- Un libro publicado recientemente en Rusia repasa los grandes banquetes que organizó el dictador durante los años más sangrientos del Gran Terror.La Guerra Civil, que condujo a una larga dictadura, fue el acontecimiento central de España en el siglo XX. La evolución de la memoria de la contienda es inseparable de los cambios políticos y sociales que ha vivido el país.La tragedia de Iguala debe leerse también en el contexto de las políticas actuales contra las drogas. Si la prohibición solo ha servido para aumentar la violencia, es urgente un cambio de rumbo.No es lo mismo vivir en una sociedad en la que el Estado aprovecha el monopolio del uso de la fuerza para aterrorizar, que hacerlo en un país en el que el Estado se ve rebasado.El relato plano del “crimen de Estado”, del “régimen”, del “sistema” o de cualquier otra entelequia, en el caso de los crímenes de Iguala, es la mejor forma de evitar que se haga justicia.La represión puede ser un acto legitimador de los movimientos sociales y hace ya bastante tiempo que los gobiernos de todos los niveles no están dispuestos a otorgar esa legitimación gratuitamente.Reprimir puede ser un delito, pero no necesariamente lo es, y es una responsabilidad básica de activistas y dirigentes sociales conocer la diferencia.El régimen actual en Siria tiene los días contados, pero las preguntas urgentes son cuándo y cómo caerá.Los dictadores son como las solitarias, se agarran a tu carne, te parasitan, te absorben hasta hacerte creer que su cuerpo es el tuyo y resulta muy difícil su extirpación.
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