Mitos, datos y relatos

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John M. Ackerman

El mito de la transición democrática

México, Planeta, 2015, 320 pp.

El 12 de junio de 2012, miembros del Observatorio Universitario Electoral, entre quienes figuraba prominentemente John Ackerman, presentaron los resultados de la encuesta de preferencias electorales que encargaron a la empresa Berumen y Asociados. La descripción fue bastante sui géneris; los datos fueron organizados en rangos de preferencias y no solamente como promedios de los diferentes modelos estadísticos aplicados. Como el límite mayor del rango de preferencias de López Obrador (22.8 a 31.8%) se traslapaba con el límite menor del rango de preferencias de Enrique Peña Nieto (30.9 a 35.9%), aunque en los promedios el priista tenía seis puntos de ventaja sobre el tabasqueño (33.4 a 27.3%), los patrocinadores de la encuesta decidieron que su ejercicio estadístico mostraba un “empate técnico”.

Ante la controversia desatada por esta interpretación, John Ackerman y Edmundo Berumen acudieron al programa de Carmen Aristegui en cnn, donde el primero, tras revolucionar la industria de las encuestas con su definición peculiar de “empate técnico”, admitió sin reservas que una lectura “más rápida” y “tradicional” –como acostumbran las encuestadoras– le daba la ventaja a Peña Nieto por seis puntos porcentuales. Esa lectura rápida y tradicional del promedio de la encuesta coincide casi por completo con la diferencia final entre ambos candidatos que arrojó el conteo oficial de los votos. Es decir, donde muchas –demasiadas– casas encuestadoras fallaron ridículamente, John Ackerman presentó una encuesta que acertó en predecir el margen de victoria del ahora presidente de México. Y sin embargo, en vez de reclamar el merecido crédito por este logro, Ackerman ha dedicado todo un capítulo de su nuevo libro a argumentar que las elecciones de 2012 muestran una situación de “fraude institucionalizado” en México.

Este episodio ilustra a la perfección lo que a mi juicio define mejor los escritos de John Ackerman: la evidente incomodidad, el descuido, los jaloneos entre el relato del autor y sus datos. El libro es una colección de momentos en los que Ackerman, después de adelantar un relato sobre la gravedad del país y los culpables, procede a desmantelarlo metódicamente con referencias a situaciones concretas. El ejemplo más notorio es el que le da título al libro. Dice Ackerman en su introducción: “Uno de los mitos más nocivos, que debilita la movilización social y limita el desarrollo de una conciencia crítica entre los mexicanos, es la idea de que en la última década y media, supuestamente ‘transitamos’ hacia un régimen político más democrático.”

Puestas así las cosas no hubo transición y los que defienden esta perspectiva tratan de desmovilizar y adormecer la “conciencia crítica entre los mexicanos”. Sin embargo, en el capítulo siguiente (“El retorno del dinosaurio”), nos enteramos de que bajo la “pluralidad democrática que imperaba hasta 2012” el Poder Legislativo tuvo el periodo más prolífico de su historia, acotando las prerrogativas del Ejecutivo; hubo “gobiernos divididos, se creó la Auditoría Superior de la Federación, se dotó de autonomía a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, se aprobó una nueva Ley de Servicio Civil de Carrera y se impulsaron diversas reformas constitucionales históricas de gran calado en las materias electoral, de justicia penal, derechos humanos, juicio de amparo y acciones colectivas”. Parece entonces que los mexicanos tuvimos la fortuna de contar con el régimen autoritario más comprometido con la apertura política de la historia.

El libro es una continuación de las columnas semanales de Ackerman, lleno de relatos y comparaciones desorbitadas (Mao Zedong y Peña Nieto, por ejemplo), y frases muy estridentes. Lo mejor del John Ackerman académico, su discusión de la teoría jurídica del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (tepjf), se ve eclipsado de antemano por el título del capítulo donde se inscribe. El autor afirma que el “marco jurídico en material electoral en México es infinitamente mejor que el de Estados Unidos” y que el tepjf ha dado muestras de una “sofisticada teoría de la libertad de expresión” y de audacia procedimental, para luego criticar su conservadurismo al aplicar esas teorías de interpretación jurídica de avanzada a casos concretos, especialmente la fiscalización del financiamiento y la cobertura mediática durante la pasada elección presidencial. Aquí, Ackerman nos coloca en un terreno fértil para la crítica fundamentada y la discusión de alternativas. Aunque la cantidad de referencias con las que apuntala su análisis es limitada (catorce notas en todo el capítulo, cinco de ellas de sus propios trabajos), se nota que el autor está en su elemento. Al final, sin embargo, la conclusión solo repite el relato plano del inicio: en México se vive una situación de “fraude institucionalizado”, lo cual equivaldría a decir entonces que los puntos finos y los matices que analizó con anterioridad son irrelevantes.

Ackerman tiene intuitivamente razón en muchas cosas: nuestro país vive años en extremo difíciles y padece una clase política en su mayoría rapaz y autoritaria. Las alternativas que plantea, sin embargo, son más difíciles de apreciar porque proceden de un voluntarismo radical y mucho wishful thinking. El pensamiento político de John Ackerman no ha florecido aún, pero las semillas están en varias partes de este libro: referencias a la construcción de una contrahegemonía popular al discurso neoliberal, la posibilidad de reelaborar el nacionalismo como una plataforma de inclusión social y vinculación con las luchas sociales en el exterior, la profundización de una teoría de interpretación jurídica para la defensa de la democracia y otras más. Quizá Ackerman pudo haber dividido este esfuerzo editorial para publicar dos libros: una recopilación de sus columnas, por un lado, y una discusión seria, profunda y en diálogo con las perspectivas contemporáneas sobre democracia y transformación social, por el otro, y así dar pie a un debate que le urge a la izquierda mexicana. Ojalá se anime para la próxima. ~

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Politólogo, egresado de la UNAM y de la New School for Social Research.


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