Arizona: ¿un modelo para el país?

Con el título bilingüe “Yo Decido. Why Latinos Will Pick The Next President”, la revista Time puso nuevamente en el centro de la discusión política el tema del impacto del voto latino.
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En el debate más reciente entre los pre-candidatos presidenciales del partido republicano, cuya sede fue Arizona, uno de los principales temas fue la política migratoria. En estos debates, la conversación sobre migración siempre inicia con los ya típicos comentarios sobre la seguridad del país y la necesidad de continuar fortaleciendo el control de la frontera por medio de vallas y muros, dobles y triples, más altos y más extensos, mejor tecnología y más personal de la Patrulla Fronteriza. Es una inversión de miles de millones de dólares y, desde hace dos décadas –cuando iniciaron los primeros operativos de control de la frontera—, cada año sigue aumentando ese presupuesto. Hasta muy recientemente, no se había detectado una reducción de los flujos migratorios como resultado del control de la frontera. Sin embargo, este aspecto de la política migratoria, junto con los controles internos, se ha vuelto la premisa sobre la cual se basan los demás elementos de una reforma migratoria: programas de trabajadores temporales y regularización de los migrantes indocumentados.

Aún en un contexto en el que se han reducido los flujos de indocumentados (lo cual se debe no sólo al reforzamiento de los controles en la frontera pero sin duda es una de las razones), para los republicanos este sigue siendo el principal enfoque. En el debate, Ron Paul hablaba de que en lugar de preocuparse por la frontera entre Pakistán y Afganistán había que poner más recursos en la frontera de Estados Unidos y dejar de compensar a los inmigrantes que “se aprovechan de los recursos públicos”. Newt Gingrich hablaba de que en San Diego y Tijuana la construcción de la barda fronteriza desde mediados de los años noventa ha sido un gran éxito. Reconoció que los flujos se han trasladado a otras partes de la frontera pero no habló de las consecuencias en términos del número de personas que han fallecido; más bien se enfocó en la necesidad de extender la barda a lo largo de toda la frontera con un compromiso de completarla en 2014, eliminando todo tipo de regulaciones que pudiera imponer el gobierno federal para obstaculizar este proyecto.

Aún más preocupante fue la respuesta de Mitt Romney sobre qué haría para resolver la situación de 11 millones de indocumentados en el país. Romney inició su respuesta hablando sobre las controvertidas políticas y prácticas de control migratorio en Arizona como un modelo para el país (en especial el uso de la base de datos E-Verify para que los empleadores verifiquen el estatus legal de sus empleados). “Como lo ha comprobado Arizona, sólo así es posible detener la migración indocumentada”, concluyó Romney. Rick Santorum coincidió en que el gobierno federal debe darle la oportunidad a gobiernos estatales como el de Arizona y al Sherriff Arpaio (quien estaba entre el público, y quien actualmente enfrenta un juicio por parte del gobierno federal por presunto uso de perfiles raciales en la detención de migrantes indocumentados) de continuar su trabajo y poder detener y deportar a quienes se encuentran en el país de manera ilegal.

Finalmente, el moderador, John King de CNN, comentó que incluso algunos republicanos como Marco Rubio, senador por Florida (de quien se ha hablado como un posible candidato a la vicepresidencia) han señalado que la retórica que han utilizado hasta el momento los cuatro candidatos ha sido “dura, intolerable e injustificable”. Además, Rubio ha advertido que esto puede alejar a los votantes latinos del partido. Ninguno de los cuatro aspirantes a la presidencia tuvo una respuesta clara al respecto.

Los costos que esta retórica puede tener en la elección son el tema principal del número más reciente de la revista Time. Con el título bilingüe “Yo Decido. Why Latinos Will Pick The Next President”, y una portada llamativa con fotos de “las caras del voto latino” (que ya ha sido objeto de varias críticas, como haber incluido a un hombre que no es de origen latino y no haber incluido a ningún afro-latino) la revista puso nuevamente en el centro de la discusión política el tema del impacto del voto latino. El artículo principal argumenta que los latinos serán el factor definitivo de la elección en varios estados indecisos (“swing states”), dentro de los cuales ahora se incluye Arizona.

Mientras los republicanos debaten quien tendrá la política más dura contra los indocumentados, Obama y su ejército de voluntarios a lo largo del país ya están tocando puertas para registrar votantes. Tal como lo describe Wilbert Torre en Obama Latino, en esta elección, el equipo de Obama está buscando aliados y movilizando a sus voluntarios en ciudades clave, como Phoenix, para ganarse el voto de este grupo, puerta por puerta.

El artículo de Michael Scherer, “Por qué los latinos van a dar un giro a la elección de 2012”, resume una serie de estadísticas contundentes sobre el peso político de los latinos y explica dos puntos fundamentales para entender a este bloque. Primero, no son un bloque “más que en el nombre”: hay una gran diversidad dentro de esta categoría de “latinos” que agrupa distintas nacionalidades, y lealtades políticas determinadas por su historia familiar y su ubicación geográfica dentro del país. En segundo lugar, aunque tradicionalmente han votado mayoritariamente por el partido demócrata, tienen muchos puntos de coincidencia con los republicanos. Aunque los temas que más les importan a los latinos tienen que ver con la economía, la educación y la salud, y son conservadores en temas sociales, la retórica anti-inmigrante (o “nativista”, según el autor) ha logrado que incluso los latinos más conservadores voten en contra del partido republicano.

En esta elección, el mayor riesgo es que ante la falta de opciones y el desencanto, los latinos no salgan a votar. Jorge Ramos escribe en Time que los latinos se sienten aislados políticamente. No es sólo la retórica de endurecimiento de los controles migratorios por parte de los republicanos y la criminalización de los “ilegales” (como generalmente se refieren a los migrantes indocumentados), sino que ni siquiera han hecho propuestas –aunque sean moderadas— para solucionar el tema de la migración indocumentada. En cambio, rechazan hasta el Dream Act, que antes había sido apoyado por Bush y McCain.

Pero la opción de votar por el partido demócrata tampoco es clara. Obama no sólo incumplió su promesa de una reforma migratoria en su primer año de gobierno,  sino que aumentó las deportaciones a los niveles más altos en la historia. Aunque haya hecho algunos cambios administrativos en este último año para usar discreción procesal y evitar que personas que no han cometido algún crimen sean deportadas, es posible que esto sea percibido como muy poco y demasiado tarde (“too little, too late”).

En los próximos meses veremos qué tipo de modelo es Arizona. En abril se emitirá el fallo sobre la legalidad de la ley SB 1070, el cual sentará un precedente para otros estados en los que se han aprobado o propuesto iniciativas de ley similares para autorizar a la policía estatal detener a personas a quienes se sospeche de estar indocumentados en el país, entre otras medidas. De camino a la elección de noviembre veremos si el partido republicano continúa apelando a la base más conservadora en política migratoria y apostando en contra del voto latino; también  veremos si los ajustes que ha hecho Obama a su política migratoria ayudan a reconstruir su relación con este grupo. Finalmente, veremos si los latinos que se han movilizado en contra de las políticas del sheriff Arpaio, de la ley SB 1070, y de la ley SB 2281 que prohíbe los estudios étnicos en Arizona logran levantar al mentado “gigante dormido”, y demostrar que sí pueden cambiar el resultado de la elección.

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es profesora de estudios globales en The New School en Nueva York. Su trabajo se enfoca en las políticas migratorias de México y Estados Unidos.


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