Un negocio duro

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Los coños son puro cuento. Que no te digan lo contrario. "Contéstame una cosa", le dije a John Stagliano. Salíamos de su casa porno rumbo al patio porno con su alberca porno. Esto era Malibú. Al terminar la ladera y más allá del camino se encontraba el Océano Pacífico, pero los Stagliano no tienen acceso a su orilla porno, aunque en las tardes pueden ver el crepúsculo porno con su rosa y su malva y su naranja porno, y después pasear un rato, tal vez, bajo una luna porno. "Contéstame una cosa. ¿Cómo explicas el increíble énfasis, no sólo en tu… trabajo, sino en la industria en general, que se ha puesto en el sexo anal?"
     Después de encogerse de hombros y hacer una pausa mínima, Stagliano dijo: "Los coños son puro cuento." John usaba la expresión "puro cuento" queriendo decir algo falso que pretende engañarnos.
     "Con lo vaginal", elaboró Stagliano, "bueno, supón que tienes a una tipa deshaciéndose a gemidos. El espectador que genuinamente sabe discernir tiene que estar pensando: ¿Es esto real, o es puro cuento?"
     Con lo anal, por otro lado, la actriz está obligada a producir una reacción de otro orden: más gutural, más animal. Como dice Stagliano, de manera pintoresca: "Su personalidad sale." Y continúa: "Se requiere de tipos que cojan muy bien y que hagan que las tipas parezcan más… viriles." Viril, por supuesto, quiere decir varonil. Pero Stagliano está pensando en otra cosa. Se requiere que las chicas muestren "su testosterona".
     El nombre de Rocco Siffredi fue invocado con añoranza y reverencia una y otra vez. Rocco, el italianote, el gran rompeculos del porno (para usar el dialecto de esta tribu).
     "Rocco tiene mucho más poder en esta industria que cualquier actriz", dijo Stagliano, contento con anotarle un tanto a los chicos (en general, los hombres son los segundones del porno). "Yo fui el primero en filmar a Rocco. Juntos evolucionamos hacia un concepto más duro. Comenzó a escupir encima de las chicas. Una cosa fuerte de dominio del macho, con las mujeres llevadas al límite. Parece violencia pero no lo es. Quiero decir, el placer y el dolor son la misma cosa, ¿no? A Rocco lo dirige el mercado. Lo que hoy tiene éxito en el mercado es la realidad." Y los culos son la realidad. Y los coños son puro cuento.
      
     Features y Gonzo
     Hay actualmente dos tipos de pornografía en Estados Unidos: Features y Gonzo. Features consiste en películas de sexo con algún tipo de deuda con la narrativa ordinaria: caracterización, trama. "No mostramos solamente a gente cogiendo", dijo un ejecutivo de Features. "Mostramos por qué están cogiendo." Estas películas supuestamente están dirigidas al "mercado de parejas". Las parejas, se afirma, quieren saber por qué está cogiendo la gente. Yo puedo ofrecerle a estas parejas una respuesta de dos palabras que siempre se sostendrá: por dinero.
     En Flashpoint (Wicked Pictures), por ejemplo, un montón de estrellas porno están vestidas de bomberos. Cuando comienza la película, vemos a las estrellas porno descender por el tubo y subirse al camión carmesí. Un coche que explota, un colega (no una estrella porno sino un extra veterano) que cae en la línea del deber. Sigue un funeral increíblemente aburrido, que incluye toda la Plegaria al Creador y el lento y solemne acto de doblar, a cargo de una estrella porno, la bandera de Estados Unidos. La estrella porno Jenna se lamenta por el extra caído. Al volver del funeral se encuentra sola con otro estrella porno vestido de bombero. Él busca mitigar su dolor, así que ella le da una mamada, más un coito completo. La siguiente escena de sexo, que ocurre un milenio después, también se dispara por consolar el dolor. En ella un actor porno conforta a dos estrellas porno, a una de ellas analmente…
     Después de un tiempo comienzas a pensar que las estrellas porno, a pesar de ser pésimas actuando, son muy buenas para actuar en un solo detalle: saben contener la risa. Pero es que la falta de humor, universal e institucionalizada, es el alma del porno. Películas como Flashpoint salen a las tiendas de video y, en la versión soft (donde la acción dura queda parcialmente obstruida por un objeto abandonado, el casco de un bombero, digamos, o la bota de un bombero), se venden a canales de cable, a cadenas de hoteles, etc. Features le debe la humillante fatuidad de sus convenciones a un viejo precedente legal llamado la "Prueba Miller".
     El litigio Miller vs. California (1973) estableció que una película de sexo era obscena  si carecía "enteramente" de "valor" social, literario, artístico, político o científico. En términos jurídicos, la palabra clave es, por supuesto, "enteramente", y se han gastado millones de dólares definiéndola.
     Con una esposa como Hillary, Bill Clinton nunca habría podido ser amigo del porno, pero en gran medida lo dejó en paz a causa de la Primera Enmienda Constitucional,1 en contraste con sus dos predecesores, que acosaron sistemáticamente a la industria con confiscaciones, múltiples juicios, multas y cárcel. Se puede decir que el porno nunca se sintió tan magníficamente seguro como cuando Clinton, en su segundo periodo, se convirtió de hecho en el presidente porno.
     Ahora el porno está tenso y preparado para los cambios. Le temía a Gore. Bush lo aterrorizaba.
     Gonzo también es conocido como "sin límites". Te muestra a gente cogiendo sin preocuparse por qué están haciéndolo. No hay plegarias al Creador, no hay banderas que se vayan doblando lentamente en Gonzo. El porno de features es mucho, mucho más sucio que antes, pero el porno Gonzo está kilómetros adelante. El nuevo elemento es la violencia.
      
     Fuerza y dolor
     Comí con Temptress (Features). Comí con Chloe (Gonzo). Y al día siguiente acompañé a Chloe al set de Welcum to Chloeville. Mi comida con Temptress fue un asunto relativamente sereno. Al principio recordé la ocasión en que entrevisté a Penny Baker, una Playmate del Año: después de un minuto me quedé sin preguntas. Temptress, como Penny, parecía inhibida por la presencia de un ejecutivo de la compañía —en este caso Steve Orenstein de Wicked Pictures, para quien trabaja por contrato. Pero Temptress se soltó.
     "Dime, Temptress", le dije (tras disculparme por la leve hostilidad de mi pregunta), "¿qué no harías?"
     "No haría sexo anal", dijo. "Intentan convencerme de que lo haga. Tú sabes: 'Sólo un dedo o la lengua. O sólo un poco: nada más la punta'. Pero no lo voy a hacer, solía no hacer faciales, pero ahora los hago." Temptress no habla de tratamientos de belleza. Habla del punto de llegada de lo que se conoce como el pop-shot o el money-shot: la eyaculación masculina.
     "¿Qué pasa —pregunté— cuando el actor no consigue tener una erección?"
     Ese fiasco solía ser la némesis del porno. Un plantón del pene podía marcar la diferencia entre ganar o perder dinero. Pero la situación ha cambiado, me dijeron, gracias al viagra. Con viagra, un actor puede cumplir aun si llega 45 minutos tarde, con la cara enrojecida y una jaqueca. "También pierdes una dimensión", me explicaba John Stagliano. "El tipo está cogiendo sin estar excitado." Es pura ostentación —y de regreso al puro cuento. Otra cosa con el viagra es que el tipo puede tener problemas con el pop-shot y poner en peligro el facial.
     "¿Qué es lo que haces entonces, Temptress?"
     "Consigues alguna mezcla de piña colada. El pito está en tu boca y la dejas como fluir hacia afuera."
     Físicamente, Temptress me recuerda a las hijas de mis amigos. No sonaba tímida, pero lo parecía. Con su largo pelo lacio frecuentemente echado hacia los hombros por sus manos lentas, con el rostro sin el barniz del maquillaje, con sus ojos gentilmente entrecerrados, exudaba lo que Philip Larkin llamaba "la fuerza y el dolor / de ser joven". Le pregunté por su historia y algo me contó. Había fuerza y había dolor (y ciertamente había juventud: Temptress tiene 21 años).
     "Pero no quiero que escribas sobre eso. ¿Y podrías no mencionar mi nombre real? Ya no tengo relaciones. Vuelven la vida inestable. El único sexo que tengo es el sexo en pantalla."
     Temptress es una de las afortunadas. Es una estrella. Después de comer con ella fui a Wicked Pictures y platiqué con Jonathan Morgan (actor convertido en director) en un cuarto de edición donde trabaja con su ultima película Feature, una comedia fantásticamente aburrida llamada Inside Porn.
     "Ah", dijo Jonathan, "aquí tenemos un anal doble".
     Un anal doble no debe confundirse con un PD (penetración doble: anal y vaginal). Un anal doble es un anal doble. Y también ha habido anales triples. "A las chicas podrías calificarlas con A, B o C. La A es la chica en la portada del video. Ella tiene el poder. Puede aparecer tarde o no aparecer del todo. El 99.9 por ciento de ellas hace eso." Señaló a la pantalla y dijo: "Ahí tienes a una a medio camino entre A y B haciendo un anal doble. Los directores se fijan en eso. Le hablarán por teléfono. Para un anal doble generalmente esperas una B o una C. Tienen que hacer los papeles sucios o nadie les va a hablar por teléfono. Tuviste un hijo y tienes marcas de embarazo: acabas haciendo anales dobles."
     "Algunas chicas ya se gastaron a los nueve meses o un año. Una dulce dieciochoañera firma con una agencia, hace cinco películas en su primera semana. Cinco directores, cinco actores, cinco por cinco: recibe llamadas telefónicas. Cien películas en cuatro meses. Ha perdido la frescura. Su precio cae y deja de recibir llamadas. Y entonces es '¿Harías anales?, ¿cogerías con muchos al mismo tiempo?' Quedan acabadas. Ni siquiera reciben llamadas. Las fuerzas del mercado, de la industria, las acaban."
     Le agradecí a Jonathan Morgan su franqueza. Pero no fue tan franco como Chloe. Nos vimos en el lobby de mi hotel y caminamos hacia su Mustang.
     "¿Ves eso?"
     La placa de su coche decía: str82nl
     "Directo a anal",2 dijo Chloe.
     Y ni siquiera había comenzado.
     Chloe era Gonzo. Me soltó la verdad.
      
     Extreme Productions
     Un ejemplar de Adult Video News (abril de 2000) reporta lo siguiente. El pasado octubre la estrella porno Vivian Valentine se apareció en las vacaciones "XXX-Treme Sólo Adultos", en México, con el ojo morado que le dejó John Dough en Rough Sex (Anabolic Video). "No me arrepiento ni me siento mal por ello", dijo.
     Regan Starr, que trabajó en la segunda película de esa "línea", Rough Sex 2, tenía una opinión diferente. "Me dieron una golpiza", dijo. "Me dijeron antes del video —y lo decían con orgullo— que en esta línea la mayoría de las chicas lloran porque les duele mucho… Yo no podía respirar. Me golpeaban y me estrangulaban. Estaba realmente mal, y ellos no paraban. Seguían filmando. Puedes oírme decir 'Apaguen la puta cámara', y seguían." El director de la serie Rough Sex (ahora descontinuada), que se hace llamar Khon Tusión, clama inocencia. "Regan Starr", dice, "tergiversa categóricamente lo que ocurrió".
     Si no te gusta Khon Tusión, no te va a gustar Max Hardcore. La columna "En el set", de Adult Video News, narra con divertido escándalo cómo se hizo Hollywood Hardcore 13. En una escena, el actor-director Max Hardcore está teniendo sexo duro con Cloe Adams, que pretende ser menor de edad. "Si te portas bien, después te llevo a McDonald's y te compro una Cajita Feliz." Entonces Hardcore "procede a orinarse en su boca". Dirigiéndose a la cámara, Cloe Adams dice "¿Qué opinas de tu princesita ahora, papi?" Pero Hardcore no ha terminado con ella. "Volteando hacia el equipo, dice con toda calma 'Voy a necesitar un dilatador y una manguera'… Uno de los trucos favoritos de Max es expandir el ano de la chica con el dilatador, orinar en la abertura y obligarla a succionar esa misma orina con la manguera. ¿No es romántico?"
     Ahora bien, el porno estadounidense —¿y cómo podría serlo de otra forma?— está dirigido por el mercado. Lo escrito arriba nos dice mucho del porno. ¿Pero qué nos dice de Estados Unidos? Y si Estados Unidos es más como un mundo que como un país, ¿qué nos dice del mundo?
      
     — El estadounidense promedio consume tres horas y 51 minutos de cada día viendo porno (video e internet).
     — El estadounidense promedio que no es dueño de su casa gasta más en porno que en su renta.
     — El porno representa el 43.5% del producto interno bruto de Estados Unidos.
      
     Como los coños, estas estadísticas son puro cuento.
     Yo las inventé. Pero las verdaderas cifras son similarmente asombrosas, similarmente perturbadoras, similarmente enloquecidas.
      
     — El porno es mucho más grande que el rock y mucho más grande que Hollywood.
     — Los estadounidenses gastan más en table-dance que en el teatro, la ópera, el ballet y los conciertos de música clásica y de jazz, todo sumado.
     — En 1975, el total de la venta al por menor de todo el porno hardcore en Estados Unidos se calculó entre cinco y diez millones de dólares. El año pasado los estadounidenses gastaron ocho mil millones en sexo mediático.
      
     Sea lo que sea el porno, haga lo que haga, uno puede arrepentirse de él, pero no rechazarlo. Parafraseando a Falstaff: proscribe el porno y proscribes al mundo.
      
     Chloe
     "Tengo herpes", dijo Chloe mientras manejaba a un bar donde se pudiera fumar. "Después de estar un tiempo en este negocio, te da herpes. Todos tienen herpes. En el set le preguntas a un tipo: '¿Qué es eso?' Y te contesta: '¿Qué?, ¿eso? Un moretón de tanto coger.' Y bien puede serlo, con todo ese tráfico. Pero es más probable que sea un moretón de herpes, y ese tipo no debería estar trabajando. En mis películas siempre se usan condones, pero los condones no te protegen del herpes. No cubren la base. A veces, cuando estas con otra chica, le dices: 'Cariño, creo que debes ir a revisarte.' Puede ser una escena nauseabunda la de allá abajo. Entonces la mando con un doctor amigo del porno (los otros te tratan pésimo) y ella sale sosteniendo su receta de Flagyll con múltiples preparaciones."
     Chloe tiene 26 años. Durante diez años tomó clases de ballet; luego, a los 17, comenzó a ingerir drogas, sobre todo estimulantes ("cogía 72 horas seguidas"); a los 20 se estaba metiendo heroína y cuando dejó las drogas, hace más de dos años, ya estaba en la industria. Chloe tiene una bonita cabellera roja y un rostro cálido e inteligente. Tiene cuerpo de bailarina: piernas fuertes, nalgas musculares… "y nada de chichis. Es cierto que algunas compañías de Features presionan a las chicas para que se hagan implantes que les ofrecen pagarles.

Las que trabajan afuera (bares de table, por ejemplo) solían presumir la capacidad cúbica del implante que les habían hecho en sus chichis. Una de ellas me dijo: 'Ponte chichis o mama verga.' Prefiero mamar verga, de veras."

Si vas a ser una estrella porno, ¿qué necesitas? Está claro a estas alturas. Necesitas ser exhibicionista. Necesitas tener un empuje sexual feroz. Necesitas padecer nostalgie de la boue (literalmente "nostalgia del lodo": el placer infantil por las funciones y deshechos corporales). Y —probablemente— necesitas tener un pasado dañado. También necesitas carecer de sentido del humor. Chloe carece de él. Cuando me hablaba parecía alguien fisgoneando sobre una barda, demarcando dos mundos diferentes, contándome historias del otro lado.
     "Me gusta que me orinen. Que me escupan: se siente como si se vinieran en tu pecho. Me gusta que me estrangulen. Que me metan el puño. Aquí tenemos la regla 'sin pulgares'. Una chica puede tener 16 dedos adentro, pero sin pulgares." Se ríe, y continúa: "Para lo vaginal prefiero una verga gorda, y algunos de estos tipos" —Chloe ciñe la base de un vaso de agua que está sobre la mesa— "son así. Para lo anal prefiero una verga más larga y delgada".
     "Así que cuando haces una PD tienes una gruesa y una delgada."
     "Sí… No. Ahora que lo pienso, tengo dos gruesas. Me gusta sentirme atestada. ¿Sabes que hice mi primer anal por 200 dólares? Todavía no lo puedo creer."
     "¿Y cúales son ahora tus tarifas, Chloe?"
     "En Gonzo te pagan, no por la película, sino por cada escena. Mujer-mujer: 700 dólares, más 100 por un juguete anal. Hombre-mujer: 900. Anal: 1,100. Tú sola (una rareza): 500. PD: 1,500. No hago penetración anal con puño ni anales dobles. La gente me pregunta cómo es que mantengo mi título de Reina Anal de L.A. si no hago anales dobles. Pero lo mantengo."
     Al igual que un diez por ciento de las chicas porno (el cálculo es de ella), Chloe tiene la aprobación de sus padres (igual que Temptress). De hecho, los de Chloe son Gonzo. Recientemente filmó una película cerca de su casa, y su padrastro (ausentándose de las escenas donde participaba su hijastra) "era como un office boy". Y la mamá de Chloe ha desfilado, los últimos dos años, en la entrega de premios de Adult Video News ostentando los trofeos de Chloe a sus triunfos anales.
     Después de comer fuimos al departamento de Chloe: rejas, la sensación de un motel de dos pisos y un departamento modesto, cómodo y ordenado, con un bonito gato negro con nombre porno: Sirena. Chloe cree que algunas chicas porno escogen sus nombres al asomarse por la ventana y ver el letrero de la calle: Laurel Canyon, Chandler, Cherry Mirage.
     Durante un rato Chloe habló de su vida amorosa. Está desgarrada, actualmente, entre Chris el negligente —un músico de rock (bajista)— y Artie el atento, un colega actor. Sospecha que Chris la usa porque es señal de status para una estrella de rock tener una estrella porno de novia. Chris, creo, sabe de Artie. Pero Artie no sabe de Chris.
     "Con Artie pasa que llega a verme y yo estoy totalmente cachonda y me dice 'No puedo, tengo que filmar dos escenas mañana'."
     "Con el sexo privado, ¿se te ocurre cruzar la línea?"
     "Claro que sí. Me descubro pensando: 'Deberían pagarme por esto', u 'Ojalá tuviera una cámara'."
     "Tal vez no deba escribir sobre Chris y Artie."
     "Hazlo. De todas formas no van a durar. Aquí, eso no dura."
     Chloe fue inolvidable. No olvidaré la manera en que dijo esto (lo dijo con triste determinación): "Somos prostitutas… Hay diferencias. Puedes escoger a tus parejas, y se les hace la prueba del sida —eso no sucede con un cliente. Pero somos prostitutas: intercambiamos sexo por dinero."
     "Lo tienes muy pensado."
     "Busqué la palabra en el diccionario y eso es lo que dice."
     En términos etimológicos, pornografía es lo que yo estoy haciendo: escribir sobre putas. Veré a Chloe en el set mañana en la mañana. ¿Qué escena se filma? Mujer-hombre-mujer anal. Gonzo.
      
     Mister Monster
     Cerca del final de Rabbit at Rest, John Updike escribe:
      
     Rabbit piensa en sumarle $5.50 a su cuenta para ver algo llamado Horny Housewives… El problema con estas películas softcore en circuitos de hoteles es que, en caso de que un niño de cuatro años con papás por abogados apriete los botones correctos, muestran chichis y nalgas e incluso algo de vello púbico, pero nada de coños y nada de pitos, ni duros ni flácidos ni nada. Es muy frustrante. Resulta que los pitos son lo que nos interesa, tienes que verlos. Tal vez todos somos maricas, y toda la vida se ha estado enamorado de Ronnie Harrison.
      
     O, como me lo diría un amigo unos días después: No tiene sentido sin Mister Monster. Tienes que tener a Mister Monster. ¿Tienes qué? Gore Vidal dijo en una ocasión que el único peligro de ver pornografía es que podía hacerte desear ver más pornografía: podía hacerte desear no hacer nada más que ver pornografía. Hay, sostengo yo, otro peligro. Mientras veía algunas producciones extremas en la videocasetera de mi hotel, algo me preocupaba constantemente. Me preocupaba que me gustara. El porno le hace un gran servicio a los "perversos polimorfos": el caos casi infinito del deseo humano. Si cultivas alguna perversión, entonces tarde o temprano el porno la identificará. Más te vale que eso no ocurra mientras ves una película sobre un ganadero coprófago —o un sepulturero. Esa semana en Los Ángeles descubrí qué no me gusta.
     No me gusta Mister Monster.
     En lo alto del confuso Hollywood Hills, me reuní con Andrew Blake, el Truffaut del porno, y dos mujeres increíblemente bellas en ropa interior increíblemente cara (y tacones altos).
     Estrictamente hablando, el trabajo de Blake es Gonzo: sin guión, sin historia, con los actores interactuando con la cámara. Pero Blake es preeminentemente un exquisito. Sus actrices parecen modelos voluptuosas, y él las consiente y glorifica en la pantalla, con aceites, ungüentos, sedas, listones, texturas.
     "Contraté a Mónica porque tiene senos hermosos", me dijo, "y en eso nos vamos a concentrar. Nunca antes he trabajado con Adriana, pero parece extraordinaria".
     Lacónico, áspero, directo y, por supuesto, carente de humor, Blake se encarga de lo suyo.
     "Ahora mete tu mano en sus calzones… ¿Tal vez se asoma un pezón?… Apriétalos, acarícialos, dedícate por entero a ellos… Procura abrir las piernas. Juega con los calzones… No sonrías tanto. Sólo déjate ir… ¿Está listo el brasier para irse? Besa el pezón… Arquea las nalgas un poco más… Cruza y descruza las piernas. Muestra un poco el coño. Ahora se quitan los calzones…"
     Contemplad. Un pubis platónicamente perfecto, usando nada más que lo último en peinado: un mínimo mohawk.
     "Debe ser un duro día de trabajo para ti", dijo amablemente la chica del maquillaje. "Pero alguien tiene que hacerlo, ¿verdad?"
     Su comentario me obligó a examinar mi "sentimiento" o efecto emocional. Admito un sentido fuerte de asimilación furtiva de la belleza. Pero el instinto que en mí se anima no es tan sexual como protector. Adriana —desnuda— tiene 20 años. Y lo último que yo quería ver, en ese momento, era a Mister Monster.
     Afuera, durante un intermedio, Blake dijo en su estilo plano, aseverativo: "Lo mío es ver a la mujer. No todo este 'orinarse y meter el puño'. Yo nunca he tenido problemas legales."
      
     Permiso de trabajo
     Era, pues, un "duro" día de trabajo para mí. Y lo mismo podía decirse de Adriana y Mónica. No las estaba golpeando Khon Tusión ni las orinaba Max Hardcore. ¿Pero las estaban "acabando"?
     Si eres actor o actriz porno, tu permiso de trabajo es tu más reciente prueba de sida. Hace dos años el actor Marc Wallice comenzó a ponerse evasivo sobre su permiso de trabajo. Estaba usando un centro de salud fuera de la ciudad y parecía que mentía sobre sus resultados. Para cuando lo descubrieron, la situación de Wallice era contundente. Infectó a seis actrices.
     "Las pruebas que nos hacemos sólo se fijan en el sida", dice Chloe. "En la industria hemos contenido al sida, pero qué pasa con todo lo demás? ¿Sabes que ahora estamos con hepatitis G?"
     "Debes tener al menos 21 años para trabajar en la industria. Debes conocer tu cuerpo, entenderlo. Pero eso acabaría con la mitad del Valle de San Francisco. Hay todo tipo de géneros con las de 18 en adelante.
     Y los hay: Dirty Debutantes, Nasty Newcomers, Filthy First Timers
     Una de las actrices infectadas por Marc Wallice (su condición es ahora tan patética que nadie cree que valga la pena acusarlo) es la mujer de John Stagliano. Stagliano mismo, el pionero del Gonzo, es seropositivo (contrajo el virus de vacaciones, en un burdel de Río de Janeiro). Stagliano ha amasado una pequeña fortuna en un negocio del que, contra la creencia popular, se hacen pocas fortunas. Suelo pensar en los Stagliano, junto a la alberca, observando un mar al que no tienen acceso.
      
     Gonzo mujer-hombre-mujer
     La filmación de Chloe es en Dolorosa Drive.
     La casa porno, los peces porno en la pecera porno (los peces tienen colores porno: amarillo, malva, naranja), la tele porno (tan grande como un refrigerador doble), la alberca porno, con un pato de plástico que flota en ella. Más allá de la barda está la casa del molesto vecino, que sigue subiéndose al techo en busca de excusas para escandalizarse lo suficiente y llamar a la policía.
     Mujer-hombre-mujer: las mujeres son Chloe y Lola (una amable belleza de estilo amerindio); el hombre es Artie (el amante de Chloe fuera de la pantalla: tatuado, musculoso, calva incipiente). Artie parece un buen tipo, pero no deja de hablar en broma con acento francés. Los actores porno son magníficos para hacer voces y caras chistosas. Científicos alemanes, espías rusos, connoisseurs franceses; en Features pueden mantenerlo toda la película.
     Hay un equipo: el director de fotografía y el de sonido, que se dedican a lo suyo, ambos como factótum de mediana edad; un joven rechoncho que parece estar ahí por la experiencia laboral; y la hermana de Chloe, Shannon, abastecedora de comida y toallas. Chloe no tarda en decirle a Shannon: "¡Apaga ese teléfono!" Shannon: "¡Es el de la casa! ¡Tienen como diez teléfonos!"
     Artie nos regala más acento francés, y después más acento francés, mientras Chloe y Lola se desvisten para las tomas "bonitas" que aparecerán en la cubierta de la caja. Chloe, con la que pasé cinco horas el día anterior, camina junto a mí, desnuda. No le preocupa estar desnuda. No sabe que está desnuda.
     Las tomas porno junto a la alberca. "¿Quieren ver el rosa?, ¿mucho rosa?" "A ver un poco de culo." "¿Abierto? ¿Quieren todo?"
     Son apenas las diez de la mañana y advierto que tengo el tipo de ansiedad que generalmente precede a una prueba severa. Una línea está a punto de cruzarse. No debería estar aquí. Ninguno de nosotros debería estar aquí. Pero todos tenemos trabajo que hacer.
     Quince minutos después, refiriéndose a Lola, Chloe me hace señas con un brazo y grita con gozo triunfal: "¡Ese es el tipo de mamada del que te hablé ayer!" Camino vacilante hacia el jardín, con mi cuaderno, riéndome y moviendo la cabeza. Hay muchas "bromas" en un set porno, y hay mucha hilaridad burda para deshacerse de la tensión. Pero sólo Chloe, sólo una excepción, puede inyectar humor. Sonó como Mel Brooks, en Los productores, diciendo: "¡Ese es nuestro Hitler!"
     El tipo de mamada del que me hablaba Chloe ayer era este tipo de mamada. Es como si la apasionada —de hecho desesperada— intención de la chica fuera besar la parte baja del abdomen del tipo. Se topa con un obstáculo. No puede rodearlo. Tiene que atravesarlo. "Quiero decir", me dijo Chloe con admiración, "algunas de estas chicas realmente se lo tragan. Babeando, ensalivándolo todo, atragantándose".
     Hay que decir que todo ese esfuerzo, desde el punto de vista de Artie, fue visiblemente eficaz. Cuando Lola terminó, miró hacia abajo con cierta complacencia mientras Mister Monster iba de las tres en punto a las doce y media.
     Y ese era el tenor del asunto: lo candente. Hacia allá nos lleva el mercado: hacia lo candente, la intensidad, un atletismo frenético. Más que esto, el porno, parece, es una parodia del amor. De ahí que se dirija a los opuestos del amor, que son el odio y la muerte. "¡Estrangúlala!" "¡Escúpeme adentro!" "¡Rómpeme! ¡Me puedes romper! ¡Inténtalo!" "¡¡¡me vengo!!!" Chloe gritó esta última expresión como una madre respondiendo al llanto de su hijo desde el otro lado de la casa. Después, a Lola: "¡Estrangúlame!" Y toda la parte superior del cuerpo de Lola se encendió, y pareció desmayarse…
     "Quiero mear", dijo Artie, durante uno de sus muchos intermedios.
     Por un momento los ojos del director de fotografía se abrieron alarmados. Creyó, erróneamente, que Artie quería orinar frente a la cámara. "Orinar es tan malo como venirse", me confió. "Cuando tienen que orinar no orinan. Se meten a la regadera, entonces dicen que ya van a orinar y no pueden."
     Artie regresó pesadamente del baño, manteniendo preocupadamente su erección. "Dios, estoy viejo", musitó, mientras volvía a la refriega.
     Pues yo también estoy viejo: le mandé un beso a Chloe y me fui —antes del anal y del pop-shot. Shannon me llevó de regreso al hotel. Pobre Shannon: estaba teniendo uno de esos días. Primero, de compras en una tienda de comida nutritiva, se dejó caer un frasco de germen de trigo sobre el pie y ahora cojeaba pesadamente. Luego descubrió que su novio la engañaba —y lo despidió. Al contemplar la suspensión de su vida amorosa, Shannon dijo tristemente: "Y cuando lo comparas con eso, el sexo realmente no parece gran cosa."
     En cierto sentido, yo sabía de qué hablaba. Chloe, Artie y Lola me hicieron sentir virgen.
     No, Chloe, no eres una prostituta, no del todo. La prostitución es la profesión más antigua. Y el porno es la profesión más nueva. Eres más como un gladiador: un gladiador contemporáneo. Claro, los gladiadores eran esclavos, aunque algunos de ellos se ganaron su libertad. Y tú, creo yo, te ganarás la tuya. –— Traducción de Julio Trujillo
Este artículo apareció primero publicado en Talk, febrero de 2001. Ha sido reproducido con el permiso de Wylie Agency.
Copyright© 2001 por Martin Amis.

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