El tumulto de 1624 de la ciudad México en Holanda

Un grabado que ilustra el tumulto de 1624 de la ciudad México fue publicado en 1698 en Holanda. ¿Cómo fue que esa noticia se coló de un continente a otro?
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En una página de la Crónica Histórica de Johann Ludwig Gottfried de 1698 se lee lo siguiente: “moros, indios y mexicanos atacan el Palacio del Virrey en Nueva España”.[1] El grabado, propiedad de la biblioteca del Rijksmuseum en Ámsterdam, que ilustra el texto coincide puntualmente con las crónicas novohispanas del tumulto de la ciudad de México de 1624. En la mañana del 15 de enero, miles de personas —en su mayoría, indígenas, africanos y afrodescendientes— tomaron el Palacio del virrey (hoy, Palacio Nacional) debido al descontento que habían causado las reformas del marqués de Gelves. Estas medidas afectaron el abasto de maíz en la capital y enfrentaron a dos sectores de la Iglesia católica: el clero regular, esto es, las órdenes mendicantes que habían evangelizado a la colonia, pretendían desplazar al clero secular. El conflicto estalló entre el destierro del arzobispo de México, Juan de la Serna, y la excomunión del virrey.

En la imagen del grabado, niños y adultos arrojan piedras a la fachada del edificio, justo como lo describe uno de los testigos: “había tantas piedras que si a propósito se hubieran dispuesto en un montón a la mitad de la Plaza Mayor, no las habrían tenido tan a la mano”.[2] A la derecha, un hombre echa más leña a una hoguera: “se había puesto fuego a las puertas del palacio”.[3] El humo sube hasta el balcón, donde un grupo de soldados toca el clarín en señal de auxilio.[4] “Se pusieron escaleras que daban a las ventanas, las trajeron los indios que trabajaban en la Catedral”; un clérigo sube por una de ellas, con un estandarte en una mano y la cruz en la otra: está a punto de tomar el edificio y el gobierno de la ciudad; en la esquina aparece un contingente de curas armados, “vimos que los que causaban el tumulto y mayor alboroto eran clérigos”. Dos hombres africanos, probablemente esclavos, observan la escena.

En palabras de Gibrán Bautista, “no es fácil imaginar la toma del centro de la ciudad de México por 30,000 sublevados”.[5] Mucho menos, que el tumulto se registrara en un grabado. Hoy en día estamos acostumbrados a las fotografías de marchas, protestas y revoluciones, pero en el siglo xvii la información no recorría el mundo y, en definitiva, no circulaban este tipo de imágenes. La mayoría de los grabados de la época son retratos del rey e imágenes de santos. Además, el imperio español tenía agentes que confiscaban los libros prohibidos que habían logrado viajar desde América al puerto de Sevilla. Incluso contrataba a ciertos escritores para que redactaran las noticias conforme al interés de la monarquía. La propaganda no hacía mención de las ideas políticas de los rebeldes; pero se escribía minuciosamente acerca de la destrucción y los incendios. Tampoco se registraban las negociaciones entre los líderes de la revuelta y los representantes del gobierno, en cambio, a los primeros se les representaba como bestias crueles y sanguinarias. La disidencia se presenta(ba) como un caos que ponía en peligro a la población. De ahí que sea una sorpresa encontrar una imagen tan precisa del tumulto de 1624.

¿Qué hace este grabado en Ámsterdam? ¿Cómo fue que esta noticia se coló de un continente a otro?, ¿y qué conseguían los holandeses al publicar algo que había ocurrido del otro lado del Atlántico? La respuesta puede estar en la manera en la que se articuló la protesta de los rebeldes, esto es, en las proclamas que se oyeron ese día en la Plaza Mayor. A pesar de los motivos económicos —entre 1618 y 1624, el precio del maíz en la capital se había incrementado en 100% mientras que en los alrededores había subido un 230%— y de las diferencias entre las élites católicas, los gritos que se oyeron el 15 de enero de ese año definieron a los bandos del conflicto en dos: cristianos y herejes, católicos y protestantes. El cisma de la Iglesia no era la razón del enfrentamiento, pero “luterano” era el insulto más a la mano contra el virrey el Gelves: “¡muera, muera el perro cismático y compañía!”, “¡vamos a matar a aquel hereje descomulagado luterano antes de que se nos huya!”.[6]

Sin embargo, a los protestantes de Holanda, que vivían un año más de la guerra de independencia de España, les vino redondo que el tumulto se articulara en esos términos. De ahí que Johann Gottfried decidiera incluir la noticia en su libro, una historia del mundo desde el Génesis hasta las reformas luteranas en Alemania. Así, es probable que la rebelión de la ciudad de México le sirviera a los holandeses para rechazar el dominio español.  Las mismas crónicas novohispanas enfatizaron el carácter religioso del acontecimiento, en vez del económico. Algunas acusaron a los rebeldes de profanar las ceremonias católicas, como lo hacían los musulmanes: por ello, Gottfried relata que participaron “moros” en la toma del Palacio.[7] Aunque también puede ser que los holandeses intercambiaran la palabra “moro” por “negro”: de acuerdo con las teorías raciales del momento, los árabes tenían sangre africana.

La coincidencia y la conveniencia política hicieron que Jan Luyken grabara el momento álgido del tumulto, y gracias a ello contamos con el que probablemente es el único registro visual de aquel tumulto. Uno que, por cierto, todavía no se ha estudiado a profundidad, ya que una parte importante de la academia investiga exclusivamente a México, sin advertir la relación entre América y Europa. Esta imagen, en cambio, nos anima a pensar la historia en un marco atlántico y global, y no sólo nacionalista.

 



[1]Agradezco a Lotte Jaeger, del Departamento de Información de la Colección del Rijksmuseum, por la traducción de este fragmento.

[2]Gibrán I. Bautista y Lugo, “Los indios y la rebelión de 1624 en la ciudad de México”, en Felipe Castro (coord.), Los indios en las ciudades, México,unam-iih, 2010, p. 168.

[3]Passim, Cristóbal Ruiz de Carrera, Algunos singulares y extraordinarios sucesos… en Gibrán I. Bautista y Lugo, op. cit.

[4]Rosa Feijoo, “El tumulto de 1624”, El Colegio de México, p. 55.

[5]Gibrán I. I. Bautista y Lugo, op. cit., pp. 225.

[6]Fernado Mesa y Durán, Relación verdadera que vide y passó ante mi presencia en quince de henero de mil e seiscientos e veinte y cuattro, folio 3, Archivo General de Indias, Sevilla.

[7]Ver Gibrán I. Bautista, op. cit., p. 211.

 

 

 

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(Ciudad de México, 1986) estudió la licenciatura en ciencia política en el ITAM. Es editora.


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