La dama de Birmania

En la última cinta de Luc Besson hay un esfuerzo por presentar al mundo real que no tiene precedentes en una filmografía por demás interesante.
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Birmania, también conocida como Myanmar, ha tenido una historia accidentada. Durante mil años fueron imperio, después, en 1886, cayeron bajo el yugo del colonialismo británico, hasta que en 1947 Aung San negoció la independencia con líderes de distintas etnias para asegurar que el país continuara unificado. Ese año fue asesinado por un grupo antagonista de paramilitares. De 1948 a 1962 se convierte en una república democrática, hasta el golpe de estado que instaura la junta militar que manda hasta nuestros días. La mano dura típica de una dictadura militar lleva cincuenta años de gobierno en el país, con torturas, asesinatos y demás atropellos a los derechos humanos. The Lady (2011) de Luc Besson relata la vida de la activista más importante de Birmania.

La primera secuencia de la película es el asesinato de Aung San, luego brinca en el tiempo al año 1988 en que su hija, Aung San Suu Kyi (Michelle Yeoh), regresa a visitar a su madre enferma. Así sabemos que vive en Londres, está casada con Michael Aris y tiene dos hijos. El papel de esposo lo interpreta David Thewlis, que además encarna a Anthony Aris, el hermano gemelo. Cuando Aung San Suu Kyi pone un pie en Birmania su vida cambia radicalmente. Su visita coincide con revueltas populares que piden revocar el gobierno de facto impuesto por los militares, y ella, sin buscarlo, se convierte en el emblema de la rebelión al ser hija del mártir nacional, cuya memoria es venerada en todo el territorio.

Por un lado está la historia política que ella dirige a lo largo de muchos años de privaciones, intimidaciones y castigos por parte de la autoridad, que prefiere dejarla con vida antes de hacer de ella otro mártir como su padre. De los veintiún años que lleva allá, quince los ha vivido en arresto domiciliario. Cuando en 1991 ganó el premio Nobel de la paz, tuvo que escuchar la ceremonia a través de la radio encerrada en su casa. Por otra parte está la trágica historia familiar, pues uno de los métodos de intimidación de las autoridades es mantenerla alejada de su esposo e hijos, esperando quebrar su espíritu para que regrese a Londres y se olvide del destino de su país natal.

La crítica más profunda que se le puede hacer a The Lady es que el formato de largometraje le quedó corto. El cúmulo de información necesaria para hacer un retrato apropiado de un personaje tan emblemático como lo es Aung San Suu Kyi solo puede ser cubierto por un libro o una serie documental de varios capítulos, que trace su vida en Birmania antes de mudarse a Londres y muchos otros detalles que en la película son omitidos. En este caso, la ficción de Luc Besson hace hincapié en su vida íntima y deja de lado el resto. Por ejemplo, su esposo, el doctor Michael Aris, era autor de libros sobre budismo en las culturas tibetana, himalaya y bhutanesa, un dato relevante para la película que también queda fuera. Pero ese precisamente es el mayor obstáculo que enfrenta el cine: sus límites lo obligan a simplificar, a extraer la esencia descuidando los contornos. Pese a lo anterior, la percepción que se lleva el espectador al ver The Lady es que la cinta es digna de un personaje histórico de semejante envergadura, sin olvidar que hay mucho más detrás de la versión cinematográfica.

Luc Besson abre un nuevo camino en su carrera con una cinta que no se parece a nada que haya hecho antes. Después de obras fantásticas, de aventuras o hasta sus más recientes dibujos animados, The Lady marca una separación que a la vez denota madurez. El tema es algo real: una historia necesaria para un mundo en busca de hombres y mujeres libres que sepan hacerle frente a la adversidad. La más cercana puede ser su versión de la vida de Juana de Arco (1999), basada en una historia tan vieja que se funde con la leyenda, bajo un tratamiento exagerado, casi fantástico. En cambio su mirada a la Birmania contemporánea procura acercarse a la realidad aunque esté filmada en Tailandia (era imposible pensar siquiera en filmar en Birmania bajo el radar de la misma organización militar que ha hecho de la vida de Aung San Suu Kyi una tortura). Hay un esfuerzo por calcar el mundo real que no tiene precedentes en una filmografía por demás interesante.

El paso de The Lady por el país vecino del norte tropezó con la crítica especializada, sospecho que por razones culturales. El estilo de Besson en este caso es seco, al grano, sin muchos momentos grandilocuentes ni sentimentalismos exagerados. Las actuaciones son sutiles, hasta recatadas; dejan mucho para ser leído entre líneas. Las calamidades no son expuestas con lupa como lo haría por ejemplo alguien como Steven Spielberg, y los momentos dulces no son empalagosos. En un tono mesurado se cuenta la trama de una forma sencilla, sin alardes técnicos. Cuando de guerra y matanzas se trata, la cultura hollywoodense nos ha acostumbrado a un alto porcentaje de escenas gore. The Lady demuestra que hay otras maneras de retratar historias trágicas.

Si algo bastara para describir la película, es el título el que le hace justicia. Aung San Suu Kyi solo puede ser descrita como una dama, y así es como dirige un movimiento popular de proporciones bíblicas. Su modo con los militares que la acechan es ese, el de una mujer educada, sabia y delicada. Una revista occidental la califica como "la orquídea de hierro", pero ella no sabe si estar de acuerdo con esa descripción. Quizá esté más contenta siendo solo una orquídea.

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(ciudad de México, 1979) Escritor y cineasta


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