World of Warcraft y el encanto del CGI

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Mi relación con World of Warcraft no es tan distinta a la relación que sostiene un alcohólico en recuperación con la botella. Verán, durante poco más de dos años estuve inmerso en el mundo virtual de ese juego: un universo proto tolkieniano de dragones y elfos, ogros y magos, castillos y mazmorras. Para quien no sepa de qué va, aquí un breve esbozo: World of Warcraft (o WoW) es un MMORPG (o massive multiplayer online role playing game) en el que cada jugador crea un personaje, escoge la raza y la clase del mismo, y durante cientos de horas lo lleva, como una especie de turista belicoso, por el mundo de Azeroth mientras hace equipos, conoce otros avatares y batalla contra alimañas fantásticas, ejércitos enemigos y criaturas míticas. No pretendo caer en hipérbole cuando aseguro que WoW es tan o más adictivo que una droga. El mundo en el que vive nuestro avatar es de una amplitud inigualable: el que escoge visitar Azeroth se sorprende al darse cuenta de que no quiere irse nunca. La cantidad de misiones para llevar a cabo, los rincones magníficamente detallados del mundo sintético, las relaciones interpersonales que ahí se forjan, todo esto teje una telaraña de la que es dificilísimo escapar. Tampoco miento al decir que, tras meses de vivir a través de nuestro avatar, acabamos por tenerle afecto. Aún recuerdo esa tarde en la que, con dedos temblorosos, cerré la pantalla por última vez, despidiéndome de mi troll hechicero.

Blizzard, la compañía responsable del fenómeno WoW (que cuenta con más de nueve millones de suscriptores en el mundo), tiene una estrategia prácticamente infalible para volver a jalarnos al vicio. Cada dos años publican expansiones: ampliaciones al software original que, una vez instaladas, añaden contenido al juego: nuevos personajes, nuevos retos, nuevas zonas a explorar. Y como campanazo para dar a conocer estas expansiones, Blizzard lanza un trailer de no más de tres minutos de duración, animado por computadora, en el que nos presenta los elementos que ha introducido al mundo de Azeroth.

Era de esperarse que, en un momento en el que los videojuegos cada vez se asemejan más a las películas, la manera de promocionar estos universos interactivos se apegara a las normas publicitarias del cine. Haciendo gala de imágenes generadas a computadora, los trailers de videojuegos se han convertido en un gancho fantástico para despertar el interés del público potencial. Ahí están los promocionales de Gears of War, con sus bandas sonoras melancólicas y disonantes, como muestra. Sin embargo, nadie mejor que Blizzard a la hora de hacer este tipo de trailers.

Desde las primeras entregas de Warcraft se notaba la dedicación que esta empresa le ponía a las secuencias animadas por computadora. Como muestra basta ese video en el que Arthas, protagonista indiscutible de la saga de Warcraft, regresa de la guerra y, tras ser recibido como un héroe, asesina a su padre mientras este le extiende los brazos desde su trono. No obstante, son los videos de las expansiones (The Burning Crusade, Wrath of the Lich King y, más recientemente, Cataclysm) los que de verdad acercan el trabajo de Blizzard a la esfera de lo artístico.

En el último video vemos cómo vuelve a nacer Deathwing, el más temido y más longevo de los dragones de Azeroth. Desde las profundidades del mundo, el gigantesco reptil despierta, parte la tierra en dos y emprende el vuelo, destrozando todo a su paso. La secuencia es de una factura magnífica y, a pesar de una narración descuidada y repleta de superlativos (my hatred burns! The world heaves with my torment!), su potencia visual es innegable. No obstante, la obra maestra de Blizzard sigue siendo el trailer que hicieron para Wrath of the Lich King. La secuencia combina un monólogo que el rey Terenas, padre del príncipe Arthas, le dijo a su hijo antes que este lo traicionara, con las imágenes del príncipe trastornado por sus propios actos, convertido en general de un ejército macabro, mientras despierta a una criatura siniestra desde las entrañas de Northrend. Más allá de los elementos meramente estéticos del trailer –la música es acertadamente ominosa, la desolación de la nieve es recreada de forma magnífica -, lo que llama la atención de la secuencia es la elegancia de sus recursos. Es la idea central del video –escuchar las palabras que Terenas alguna vez le dijo a Arthas mientras vemos la abominación en la que este último se ha convertido- la que verdaderamente emociona y sorprende. Sonará a herejía, pero es la realidad: ya hubieran querido George Lucas y Peter Jackson tener un trailer de este calibre para cualquiera de sus trilogías.

http://www.youtube.com/watch?v=nmSrBXRUrls

Todo lo anterior me lleva a algo más: uno de los motivos, rara vez mencionados, por los que WoW ha sido un éxito tan arrollador. Aunque muchos de los que tildan a los videojugadores de vírgenes sempiternos (nerds que viven en los sótanos de las casas de sus padres) dirán lo contrario, lo cierto es que Azeroth vale la pena visitarse porque Blizzard tiene el mérito de haber creado un mundo fantástico, vasto y profundo. Claro que WoW le roba elementos a Tolkien, pero no más de lo que Rowling le robó a la mitología de decenas de culturas. La riqueza del universo de Warcraft es ineludible, y es por eso que más de nueve millones de personas lo juegan todos los días o todas las semanas. Yo decidí salirme porque con una vida me basta. Pero no puedo mentir: cuando veo esos trailers promocionales me pregunto cuál de las dos vidas que he tenido me gustaría vivir más.

-Román Cabeza

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Profesor adjunto de Cinema Studies en la Universidad de Edmonton. Autor de Kinesis o no Kinesis: ¡Cinema Verité!


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