Contra la talibanización en la UNAM

Una reflexión acerca de la imposibilidad de expresar posiciones distintas a las de una minoría violenta dentro de la UNAM.
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Un grupo diminuto de estudiantes y miembros del Sindicato de la UNAM (STUNAM) impidió la semana pasada que el senador Francisco Labastida (PRI) leyera una ponencia en el seminario “Reflexiones sobre la reforma hacendaria” organizado por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional.

Al comenzar el acto, el grupo coreó: “Repudio total a Labastida en la UNAM”. Cuando el senador procuró hacerse escuchar, el grupo lanzó la hipótesis “El PRI y Labastida son la misma porquería”, la encontró irrefutable y expulsó al senador de la UNAM. Mientras se retiraba, el grupo coreó repetidamente el axioma económico-filosófico “culero”.

El principio voltaireano de no estar de acuerdo con lo que alguien dice, pero defender su derecho a decirlo, fue sumariamente substituido por el “derecho” de un grupo a impedir la expresión de quien no comulga con él: un “derecho” talibán que agravia seriamente los principios de una universidad, no se diga de una que es además laica y popular. 

El director de la facultad, Leonardo Lomelí, encomiablemente declaró que se identificaría a los responsables y se les aplicarían “las sanciones que correspondan”. Lo primero resultó fácil, pues su líder se identificó ante los medios como José Eduardo Amador Gordillo, profesor de la facultad y miembro del STUNAM.

Luego, el profesor Amador Gordillo explicó ante las cámaras que “no podemos permitir que los neoliberales vengan a pasearse a nuestra facultad” y estimó que expulsarlos “es una obligación”. Después sintió que debía agregarle marco teórico al asunto y dijo: “La UNAM es el centro de la lucha de clases, simple y sencillamente. Nuestro sindicato es un instrumento de lucha de clases. Labastida representa al enemigo, es representante de la burguesía, y nuestro sindicato defiende los intereses de los trabajadores”.

Tanto el agravio contra el senador Labastida como las declaraciones del líder Amador Gordillo –vale la pena– pueden verse aquí.

(También vale la pena la participación del “estudiante” que sale de patiño del líder.)

Una pasada por google muestra que este líder figura como “adjunto de Asuntos Universitarios del STUNAM” y como militante del Frente Popular Revolucionario (marxista-leninista).

Desde luego (como cualquier universitario) defiendo el derecho del Prof. Amador Gordillo a militar donde le venga en gana y a decir lo que pueda, pero (como todo universitario) repruebo que considere a la censura previa y a la expulsión por la fuerza derechos que le ha otorgado la lucha de clases. ¿Habrá que temer el día en que el Prof. Amador Gordillo declare “enemigo de clase” a otros profesores o investigadores? ¿O a que considere que un programa de estudios reproduce “las condiciones de explotación” y debe ser vetado?        

Más allá de que el episodio fue sensatamente minimizado aun por el senador Labastida –la primera víctima–, no creo que deba hacerlo la UNAM, que es la víctima principal. ¿Aplicará “las sanciones que correspondan” a esta violación a su Estatuto General? El artículo 2 dice que

 

para realizar sus fines, la Universidad se inspirará en los principios de libre investigación y libertad de cátedra y acogerá en su seno, con propósitos exclusivos de docencia e investigación, todas las corrientes del pensamiento y las tendencias de carácter científico y social; pero sin tomar parte en las actividades de grupos de política militante, aun cuando tales actividades se apoyen en aquellas corrientes o tendencias.

Por lo mismo (arts. 95-97) el Estatuto considera “causas especialmente graves de responsabilidad la realización de actos concretos que tiendan a debilitar los principios básicos de la Universidad”, así como “la hostilidad por razones de ideología o personales, manifestada por actos concretos, contra cualquier universitario o grupo de universitarios.”

Sin embargo estos reglamentos sólo aplican a académicos y a estudiantes, no a los trabajadores sindicalizados de la UNAM. Al parecer, esos trabajadores sólo pueden ser sancionados si su propio sindicato juzga que cometieron falta (por ejemplo, “incurrir, durante sus labores, en faltas de probidad u honradez, en actos de violencia, amagos, injurias o malos tratos en contra del personal directivo o funcionarios de la Universidad, salvo que medie provocación o que obre en defensa propia”).

Claro que, de llegar a darse tal situación (cosa que, desde luego, dudo), el Prof. Amador Gordillo siempre podrá alegar que toda lucha de clases es, por principio, en defensa propia. Por mi parte, creo que las personas que se arrogan el derecho de expulsar a quienes no piensan como ellas son, ellas sí, las únicas que no tienen sitio en la UNAM.

(Una versión resumida de este comentario apareció en el diario El Universal)

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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