Señor director:
He leído con especial interés el número 72 de Letras Libres, que dedica el “Convivio” a la situación de la poesía en el momento presente. Es estimulante ver como centro de la discusión pública la función de la poesía, que no es ajena a los procesos de la cultura ni a los desarrollos de la política, como condición inherente a los habitantes de la polis. Sin embargo, no encuentro ensayo, artículo o nota que dé en el blanco de esa situación.
En la correspondencia sostenida entre David Huerta y Alfonso Alegre Heitzmann queda claro que ambos comparten el significado de la frase de Lezama Lima: “sólo lo difícil es estimulante”, axioma que no sólo es válido para la poesía y sus lectores sino en cualquier aspecto de la existencia. Huerta detecta que actualmente no se generan obras en las que los poetas se planteen resolver “problemas interesantes, difíciles”, pues parecería estar de moda ser “populachero, facilito de entender”. Como lector de poesía no veo que falten libros que se planteen “problemas interesantes”, ni que la moda sea ser “facilito de entender”. Poetas disímiles como Coral Bracho (que combina la imagen nítida con la abstracción sensitiva) y Fabio Morábito (que ha creado una obra de compleja sencillez) abordan problemáticas de profundidad.
Las respuestas que ensayan Jorge Fernández Granados, Víctor Manuel Mendiola y Eduardo Milán a la pregunta “¿Está en crisis la poesía?” tampoco ofrecen una visión atenta de la situación. Nos hablan de sus preocupaciones personales, de sus perspectivas históricas, pero no dan respuestas a la pregunta formulada. Fernández Granados es quien con mayor tino devela el absurdo que supone definir la misión o naturaleza de la poesía. Pero Mendiola y Milán sólo reiteran sus propios gustos e intereses sin obsequiar al lector de poesía con un diagnóstico convincente. Mendiola deja escapar el mejor ejemplo para sustentar su argumento: Gerardo Deniz; y Milán vuelve a jugar con metáforas historicistas para decirnos poco sobre la realidad de la poesía. No dudo de las capacidades críticas y reflexivas de Mendiola y Milán, pero opino que sus respuestas son fallidas.
No hace falta ser especialista ni académico concienzudo para ver que la riqueza de nuestra tradición cuenta entre sus filas con poetas críticos, atentos a la calidad de un poema y a la realidad que enfrenta la comunidad de los poetas. Me pregunto por qué ninguno señaló que la crisis no está en las obras producidas sino en la actitud pública de los poetas. Desde la ausencia de Octavio Paz, sólo Gabriel Zaid ha continuado esa labor, que implica valor y garra para mostrar cómo un poeta es capaz de ver más allá de las fronteras de un género literario. De la generación de David Huerta a la de Jorge Fernández Granados, lo que se ha venido perdiendo es la pasión intelectual. Ver más allá de los gustos personales implica leer toda la poesía, no sólo la de los amigos, los afines; analizar e invitar a la reflexión creadora sobre cómo lo que sucede en el mundo afecta los contenidos de la poesía, y cómo ésta fortalece la sensibilidad para enfrentar esa realidad. Quizá la verdad no dicha por los críticos está mejor vista por George Steiner en “A las cinco de la tarde”, donde la realidad no un discurso sobre ella es, con la poesía y sus poetas, una y la misma cosa. –
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