¿Por qué importa Hitchens?

Ante un intelectual de sus alcances, esta es quizá la única pregunta que importa. 
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para Yaiza Santos y Jesús Silva-Herzog Márquez

Christopher Hitchens (1949-2011) escribió un breve y bello libro, Why Orwell Matters?, cuyo efecto fue potentísimo: luego del injusto olvido, puso al autor de Homage to Catalonia y a quien fuera uno de los ensayistas más prolíficos, brutalmente brillantes e inteligentes de la lengua inglesa, en circulación. Gracias a Hitchens, los libros misceláneos, las antologías, la obra, pues, de un escritor valiente si los hay, reaparecieron en las librerías. ¿Por qué importa Hitchens? ¿Por qué importa Christopher Hitchens, ahora más que nunca, después de haber partido a ninguna parte, después de dejar de ser?

La pregunta no puede ser a la vez más pertinente y  conmovedora a la hora de su muerte.

Todavía recuerdo el goce intelectual que le causó a mi querido amigo, el poeta Julio Trujillo cuando me regresó el ejemplar de Unacknowledged Legislation que le había prestado días antes. “Me sacudió el cacumen”, confesó el poeta. Como todos los libros de Hitchens, éste no es menos duro e inteligente en la crítica que hace por ejemplo a sir Isaiah Berlin, quien aparece en un ensayo titulado, precisamente, “Goodbye to Berlin”, como un vil mandarín, responsable de que se le negara a Isaac Deutscher una modesta cátedra, o bien como un ambiguo pero siempre presente asesor de los hermanos McGeorge y William Bundy, dos de los principales estrategas de la guerra de Vietnam. Y no se diga de T. S. Eliot, cuyo vergonzoso anti-semitismo es implacablemente diseccionado por Hitchens.

Menciono a estas figuras, “escritores en la esfera pública”, porque los casos de la Madre Teresa, Henry Kissinger, Mel Gibson y Michael Moore y el mismísimo dios todo poderoso, fueron, en ejemplares y aleccionadoras polémicas, sus contendientes más celebres.

He perdido ya la cuenta de las veces que he regalado Letters to a Young Contrarian; en distintas ediciones, hardcover, de bolsillo, en español, en inglés, la última de ellas a alguien a quien me gustaría volver a ver una mañana con cielos despejados como azules promesas de amistad. He llegado incluso al extremo de quedarme sin un ejemplar para mi biblioteca, lo cual en mi caso equivale casi a perder la vista, el tacto, el olfato, los sentidos que sirven lo mismo para afilar los argumentos en  una disputa por una causa digna,  que para orientarse en medio de la mierda de sofistas y cobardes que disfrazan sus fobias y odios en esas palabrejas justificadoras de cualquier imbecilidad y que ya empiezan a escucharse entre nuestros opinadores profesionales, “the narrative”, “the discourse”.

¿Por qué importa, pues, Hitchens? Porque enseña a contrariar, y de paso a salvarte —juro que no exagero— la vida.

Me refiero a la vida más allá de la vida, a tratar todas las certidumbres como lo que son, meras fabricaciones que en los buenos y malos ratos, entre valientes y asesinos por igual, llamamos ilusiones.

Importa Hitchens porque su lectura enseña, tal cual, a aceptar lo irreparable y contradictorio en las opiniones de los otros y de uno mismo.

Importa Hitchens porque busca enseñar a vivir en plena libertad; ya sea bajo el yugo de un régimen político impresentable, corrupto y asesino; ya sea bajo las tradiciones, costumbres y lugares comunes de la cotidianeidad que solamente encubren sutiles y obtusas formas de control social, familiar o individual. No olvido su frase proveniente de sus memorias, Hitch 22: “No es cierto que jamás debas beber solo. Esos pueden ser los tragos más felices que trasegarás en tu vida”.

Importa Hitchens porque algunos entre nosotros lo vamos a extrañar como ya se extraña beber whiskey blended —sí, blended, no esos perfumados single malts para narices respingadas —como a él le gustaba: de buen humor, entre amigos, en conversaciones y discusiones ruidosas.

Importa Hitchens porque, a la par de Montaigne, enseña a morir. Y a morir dignamente.

Importas Hitch querido porque vas a hacer falta. “Empaquen la luna y desmantelen el sol”. Buen viaje y hasta pronto, amigo.

 

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(Montreal, 1970) es escritor y periodista. En 2010 publicó 'Robinson ante el abismo: recuento de islas' (DGE Equilibrista/UNAM). 'Noviembre' (Ditoria, 2011) es su libro más reciente.


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