Monsiváis y Fidel: momenticos antigays

En entregas anteriores me referí a algunos de los momentos en los que a Fidel Castro le dio por mandar “curar” homosexuales a lo que Carlos Monsiváis llamó “campos de trabajos forzados”.
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En entregas anteriores me referí (aquí y acá) a algunos de los momentos en los que a Fidel Castro le dio por mandar “curar” homosexuales a lo que Carlos Monsiváis llamó “campos de trabajos forzados”.

Más vale tarde que hasta la victoria siempre

Convertir homosexuales en huéspedes del gulagay colmó la paciencia de Monsiváis (en adelante CM) y le permitió sazonar su decepción del régimen cubano con un agravio vivido como propio. Había firmado –como media humanidad– la carta de protesta contra Fidel por su manejo del “Caso Padilla” en 1971, pero después fue discreto: su decepción –o al menos publicarla– llegó años después de que lo habían hecho hasta los más devotos de la castrería. Todavía en 1977, en la polémica con Octavio Paz, CM defendía sus “grandes logros”. Por fin, en 1989, publicó en el Proceso de Julio Scherer un escrito en el que enumera algunas razones de su enfado, como el apoyo de Fidel a la represión en China (Tiananmen) y su condena a quienes osasen criticarla.

Ese mismo 1989 Fidel había prohibido que circulasen en Cuba dos publicaciones “reaccionarias”: Novedades de Moscú y Sputnik que, a juicio de Fidel contenían “interpretaciones erróneas de la doctrina marxista” que podían dañar a la juventud y “que caotizan (sic) el presente”. Con esa censura, Fidel refrendaba que la revolución c’est moi y extremaba su trayectoria autoritaria. Escribe entonces CM:

En 1962, el comandante Fidel Castro, en un discurso de precisión de límites del comportamiento intelectual, dictaminó: “dentro de la Revolución, todos; fuera de la Revolución, nada”, frase que sería inmensamente ambigua de no monopolizar la máxima dirigencia las definiciones de Revolución Y el contenido de esta frase, de suyo totalizadora, lo perfeccionó en enero de este año [1989] al lanzar la nueva consigna: “¡marxismo-leninismo o muerte!”

Que Fidel acusase a los soviéticos de publicar revistas “revisionistas, desviacionistas y demócrata-burguesas” lleva a CM a preguntarse (por fin) si sería exagerado percibir en Cuba “la reivindicación parcial del estalinismo y la alabanza frenética del autoritarismo que no admite rivales, críticas, mínimas discrepancias”. Y se contesta:

Nada de glasnost, nada de perestroika, tal es el derecho soberano del Estado revolucionario Las publicaciones soviéticas son inadmisibles porque en la medida que son leídas, influyen, en la medida que influyen, pervierten, en la medida que pervierten, afectan un hecho primordial: en Cuba –esto se infiere– todos los ciudadanos son ortodoxos en cuanto a la visión y la aplicación del marxismo-leninismo y nadie tiene el mismo derecho a no serlo.

Todito te lo perdono menos faltarle a mi encuadre

En 1991, como adenda a un comentario sobre Fresa y chocolate –aquella simpática novela de Senel Cruz–, CM agrega un “Mínimo contexto informativo” sobre “La homofobia en Cuba”. Cita diversos testimonios recogidos por Ernesto Cardenal en su libro En Cuba sobre las UMAP (Unidad Militar de Ayuda a la Producción), los “campos de trabajos forzados” que desde 1964 encerraban a las “lacras sociales”. CM destaca uno de esos testimonios:

Empezaron a llevar gente para el UMAP. En aquellos tiempos no había cerveza. Y ponían un sifón de cerveza en una esquina, y allí recogían a tipos raros, no integrados a la Revolución. Especialmente homosexuales. Los homosexuales estaban más bien felices en los campos de concentración, pues un lugar donde ellos estén concentrados será como paraíso para ellos. Allí los homosexuales se volvían más homosexuales; algunos se pintaban… Se vieron cuadros horribles. Muertes, por ejemplo. Porque se suicidaban. Yo una vez vi ahorcado a un homosexual. El trabajo era duro. Trabajábamos de 12 a 16 horas diarias. El domingo el trabajo era sólo de 12 horas. Estábamos rodeados de una alambrada de dos metros y medio de alto.

Y concluye:

En las asambleas condenatorias donde resulta sospechoso quien se atreve a defender a alguien acusado de homosexual, se prueba lo evidente: según la dirigencia revolucionaria, y la sociedad que vitorea sus decisiones, el homosexual no es ni puede ser ciudadano de la República, es por esencia un extraño, y ese criterio se mantiene no obstante el número comparativamente alto de creadores homosexuales (entre ellos Lezama Lima, Emilio Ballagas, Virgilio Piñera, René Portacarrero, Raúl Miliá). Y sólo la crítica de los intelectuales europeos logra la liquidación de la UMAP a fines de 1967, sin autocrítica de por medio. En 1971, el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura de Cuba reitera la tesis: la homosexualidad es “delito ideológico”. De paso, el Congreso pide -como “principio militante”- la represión activa de la homosexualidad en todas sus “formas y manifestaciones”. La comisión encargada propone diversas pruebas para la identificación del homosexual, el estudio de su “grado de deterioro” y el “saneamiento de focos”.

En 2001, CM se enojó aún más con Fidel. Un digno diario de “izquierda” publicó un suelto sobre el SIDA en Cuba titulado “Baja en Cuba la propagación de la enfermedad” en el que se describe la forma en que Fidel dispuso tratar a los enfermos, incluyendo su internación forzada en los “sidatorios”. Monsiváis protestó con una carta en la que dice que está “convencido desde hace tiempo del carácter dictatorial del gobierno de Cuba” (si bien, como disponen los cánones, registra el apoyo que el bloqueo aporta a la dictadura) y juzga que el internamiento forzado es expresión de esa mentalidad dictatorial disfrazada de humanismo:

¡Qué humanismo! Aislados, sentenciados a no mezclarse con los sanos “porque los contagian”, dedicados a sólo pensar en su enfermedad, sin posibilidad de trabajar (algo que la mayoría realizaría sin problemas), los seropositivos y los enfermos conviven con su mal y supongo llegan a quererlo. Algunos ya no salen de su “montaña trágica”, otros se instalan en el régimen ambulatorio, nómadas vigilados que no deben ver en su libertad un derecho sino un regalo del gobierno.

Esto no es vida; mejor con sida

Un aspecto espeluznante de esa internación forzada (como narra Alejandro Brito director de La letra S) cercano a Monsiváis fue que en 1989 y después

alrededor de 200 jóvenes cubanos, hombres y mujeres, se inocularon a sí mismos sangre infectada. ¿El motivo? Ingresar a los sanatorios especiales construidos por el régimen para aislar a portadores y enfermos de VIH/sida.

Por increíble que parezca, estos jóvenes lo hicieron como una medida desesperada para escapar a la represión policiaca. Eran jóvenes roqueros en su mayoría, de “conducta social errante y nómada” (según descripción del jefe del Sanatorio de Pinar del Río, Rolando Piloto), que por su aspecto y gusto por el rock pesado sufrieron la persecución de las autoridades.

Fatal paradoja, sólo con su status de seropositivos se les dejaría en paz y podrían, al fin, escuchar y tocar música de rock. No fue una acción suicida. Por la ausencia de información pensaron que en pocos años se encontraría el remedio a esa enfermedad…

Ni un átomo chico, chico

Al día siguiente del tránsito del (co)mandante, luego del mandatado “¡Hasta la victoria, siempre!” y una foto viril, el mismo digno diario recogió una declaración terminal (2006) de semper Fidel:

“He cometido errores, pero ninguno estratégico, simplemente táctico. No tengo ni un átomo de arrepentimiento de lo que hemos hecho en nuestro país y de la forma en que hemos organizado nuestra sociedad”.

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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