Alien 3: El valiente fracaso de Fincher

El tiempo le ha sentado bien a la tercera de la saga, ópera prima de David Fincher.  
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Ripley, en una austera morgue, recorre el pecho desnudo de Newt con sus dedos; su cuerpo frio e inmóvil en una charola. Con los ojos llorosos y un terrible derrame en el izquierdo, levanta la mirada y exige una autopsia. Clemens, el encargado médico en el planeta penal en la que la nave de Ripley ha quedado varada, le asegura que se ahogó, y que una autopsia no es necesaria, mientras cubren su rostro con una manta. Pero Ripley no está tan segura, necesita ver lo que hay dentro de ella. Afirma que es un posible caso de cólera y teme al contagio. Un corte duro nos lleva a un cajón lleno de temibles herramientas quirúrgicas. Un poco de agua clara escapa por el drenaje. La mano de Clemens toma el bisturí y corta el pecho. La incisión está fuera de cuadro, pero la escuchamos con una claridad tremenda. El agua clara saliendo por el drenaje se sustituye elegantemente por sangre y Ripley se asoma al cadáver con curiosidad mórbida. Clemens asegura que todo está en su lugar y que no hay rastro de infección, pero Ripley quiere ver lo que hay detrás del pecho. Es entonces que Clemens toma una sierra que parece proveniente de una pesadilla clínica de David Cronenberg y la lleva al cuerpo de Newt. Aquí la acción no está enteramente fuera de cuadro, vemos claramente cómo la apoya sobre el esternón y el torpe arranque de sus manos al empezar a serruchar. Es sólo una fracción de segundo, pero el sonido crudo nos acompaña un poco más, hasta que escuchamos el crujir de los huesos al romperse. Ripley mira aterrada, mientras que Clemens avienta la cierra a una charola y abre con sus dedos y nos muestra sus pulmones. Sus pulmones completamente limpios.

¿Cuándo una secuela había roto de manera tan violenta los lazos con la anterior entrega de una saga? Carente de monstruos, esta es sin duda la escena más aterradora de la película. David Fincher, en su largometraje debut, trata el momento con un frío realismo lejos de la violencia estilizada a la que nos  tenía acostumbrados la saga de Alien. Pero el cuerpo de Newt no es lo único que vemos profanado en esa escena. El puente emocional con la espectacular Aliens de James Cameron queda en cenizas. La cinta de Cameron es el ejemplo más lindo de una secuela hollywoodense bien hecha. Tomando ese naco credo norteamericano “más es mejor” y usándolo para convertir la modesta “casa embrujada en el espacio” que es el Alien de Ridley Scott  en una emocionante, visceral y siempre terrorífica aventura espacial, Cameron nos dio uno de esos extraños casos donde la segunda parte iguala, y tal vez supera, a la original. La película logra balancear la mitología de la primera con el fino espectáculo que se volvería emblemático de su autor, y más importante, logra traer nuevos elementos a la mesa. El más acertado aporte de Cameron es sin duda el vínculo maternal entre Ripley y Newt. Las circunstancias dejaron a ambos personajes con un importante hueco familiar (aún más enfático en el corte del director) y la manera tan natural en la que se complementan es sin duda el corazón de la historia. Y la relación es más interesante aún cuando se refleja en la nueva estructura de enjambre de los xenomorfos, la introducción de una reina alien y la creación de una sociedad matriarcal. Estos matices brindaron nuevas dimensiones a la historia original de Scott, y son posiblemente la razón de que Sigourney Weaver aspirara a un Óscar por su actuación. Cameron nos introdujo a un universo más cálido y optimista, y nos dio personajes más entrañables. Pero todos sus esfuerzos son profanados en la autopsia de Newt.

Alien3  comienza con un incómodo borrón-y-cuenta-nueva en el que perdemos a Newt, Hicks y a un irreparable Bishop, los sobrevivientes de Aliens, cuando su nave se estrella en el planeta Fiorina, o Fury 161. Sólo Ripley sobrevive para descubrir que Fury es un planeta que funciona enteramente como una colonia penal, 100% masculina y con un serio problema de piojos. Esta cárcel es administrada por la compañía Weyland-Yutani, el Big Brother de la trilogía hasta ahora, quienes al ser informados de la supervivencia de Ripley, dan instrucciones de salvaguardarla en lo que llega su rescate. Pero la seguridad de la protagonista está en riesgo, por tratarse de un planeta habitado enteramente por asesinos y violadores; y, más importante, por que un facehugger llegó al planeta junto con ella. En esta ocasión, el siempre fascinante ciclo reproductivo del alien da una vuelta nueva cuando el facehugger deposita su semilla en un rottweiler, dándonos un xenomorfo cuadrúpedo, que empieza a deshacerse de nuestros personajes uno por uno, muy en la estructura de la cinta original de Scott. Sólo que en esta ocasión las circunstancias dejan a nuestros personajes sin armas para defenderse, desamparándolos en un duro ejercicio de supervivencia en lo que las autoridades de Weyland-Yutani llegan a rescatar a Ripley. El escenario es sumamente desesperanzador.  

Alien3es donde la saga finca una tradición tácita de contratar distintos visionarios para cada entrega, cada uno brindándole una personalidad distinta a su respectiva cinta. Y si bien resulta fácil etiquetar el aporte de Scott como un excelente ejercicio en terror y el de Cameron en acción, la película de Fincher es mucho más difícil de definir. El pesimista retrato de personajes haciendo hasta lo imposible por sobrevivir mezclado con lo estrecha que se vuelve la relación entre Ripley y el alien hacen de esta posiblemente la Alien existencialista. Una película más preocupada por la esencia de sus personajes que por su destino. Filosóficamente más ambiciosa que las anteriores, pero también más dispareja. Las piezas que forman Alien3 son tremendamente atractivas, sin embargo rara vez embonan. La película es una serie de atractivos fragmentos que se sienten completamente desconectados, cada uno llevándonos de manera fortuita al siguiente. Sin embargo, la mano de Fincher, con tan sólo treinta años y un puñado de videos y comerciales bajo el brazo, es segura y nunca traiciona su poca experiencia. Desde entonces se mostraba como un perverso pero extremadamente controlado conjurador de imágenes, cuyo dominio del cuadro se aprecia en cada escena. El futuro en el que se desarrolla la saga siempre ha sido modestamente austero, pero en manos de Fincher es cutre y un poco más desolador. En Fury predomina el concreto, y su tono frío y grisáceo deja muy claro que ahí hay pocos trazos de tecnología. Estos hombres fueron llevados al rincón más lejano de la galaxia con el fin de ser olvidados, y Fincher lo tiene muy claro. Por primera vez en la serie el planeta representa un peligro para Ripley, quien como albergue de una reina en gestación en su pecho, tiene que preocuparse menos por el xenomorfo que por los presos.

Todo esto en papel suena sumamente atractivo, pero en pantalla carece de cohesión. Tal vez es porque las primeras dos películas partían de visiones muy singulares, en el caso de Aliens la astuta mirada de Cameron, mientras Alien contaba con la mano firme de Scott y la formación pulp de Dan O’Banon (el visionario menos citado de la saga). Pero Alien3 fue un platillo con muchos chefs. Volviendo a su inducción de directores novatos, el primero al bat no fue Fincher sino el neocelandés Vincent Ward. Fresco de su encantadora The Navigator, una linda fantasía con tonos Gilliam-escos, Ward abordó la saga como una oportunidad de saciar sus necesidades creativas. Su tratamiento situaba la película en un planeta hecho enteramente de madera, por los monjes que lo habitaban. Estos monjes decidieron abandonar la Tierra cuando la tecnología se volvió abrumadora, renunciando enteramente ella y volviendo a vivir en una especie de medievo intergaláctico. La visión de Ward pronto cautivó a los productores, incluyendo a Weaver cuyo papel le aseguraba un muy pesado voto sobre todas la decisiones. Ward estaba construyendo uno los mundos más singulares e imaginativos jamás antes vistos, obsesionándose hasta en el último detalle de su particular sociedad. Pero en el camino parece haberse olvidado del alien, Ripley, y los particulares de la franquicia, relegándolos a un rincón de su historia. Este desinterés por continuar con una narrativa que ya se había empezado fue finalmente lo que causó la salida de Ward, dejando atrás una producción cojeando y un guión inservible para Fincher, que llegó a hacer lo que pudo con un proyecto que nunca se dejaría de sentir a medio cocer.

Muchos de los aspectos más interesantes del Alien3 de Fincher son vestigios del Alien que nunca fue de Ward. La austeridad tecnológica del planeta, el carácter religioso/extremista de los reos y el planteamiento del alien como un dragón o una bestia mitológica son todos ingredientes que se filtraron del trabajo de Ward. En particular: el énfasis religioso se vuelve uno de los elementos más memorables de la cinta. Estos presos están más cerca de las grotescas caricaturas de monjes medievales que son los personajes de la adaptación cinematográfica de El nombre de la rosa que la modernidad penitenciara de Oz. El judeocristianismo es un tema evitado en la ciencia ficción, sin embargo le brinda a Alien3 un jugoso anacronismo que a su vez la ayuda a conectarse con los subtemas sexuales siempre presentes en la serie. Desde el principio Dillon, el líder del grupo de reos, enfatiza que han decidido ser célibes como un sacrificio religioso. Pero en esta sociedad en la que la célibe religiosa equivale subconscientemente a un depredador sexual, el tema es relevante de nuevo. El siempre fálico xenomorfo ya no es la principal amenaza sexual para Ripley. El opresivo carácter religioso de esta sociedad marca el rumbo que toma la historia. No es casualidad que Ripley, obligada por la plaga de piojos en el planeta, se vea obligada a cortarse todo el pelo. Su cuero cabelludo desnudo hace que nuestra heroína sea un reflejo lejano de la Juana de Arco de Carl Theodore Dreyer. El final de esta película no es un heroico sacrificio, es un martirio completamente religioso.

Lo que nos lleva al final. A sabiendas de que lleva una reina alien en el pecho, y que encargados de Weyland-Yutani han venido no a rescatarla sino por su preciada arma biológica, Ripley se arroja a un contenedor de metal fundido, sacrificándose por el bien de la humanidad. La conclusión está llena de extrañas similitudes con el Terminator 2 de Cameron que salió un año antes. Pero mientras la segunda nos deja con una sensación de heroísmo humano, la cinta de Fincher nos deja desesperanzados. Es la diferencia entre un nudo en la garganta y un nudo en el estómago. Cameron es un cuentacuentos humanista, cuyos aportes al género siempre están llenos de sincero optimismo. Pero Fincher no es un soñador. Él simplemente levanta un espejo que refleja muchas de las futilidades del ser humano y lo ingenuos que pueden ser los sacrificios. Su película está llena de un nihilismo que resulta difícil de sacudirse después de verla. El hecho de que un estudio hollywoodense haya producido la película como parte de una multimillonaria franquicia es una anomalía de las que ya no se ven estos días. Alien3 es muchas cosas, pero, ¿entretenimiento escapista? Nunca.

Sin embargo los años han sido gentiles con Alien3. La producción de Alien: Resurrection hace que deje de ser una conclusión pesimista y la convierte en un (más digerible) capítulo oscuro de la saga. Y la consolidación de Fincher como uno de los talentos más importantes del cine moderno hacen de la película una curiosidad necesaria. Es fallida, pero fascinante. Parte de la razón porqué la saga de Alien es tan querida por los cinéfilos más necios es porque cada una de sus partes se siente como un riesgo tanto artístico como comercial. Una apuesta por ejecutivos de traje por productos que no entienden y artistas emergentes que en ninguna de sus entregas garantizaba un éxito económico. Alien3 fue la entrega que le tocó perder en ambos rubros. Sin embargo, su singular visión predomina sobre sus defectos, y al final se aprecia menos como un mal necesario que como un valiente fracaso.

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