia, buscará minar las libertades. Deseo fervientemente equivocarme.

La tercera sección se titula “Fascista americano”. Nunca tuve duda de llamar así a Donald Trump, no como un insulto sino como una descripción. Su profeta fue Samuel Huntington. En 2004 publiqué en Estados Unidos una refutación de sus teorías racistas y nativistas (orientadas directamente contra los inmigrantes mexicanos) que recojo ahora como preámbulo a una cadena de textos –una bitácora, de hecho– que dediqué a advertir, analizar, lamentar y repudiar el arribo de Trump a la presidencia de Estados Unidos. No extraigo ninguna satisfacción en haber acertado.

El último apartado aborda el efecto de la demagogia sobre la república y la democracia en el mundo clásico. Una lectura del Coriolano de Shakespeare como un antipopulista trágico y un recorrido de la figura del demagogo en la literatura, la historia, la tragedia y la comedia griegas.

“Este libro –escribí en el prólogo– es un pequeño viaje histórico, un testimonio personal, una acumulación de lo visto, oído, leído, conversado y aprendido sobre el poder personal absoluto. Y es también una argumentación crítica contra quienes, en nuestro tiempo, sienten encarnar cuatro palabras que, juntas, deberían ser impronunciables: el pueblo soy yo”.

Publicado previamente en el periódico Reforma

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.


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