Relol de arena: Bosie: el retrato de Alfred Douglas

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A las biografías devastadoras centradas en los pies de barro del coloso, ahora se suman las que restauran el equilibrio y defienden al villano condenado por todos. Nadie debe quedar exento de crítica. Nadie tampoco merece que le neguemos el derecho a defenderse y exponer su punto de vista.
     Lord Alfred Douglas (1870-1945), Bosie para sus amigos, pasó a la historia como el responsable del martirio de Oscar Wilde (1854-1900), como el Judas que lo abandonó en la prisión y, una vez muerto el gran escritor irlandés, abjuró de él y de su relación y no cesó de difamarlo.
     El juicio y la sentencia contra Douglas se basan en De profundis: Epistola in Carcere et Vinculis, que no se publicó íntegro hasta 1962 y en español hasta 1975. Bosie de Douglas Murray (Talk Miramax Books, Nueva York) es una biografía de 374 páginas en donde podemos conocer la visión del vencido, la otra parte de la historia.
     Una prueba de la vigencia de Oscar Wilde en su centenario es que apasione a la generación del 2000. Si en México Hernán Bravo Varela (1979) tradujo La balada de la cárcel de Reading (Acrono producciones), en Inglaterra otro joven que también tiene 21 años y estudia en Oxford trabajó desde los 16 en esta biografía, modelo de investigación y fluidez narrativa. No se sabe de ninguna obra semejante producida a esta edad. Quienes ya nacieron y crecieron en plena era electrónica muestran una destreza y una sabiduría literaria nunca vistas. Tal parece que Umberto Eco tiene razón y el libro es un invento permanente como la rueda.
      
     De la página a la vida
     Todas las familias, con perdón de Tolstoi, son disfuncionales pero cada una es disfuncional a su manera. Los padres de Wilde eran excéntricos. Bosie descendió de la nobleza de Escocia. Fue hijo del octavo marqués de Queensberry, John Sholto Douglas, y de Sybil Montgomery. Ateo a raíz de la muerte de su hermano en los Alpes, el marqués no se ocupó de los suyos. Le interesaban la caza, las carreras de caballos, el boxeo (él estableció las leyes que lo rigen) y sobre todo las mujeres. Trató de llevar una a vivir en su casa. Esto provocó el divorcio. Entonces se casó con una adolescente que no tardó en anular el matrimonio "por impotencia, malformación congénita y frigidez del esposo".
     Bosie fue el predilecto de su madre. Heredó sus rasgos y el temperamento belicoso de John Sholto. Creció entre dinero, tierras, influencia, poder, ejércitos de sirvientes. Estudió en Winchester y en Oxford, donde según confesión propia al menos el noventa por ciento de sus contemporáneos "eran homosexuales abiertos y practicantes". Editó dos revistas estudiantiles y publicó sus primeros poemas.
     Tenía 21 años cuando el poeta Lionel Johnson lo llevó a la casa de Wilde en Tite Street, Chelsea, para que el escritor lo ayudara a defenderse de un chantaje. Bosie quedó fascinado con el encanto, el ingenio y la conversación de Wilde. Él, que se consideraba viejo a los 37, enloqueció con la apostura y la juventud de Bosie.
     De pronto su arte literario se transformaba en vida: Bosie era el personaje intuido en sus narraciones: el Dorian Grey que nunca iba a perder su belleza porque los años y los vicios devastarían nada más su retrato; el Willie Hughes, actor adolescente para quien, en la hipótesis de Wilde, Shakespeare escribió sus mejores sonetos y los papeles de Ofelia, Julieta, Desdémona y Cleopatra.
      
     El engranaje del amor
     "Nunca entendemos los amores de los otros", dice Simone de Beauvoir. Lo que ocurrió en los años siguientes está narrado en De profundis y condena a Bosie como los libros de Tácito y Suetonio, únicas versiones de las que disponemos, sentencian sin apelación a los emperadores romanos.
     El vínculo terminó en la más honda tragedia que ha sufrido escritor algu-no. Ya era trágico desde el comienzo: Wilde se obsesionó con Bosie sobre todo porque nunca pudo consumar una verdadera relación sexual: "La sodomía", afirma Bosie, "no tuvo lugar jamás entre nosotros, ni fue nunca intentada, ni se nos pasó siquiera por las mentes. Wilde se condujo conmigo como los muchachos mayores se suelen conducir con los más jóvenes en el colegio".
     No sentía la menor atracción física por Wilde y su deseo se limitaba a las personas de su edad o menores que él. Por eso introdujo a su amigo en el submundo de la prostitución masculina londinense. Allí el marqués iba a reclutar a los testigos que decidieron el veredicto contra Wilde. Bosie derrochaba el dinero sin haber aprendido a ganarlo. Quería triunfar como poeta, ser visto en todas partes con el autor más célebre del momento y sobre todo usar su poder como arma en la guerra a muerte contra Queensberry.
     Wilde, por su parte, ansiaba retenerlo y poseerlo. Para ganar su admiración escribió, entre los pleitos y las escenas que le hacía Bosie, sus mejores obras, en particular la gran comedia The Importance of Being Earnest, obtuvo enormes regalías y se exhibió como el hombre que reta al mundo entero porque su talento y su inteligencia lo tornan invulnerable. Por eso Wilde hacía pública su vida secreta, vida secreta que es en última instancia el tema de A Woman of no Importance, An Ideal Husband y Lady Windemere's Fan.
     Al mismo tiempo que se mostraba dondequiera con Bosie e invitaba a cenar en los mejores sitios a los jóvenes proletarios obligados a venderse por la miseria, Wilde era el esposo de la dulce Constance Marie Lloyd y el padre amoroso de Cyril y Vyvyan. El primero murió por la patria en 1914. El segundo, Vyvyan Holland, alcanzó a ver la reivindicación de su padre y escribió un testimonio desgarrador: Son of Oscar Wilde.
      
     Apogeo y desastre
     Al comenzar 1895 Wilde había llegado a la cumbre del éxito literario, teatral, social y económico. Tres obras suyas se representaban en el West End, era admirado como dramaturgo, poeta, narrador y como el incomparable ensayista de Intentions y The Soul of Man under Socialism.
     Entonces el hermano mayor de Bosie, lord Drumlaring, murió en un aparente suicidio. Favorito del primer ministro, Rosebery se había vuelto sospechoso ante su padre. El marqués intentó azotar con un látigo para perros de caza a Rosebery. El príncipe de Gales, futuro rey, lo impidió. Queensberry se empeñó en vengar la muerte de su hijo en otro homosexual, Wilde. Quiso sabotear sus estrenos bombardeando la escena con hortalizas fálicas. Cruzó con Bosie cartas y telegramas insultantes hasta la demencia. Contrató detectives. Recorrió armado los restaurantes en que podía hallar a la pareja. Dejó en el club de Wilde en Picadilly una tarjeta con una falta de ortografía: To O. W. posing as a somdomite.
     Bosie incitó a Wilde a demandarlo por calumnia. Un juicio en las cortes hundiría para siempre a su odiado padre y vengaría todas las ofensas hechas a él, a su madre y a sus hermanos. Wilde tuvo un acceso de hybris, la arrogancia que conduce al desastre. Creyó que jueces y abogados nada podrían contra su destreza verbal. Los aniquilaría con frases y epigramas lanzados desde su Olimpo. No en balde era el supremo ingenio de la corte.
     La imaginación de Wilde no alcanzó a vislumbrar la cantidad de testimonios que Queensberry había reunido en contra suya. Tampoco las dimensiones de la envidia despertada por su éxito, ni el rencor que suscitaban en las altas esferas sus actitudes very unBritish, es decir propias de un extranjero, de un colonial, de un irlandés que ponía en solfa todos los valores imperiales. También subestimó la fuerza de la naciente prensa amarilla y el regocijo de un público deleitado en quemar a quien ayer adoró.
      
     El héroe de la tragedia
     Wilde protegió a Bosie y se negó a presentarlo como testigo contra su padre. Lo abrumaron en el banquillo de los acusados no sólo con lo que decían los male prostitutes, sino con la lectura de sus cartas y hasta el soneto de Bosie en que está el único verso su-yo que sobrevivió: "Soy el amor que no puede decir su nombre".
     Su abogado le pidió que desistiera y huyese de Inglaterra. Queensberry fue declarado not guilty y a Wilde se le condenó por indecencia, bajo la ley de 1885 que criminalizaba las relaciones entre personas del mismo sexo. Pudo salir bajo fianza que pagó Percy, hermano de Bosie. Los empresarios teatrales enriquecidos con sus piezas se negaron a ayudarlo. Constance tuvo que escapar a Francia con los niños. La casa de Tite Street fue rematada y saqueada.
     El marqués contraatacó. Wilde hizo frente a otros dos procesos. No se fugó como sus amigos le suplicaban. Era responsable ante su madre que no le per-donaría una huida indigna de un héroe irlandés frente al opresor. Respecto a Bosie quería aparecer bravo y desafiante como siempre. En su interior pensaba que el mejor fin para su propio mito era el más trágico: el Calvario y la Redención. El comediante de sí mismo iba a pasar a la historia sagrada como un mártir.
     Los nuevos juicios pulverizaron a Wilde. La condena a dos años de trabajos forzados, la vejación pública en un cruce ferroviario, la pérdida de su obra, su casa, su dinero y sobre todo su familia, fueron muestras de una crueldad que sólo tiene paralelo en el proceso simultáneo del capitán Dreyfus. Émile Zola, por cierto, se negó a firmar una petición en favor de Wilde.
     Contra lo que se supone, Bosie no escapó ante el desastre. Visitó a diario a Wilde en la cárcel de Holloway hasta que él y su abogado le pidieron a Douglas salir del país por su propio bien. En la prisión de Reading, obligado al silencio y a labores terribles como deshilachar sogas en estopa, Wilde sólo podía recibir y enviar una carta cada tres meses.
     Wilde prefirió que la carta fuera de Constance. No se enteró bien a bien de la defensa ardiente que Bosie tramitaba en Francia. Al saber que en un artículo iba a citar cartas suyas como las leídas durante el proceso, Wilde se negó a autorizarlo. Los abogados de Constance lo amenazaban con retirarle su mínima pensión, única fuente de ingresos al quedar libre, si volvía a relacionarse con Douglas. Wilde ansiaba ver a sus hijos y a su esposa. Jamás volvió a reunirse con ellos ni regresó a Tite Street.
     En las condiciones extremas de la prisión de Reading, enfermo, hambriento, delirante, enloquecido de culpa porla muerte de su madre, lady Speranza, Wilde tomó conciencia de que estaba allí por culpa de Bosie. No reparó en que sin la demanda contra Queensberry se hubiera evitado la ruina y los tormentos. Cuando un nuevo administrador le permitió pluma y papel, escribió la inmensa carta a Bosie que es De profundis. Sus enemigos dicen que Douglas la rompió en 1896 apenas leídas las primeras líneas. Él afirma que nunca la recibió. Atribuye la culpa a Robert Ross, el antiguo discípulo amado al que Bosie desplazó a partir de 1891 y que estaba ansioso de separarlo de Wilde.
     Es difícil tomar partido contra Ross: siempre se portó bien con Wilde, protegió a los niños tras la muerte de Constance y su trabajo editorial permitió que desde la segunda década del siglo veinte Wilde se convirtiera en el escritor de lengua inglesa más leído después de Shakespeare. Si al perseguir a Wilde el marqués destruyó cuanto rodeaba a ambos, De profundis acabó con Bosie y durante un siglo lo ha seguido acusando desde la tumba:
      
     Tras larga y vana espera, me decido a escribirte por tu bien y por el mío. Me desagrada pensar que he pasado dos largos años de encarcelamiento sin recibir jamás una línea tuya, ni siquiera noticias o al menos un recado, excepto aquellos que me causaron dolor.
     Nuestra desdichada y lamentable amistad terminó para mí en la ruina y en la infamia pública. Sin embargo el recuerdo de nuestro antiguo afecto me acompaña a menudo y me resulta muy triste la idea de que odio, amargura y desprecio deban ocupar para siempre el sitio que en mi corazón perteneció una vez al amor. Y creo que tú también sentirás en tu cora-zón que sería mejor escribirme mien-tras yazgo en la soledad de la vida carcelaria, en vez de publicar mis car-tas sin permiso o dedicarme poemas sin consulta…
     Matamos lo que amamos
     Wilde salió de Reading en 1897, convertido en un paria a quien se negaba desde la publicación y representación de sus obras hasta el saludo en la calle. Pese a las amenazas mortales del marqués y las condiciones terminantes de su esposa, Wilde y Bosie se reunieron en Nápoles. Calma en contraste con su vida anterior. Nada de sexo. Bosie era muy joven aunque ya no el adolescente literario que encandiló a Wilde. En cambio, le despertó como siempre el afán de trabajar. De Nápoles salió la última producción de Wilde que se despidió del mundo con La balada de la cárcel de Reading.
     Acerca de su verso inmortal: "Matamos lo que amamos", Bosie le preguntó: "¿Qué quieres decir con eso?" Wilde sólo respondió: "Tú lo sabes". La estrofa completa dice en la traducción de Hernán Bravo Varela:
      
     Aunque el hombre mata lo que ama
     que cada uno de ellos escuche lo
     siguiente:
     algunos lo hacen con mirada amarga,
     otros con palabra aduladora.
     El cobarde mata con un beso,
     ¡el valiente lo hace con la espada!
      
     Todos conspiraron contra el "escandaloso ménage" napolitano. Constance le retiró la mínima pensión. Wilde sintió que Bosie lo abandonaba cuando él ya no tenía dinero para sus extravagancias y ser vistos juntos era motivo de vergüenza y no de orgullo. Bosie a su vez quería ser aceptado como poeta lejos de la sombra de su protector. No dejó de ayudarlo como pudo y hasta pagó el entierro al morir Wilde en París, el 30 de noviembre de 1900. El entonces modesto Hotel d'Alsace es hoy el Hotel Hotel, sitio de peregrinación como el sepulcro con el monumento funerario de Jacob Epstein. En cambio los restos de Bosie yacen en una tumba olvidada en un cementerio católico de Crawley, Susex, junto a los despojos de su madre Sybil Queensberry.
      
     Memorias de ultratumba
     El mundo de Bosie se desplomó al ter-minar el siglo. Murieron Constance, Queensberry, sus amigos. Expiraron the yellow nineties. A los treinta años Bosie quedó como sobreviviente de un ayer hundido en la sombra eterna. Dilapidó las ocho mil libras de su herencia. Se convirtió al catolicismo. Peleó con todos y encontró una fuente de ingresos en entablar juicios por difamación y libelo. Se casó con Olive Custance. Tuvo un hijo que heredó la psicopatología de los Queensberry y pasó casi toda su vida en un asilo psiquiátrico.
     Partidario dogmático del soneto, insultó a los poetas del siglo veinte, de Yeats y Eliot ("enemigo supremo de la poesía") a Auden y Dylan Thomas. Editó revistas de extrema derecha y en ellas se asoció con T. H. Crossland que odiaba a Wilde y a los homosexuales. Cuando en un juicio contra Robert Ross, Bosie tuvo que escuchar completo De profundis leído en la corte, se lanzó contra Wilde y persiguió al muerto con la misma tenacidad demente con que su padre lo había acosado en vida.
     Los libros que él y Crossland perpetraron contra Wilde —O.W. and myself, My Friendish wit O.W.— son de verdad indefendibles y les ganaron acusaciones de Judas y Tartufo. Escribe André Gide en su Diario (primero de junio de 1918):
      
     En París he leído parcialmente el abominable libro de Douglas. No puede llegar más lejos la hipocresía ni es posible mentir con más cinismo. Esa monstruosa tergiversación de la verdad me da un asco indecible. Bastaría el tono de sus frases para que comprendiera que está mintiendo, aunque yo no hubiese sido testigo presencial de los actos de su vida contra los cuales protesta y de los que anhela disculparse. ¡Pretende que ignoraba las costumbres de Wilde! ¡Que lo defendió en un principio sólo porque lo juzgaba inocente! ¿A quién aspira a convencer? No lo sé, mas espero no morir antes de que Douglas sea desenmascarado. Este libro es una infamia.
      
     Crossland lo persuadió de que su deber en tanto católico era repudiar la homosexualidad propia y combatir la ajena. Juntos aumentaron su ignominia con un libro anónimo de autoelogio: The Genius of Lord Alfred Douglas.
     Acusó a Winston Churchill de haber asesinado a lord Kitchener, el mayor general inglés, triunfador en el Sudán y en Sudáfrica. Fue a dar a la cárcel. Allí escribió In excelsis, su respuesta en sonetos a De profundis, donde habla de Wilde como del mayor agente del mal desencadenado sobre Europa desde la Reforma protestante. Algunos versos de este ciclo parecen anticiparse a Carlos Argentino Daneri:
      
     …escritorzuelos de tinta manchados
     que engrasan con su pluma venal
     torvas defensas del control natal,
     el amor libre y todos los pecados.
      
     Su experiencia en prisión acrecentó su rabia contra el mundo. Se volvió antisemita (es infamemente célebre su intraducible epigrama
      
     How odd
     of God
     To choose
     The Jews)
      
     y militó en la prensa siniestra en favor de las causas más reaccionarias. Arruinado, en sus últimos años volvió a adorar a Wilde y a defender su memoria. Murió en 1945 después de ver a Londres bajo los bombardeos nazis.
     Douglas Murray es generoso y cree que Bosie permanecerá por sus sonetos y no, como creyó Machen, sólo por sus escándalos. En el año del centenario esta biografía es el más noble intento por impedir que lord Alfred Douglas siga siendo el prisionero de De profundis. Hay que escuchar su autodefensa. Sin embargo el retrato que dibujan sus acciones es tan horrible como el de Dorian Grey. –

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