Repartir el IVA

Una cosa fea de la Secretaría de Hacienda es su incongruencia profesional. Puede argüir una cosa y después la contraria con el mismo tono de autoridad competente.
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Una cosa fea de la Secretaría de Hacienda es su incongruencia profesional. Puede argüir una cosa y después la contraria con el mismo tono de autoridad competente.

En 1992, arguyó que "la reducción de la tasa del Impuesto al Valor Agregado (IVA), del 20.0 y 15.0 por ciento a un nivel general del 10.0 por ciento" favoreció "la redistribución de la carga fiscal a favor de los estratos de menores ingresos". "La reducción y homologación de la tasa general del IVA al 10.0 por ciento y la permanencia de la tasa cero en alimentos y medicinas aumentaron el poder adquisitivo de los consumidores". (Cuarto informe de gobierno de Carlos Salinas de Gortari, Anexo, páginas 23 y 24).

Sin embargo, contra sus propias afirmaciones, ha venido arguyendo que la tasa cero en alimentos y medicinas beneficia sobre todo a los estratos de mayores ingresos. La trampa está en cambiar la perspectiva. En la perspectiva recaudatoria, es obvio que el IVA que pagan los ricos le deja más a Hacienda que el IVA de los pobres, porque consumen más. Pero, en la perspectiva de los contribuyentes, es obvio que eliminar la tasa cero es más gravoso para los pobres, porque gastan un porcentaje mayor de sus ingresos en alimentos y medicinas. El IVA es un impuesto muy cómodo y recaudador para Hacienda, pero regresivo.

Como tercera posición, Hacienda ha llegado a reconocer que eliminar la tasa cero daña más a los pobres, pero alegando que su pérdida de poder adquisitivo se puede compensar, devolviéndoles lo recaudado y hasta más. Este argumento vendedor fue traducido al lenguaje campirano por el presidente Fox: se les devolverá "el IVA completo y copeteado". Sonó a cuento.

La experiencia de los contribuyentes es que Hacienda inventa reglas para recaudar de más y luego devolver el exceso cobrado con muy pocas ganas. En el lenguaje de Fox, Hacienda siente que "lo caido, caido". Devolver el IVA a los pobres no era (ni es) creíble porque Hacienda no tenía (ni tiene) manera de hacerlo. Argüir que lo haría por medio de Oportunidades era pasar por alto que este programa excluye a los más pobres de los pobres: los millones de mexicanos que no vacunan a sus hijos ni los mandan a la escuela porque viven dispersos en zonas remotas. Los diputados mantuvieron la tasa cero, con razón.

Hacienda volvió a la carga para 2014 y tuvo que recular otra vez. Pero insistirá en los años siguientes, y, por eso, debería prepararse, tomando en serio sus propios argumentos. Necesita construir lo que no tiene: un aparato devolutivo eficaz y creíble para millones de pobres. Cuando demuestre que ya está funcionando, y que funciona bien, será creíble que puede eliminar la tasa cero sin perjudicarlos.

Hace 40 años propuse que todos los ciudadanos recibieran un dividendo de la renta nacional, igual para todos, por el simple hecho de ser socios de la sociedad ("Repartir en efectivo", revista Plural, noviembre de 1973). He vuelto a la propuesta en varias ocasiones con diversas fórmulas. Cuando se habló de subir el IVA a 15%, propuse que el 5% adicional fuera para repartirlo entre todos los ciudadanos, no para engordar la burocracia.

Hoy, la aparición de medios portátiles de pago electrónico (tarjetas para usar teléfonos públicos, tarjetas de débito, monederos electrónicos, transferencias a la caja de una tienda desde el teléfono celular del cliente) y su rápida difusión hasta niveles muy bajos de ingresos hacen más fácil que nunca repartir en efectivo. Lo práctico es empezar con cantidades bajas y un sistema elemental. Por ejemplo:
 
1. Hacienda entrega una vez al año una tarjeta de $200 para hacer llamadas desde teléfonos públicos, a nombre del ciudadano que tenga una credencial vigente de elector. Es importante que la cantidad sea la misma para todos, por su simbolismo (igualdad ciudadana) y la facilidad de anuncio, operación y control. La cantidad inicial no debe ser tan baja que la desairen ni tan alta que se preste a desquiciar el sistema, antes de que se consolide. Irá subiendo.

Aprovechando sus encuestas, el Inegi estimará el IVA que pagan los pobres y así se definirá la cantidad que debe ser devuelta. Depende de los estratos cubiertos: el 10% de menores ingresos, el 20% de menores ingresos, el 30%, etc. Lo prudente es empezar con el 10% más bajo y llegar hasta el porcentaje (digamos, el 45%) que el Coneval defina como población pobre. Como también hay diferencias de ingresos entre los pobres, al aumentar la cobertura, los de estratos más bajos recibirían más de lo que pagaron: su devolución "copeteada".

2. El reparto de tarjetas lo hará Hacienda, valiéndose de distribuidores autorizados: cadenas de tienditas o camiones repartidores de alimentos o bebidas que llegan hasta las zonas más remotas del país, con caja y acceso a la internet. Pedirán autorización a Hacienda para entregar la tarjeta con un sistema similar al de las cajas comerciales para aceptar pagos con tarjeta.

Avances posteriores: que las tarjetas de Hacienda no sólo sirvan para hacer llamadas, sino también para hacer pagos en las mismas tienditas y camiones repartidores; que el depósito se haga directamente a un celular; que se vuelva un mecanismo de redistribución del ingreso, no sólo devolución del IVA; etcétera.

 

(Refoma, 27 octubre 2013)

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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