¿Es un ilícito pagar impuestos?

Pagar mis impuestos a sabiendas de que un porcentaje importante de cada peso va a ir a dar al bolsillo de un corrupto, ¿no me convierte en cómplice de ese corrupto? 
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Tengo un problema de conciencia. Como es del conocimiento público, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) entregó la semana pasada su Informe de la Cuenta Pública 2013 en la que señala “inconsistencias o posibles irregularidades” por más 55 mil millones de pesos.

Junto a eso, como lo documentan los medios de comunicación cotidianamente, hay montonales de dinero extraviado, perdido, pignorado, sustraído, evacuado, desvanecido, invisibilizado o francamente saqueado por presidentes, secretarios, subsecretarios, legisladores, jueces, policías, munícipes, cabildos, asambleas, partidos políticos, candidatos, líderes sindicales, empresarios, prestadores de servicios, contratistas, oficiales mayores y menores y medianos, así como todos los subordinados, amigos, parientes, compadres, amantes, suegras, cuates, conocidos y chalanes de los arriba mencionados.

Son decenas de miles de compatriotas que, en un momento o (en su defecto) en otro, se meten a la bolsa dinero público en cantidades que pueden ir de poquito a alguito, aunque más bien suele ser bastante, y a veces un friego, y en otras un titipuchal aunque la tendencia general es hacia lo que los doctores en economía denominan “un chingo”.

Bueno, pues mi problema de conciencia surge de preguntarme si por pagar impuestos no tengo parte de responsabilidad en esos crímenes.

Pagar mis impuestos a sabiendas de que un porcentaje importante de cada peso va a ir a dar al bolsillo de un corrupto, ¿no me convierte en cómplice de ese corrupto? ¿No hace de mí el cerebro financiero que aportó los fondos para la comisión de un ilícito, o algo?

Mi visita al sudoroso Código Penal en vigor, lejos de aliviarme, aumenta mi ansiedad. Un artículo explica que “delito es el acto u omisión que sancionan las leyes penales”. Hasta ahí todo está claro (aunque eso de que “sancionan” no deja de ser chistoso). Pero luego explica que el delito “también será atribuible al que omita impedirlo”, y ahí es donde me siento aludido. Si ya sé que por pagar impuestos estoy engordando el botín que va a incitar al crimen al corrupto, abstenerme de pagar impuestos, ¿no es la mejor manera de impedir el crimen? ¡Nadie podría decirme que si ya sabía que el corrupto iba a robarse el dinero “omití impedirlo”!

Entonces, si alguna autoridad me dijese: “Está usted bajo arresto porque ya sabía que los corruptos iban a robarse su dinero y eso no le impidió a usted darles su dinero para que se lo robaran”, yo podría responder con la conciencia tranquila que no, que precisamente para que no se me acusase de “omitir impedirlo”… ¡no pagué impuestos!

Lo que me incomoda es que, como el mismo Código Penal señala que un delito puede ser “instantáneo” (por ejemplo: el corrupto se roba la lana un día), pero también “permanente o continuo cuando la consumación se prolonga en el tiempo” (por ejemplo: el corrupto se roba la lana todos los días durante tres sexenios), me podrían acusar de que, por haber pagado mis impuestos siempre, soy corresponsable de las corrupciones previas…

Y como el Código considera autores o partícipes del delito a “los que dolosamente presten ayuda o auxilien a otro para su comisión”, y dice que tan criminal es quien se roba la lana como “los que auxilien al delincuente”, pues ya no hay nada que hacer: estoy —como se dice— inodado.

Y además me podrían decir que no pagar impuestos también es un delito y otra forma de corrupción. Y sería cierto. Así que el dilema es corromperme yo o seguir financiando la corrupción de otros. Lo malo es que si no pago mis impuestos tengo muchas más posibilidades de ser llevado ante la justicia que el político corrupto que se roba los impuestos.

Así pues, puedo ser llevado ante la autoridad por a), haber auxiliado a un delincuente por el hecho de pagar mis impuestos, o b), por convertirme en delincuente al no pagar mis impuestos.

Y ahí es donde ocurre lo que más me enfada: en ambos casos se me impondría una “sanción pecuniaria”. Y… ¿a dónde iría a dar el pecunio de esa sanción? Porque si alguien se roba esa lana (que es lo más probable) deberé preguntarme de nuevo: ¿seré su cómplice?, etc.

 

 

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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