(Fotografía: Daniel Robles)

Pasatono: música urbana mixteca

Rubén Luengas y su orquesta han logrado aliar una gran catidad de ritmos a la música alegre mixteca
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Oculto tras el llamado género musical “chilena” yace un universo surgido de colisiones, a veces ríspidas y violentas, a veces suaves y afables, entre las sonoridades indígenas de Oaxaca y los ritmos mestizos con influencias africanas, españolas y latinoamericanas que han inundado la región desde la Colonia. Música de banda, chilenas, cumbias, danzones, jarabes, pasodobles, sones y valses, entre otros estilos, se escuchan dentro de este fascinante mundo melódico íntimamente conectado a la vida de la mixteca, donde es conocido como “yaa sii” (música alegre).

Desde hace quince años Pasatono Orquesta, fundada por Rubén Luengas –bajo quinto y director–, Patricia García –violinista– y Edgar Serralde –percusión y voz–, difunde y enriquece este repertorio, en un inicio como trío y posteriormente como una orquesta con barítono, clarinete, contrabajo, jarana y trompeta.

Para el álbum Maroma (2014), la banda interviene la tradición; en palabras de Luengas, originario de Tezoatlán de Segura y Luna: “la música se mueve, sigue viva, y eso es lo importante; mi deber, como mixteco y artista, es hacer una propuesta distinta y propia. Retomo el término ‘intervención’ de los artistas plásticos, y la hago en la tradición musical, lo que se refleja en un manejo más preciso de los metales y en un juego más dinámico entre voces, melodías y arreglos”.

Lo anterior deriva en un sonido que se puede insertar en el circuito transnacional etiquetado como world music: basta escuchar “Obertura Maromera”

que fusiona ritmo africano y melodías de jazz con rumba danzonera y cadencia de metales que evoca a los Balcanes, para entender que Pasatono está renovando su tradición. Esto atrajo a la emblemática compañía Discos Corasón, que además de distribuir el nuevo álbum del grupo mixteco lo tuvo en su Festival Balagan 2014.

Antídoto urbano 

Fiel a la tradición migrante mixteca, Luengas llegó a la ciudad de México con su familia a inicios de los noventa y, como él mismo comenta, en la capital descubrió su vocación de etnomusicólogo.

“En la búsqueda del México profundo encontré las mesas de concheros en el DF, y estuve un tiempo con la Mesa del Santo Niño de Atocha. Fue una experiencia muy enriquecedora que me llevó a la Escuela Nacional de Música, donde descubrí la etnomusicología, y me fascinó el planteamiento entre investigación musical y antropología”.

En la escuela Luengas logró reconciliarse con sus raíces a través de la música: conoció a Patricia García, oaxaqueña amante de la música tradicional de su tierra, y junto con el capitalino Edgar Serralde, presentaron en vivo el 4 de septiembre de 1998 un fonograma de música mixteca compilado por Luengas. Así inició la agrupación, que se convirtió en un escudo contra el torbellino de 20 millones de habitantes, cuya intensidad era tan agreste como fascinante.

“Pasatono era nuestro paliativo emocional para aguantar la ciudad que veíamos como un monstruo. La ciudad nos dejó muchas cosas, la queremos y respetamos, pero en esos momentos la música nos permitía estar ahí, porque veíamos muy lejos y difícil regresar a Oaxaca; Pasatono era nuestra dosis de Oaxaca en la ciudad de México.”

Con los años, Luengas fue haciendo suyo el DF, sobre todo cuando comenzó a trabajar en el INBA. Pero en 2003 la espina de la “patria chica” le punzó el corazón y abandonó el sueldo quincenal para “aventarse al vacío” y dedicarle más tiempo a Pasatono y a la difusión cultural en su pueblo.

“Regresé a Tezoatlán y ahora veo que tomé la mejor decisión: generamos un movimiento cultural que diez años después tiene resultados. En mi pueblo no existía una sola actividad cultural, no sabían qué era un concierto, los niños no sabían qué era un museo”.

Ahora el pueblo cuenta con un museo, en su feria tocan músicos destacados del país; también hay diversos talleres para niños y una orquesta infantil.

En ese periodo Pasatono lanzó sus discos Yaa sii (2004), Tonos de nube (2005) y La Tiricia (2009); Luengas, por su parte, compiló música mixteca en El viejo repertorio de la banda mixteca (2004) y Yaa, ntaa, chilena… La otra chilena (2009), esenciales para reinterpretar la chilena y verla como algo más que un género influenciado unilateralmente por la cueca peruana.

Gracias a ello y a una reciente investigación del etnomusicólogo Alexander Stewart, se sabe que la chilena engloba diversos microuniversos musicales de la Costa Chica. Dentro de este complejo está la “yaa sii” mixteca, con sus peculiaridades instrumentales (predominio de cuerdas) y armónicas (uso de acordes en primera inversión).

 

Disco y maroma

En la mixteca también se dieron encuentros más allá de la música, desde el sincretismo entre las culturas circenses indígenas y europeas que dio origen a la maroma, hasta las caravanas romaníes que llevaron el cine a la región. El nuevo álbum de Pasatono, Maroma, además de propiciar el entrecruzamiento de géneros locales y globales a partir de la cosmovisión mixteca, rinde tributo a estos encuentros culturales.

“La  maroma es un espectáculo emparentado con las artes circenses, no lleva animales, no tiene carpa y se hace al aire libre en las noches, lo que le da un toque mágico, surrealista”, explica Luengas. “Acrobacia, trapecio, funambulismo, prestidigitación… son elementos de este espectáculo que gira alrededor de la música, el baile y la versada del payaso.”

Así, la producción tiene piezas como “Los Juegos de Salón”, una marcha/chilena para acrobacia de piso; “Alambres”, una chilena para funambulista, o el vals para trapecio “La Bandolera”, cuyo nombre se refiere a la mítica figura femenina que embrujaba con su belleza a los a los ebrios, quienes la seguían hasta la laguna, donde morían ahogados. A través de una metáfora, en esta pieza se liga la muerte humana con La Matanza de Chivos.

“Esta es una fiesta muy grande; por día llegan a la galera, no sé, 300, 500, 700 chivos; una cuadrilla de mixtecos los empieza a matar y por un canal en medio corre la sangre de forma impresionante.”

En el disco, la cultura de la cabra, esencial en la mixteca, se expresa también con el sonido del “chivófono”, una marimba inventada por Luengas a partir de siete cencerros de chivo, que pone ritmo de cumbia a la pieza “Sazón”.

Para el Festival Balagan, el célebre payaso Alfonso Jiménez, de Amatitlán, acompañó a Pasatono con una cantada, un verso y un saludo tradicional; más adelante, la banda presentará el disco y para ello espera incluir también funambulismo y trapecio en vivo.

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Sociólogo, etnomusicólogo, periodista y DJ.


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