Un amargo tributo: Sobre un suicidio en la familia

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Sergio González Ausina

Última carta. Un suicidio en mi familia

Prólogo de Arcadi Espada

Madrid, Deliberar, 2018, 304 pp.

Hay un tipo de autoficción, o narrativa de no ficción, que parece periodismo perezoso. El autor parte de una historia real y se cansa rápidamente de ella. En cuanto se topa con un obstáculo, o cuando la historia empieza a exigir una mayor investigación, comienza a fabular, inventa, o simplemente transforma la obra en una especie de autobiografía vanidosa, llena de reflexiones sobre la escritura y una épica del fracaso (hay excepciones, claro: Geoff Dyer, Emmanuel Carrère o Javier Cercas saben combinar historias apasionantes con una narración interesante del proceso creativo).

En Última carta. Un suicidio en mi familia, Sergio González Ausina no se cansa de su historia; al contrario, se obsesiona con ella. El proceso de investigación periodística está muy presente, y Ausina narra con humildad y sinceridad sus dudas y los problemas de romper un tabú familiar. Pero no se despista de su objetivo: conocer todo lo posible la vida de su tío Vicente, que padecía de esquizofrenia y se suicidió tirándose de un tren en 1977. Quiere saber de su infancia, de su entorno, su contexto, quiénes eran sus amigos (reproduce decenas de cartas y postales, todas en cierto modo anodinas y a la vez entrañables), dónde se alojó la noche antes de su muerte. Su obsesión investigativa le permite crear un relato psicológico profundo y respetuoso de su tío. Pero también amplía el foco y construye, a partir de sus silencios y omisiones, la historia de su familia y la vida en un tardofranquismo siniestro (el libro termina combinando la historia de Vicente con la de Felisa, que tuvo un hijo con Vicente y que asegura que se lo robaron unas monjas).

“Nacido en Alcazarquivir, en el protectorado de Marruecos”, escribe Ausina, “mi tío Vicente González Luelmo había sido un joven atlético, estudiante de filosofía y letras, sociable y juerguista, al que la muerte prematura de sus padres, unida al cambio de residencia de sus hermanos, había dejado solo en León y con un diagnóstico de esquizofrenia. Una circunstancia, la de estar enfermo, a la que sus hermanos no daban demasiado crédito, creyendo que se le pasaría. A los vienticuatro años se había suicidado en un tren”.

Uno de los principales obstáculos no es el tiempo o la falta de memoria, sino el tabú. Ausina interroga a menudo a su padre, que ocultó la historia. Como la mayoría de entrevistados, es tozudo y no entiende de qué sirve rescatar la tragedia: solo trae dolor o vergüenza para la familia. “Para mi padre”, escribe, “un hombre temeroso, áspero y sombrío, aunque con destellos de un humor trasnochado, la historia de su familia se había convertido en lo que no podía volver a suceder”. Esto le convirtió en alguien sobreprotector, supersticioso y paranoico. Pero Ausina no se dedica a psicoanalizar a su familia, ni a interpretar lo que investiga, sino que quiere unir piezas, reconstruir una vida que desapareció. Considera que, antes de pasar página, como quiere hacer su familia, primero hay que leerla.

Quizá uno de los mayores aciertos del libro está en su tratamiento del suicidio. El autor ha dedicado buena parte de su carrera periodística a escribir sobre este tipo de muerte, de manera rigurosa y sin sensacionalismos. “Se muere de suicidio como de cualquier otra causa”, dice la madre de un suicida en un reportaje de Informe Semanal, citada en el libro. Ausina no establece causalidades fáciles ni mitifica el suicidio. Desde hace años escribe un blog sobre el tema, tanto desde la psicología y la biología como desde la sociología o el periodismo, y ha asesorado a instituciones públicas.

Sin embargo, hay algo en este tipo de muerte que sigue resultando inexplicable. Como ha escrito el psicólogo Andrew Solomon, “el suicidio no es la culminación de una vida difícil; emerge de algún lugar que está más allá de la mente y de la conciencia”. En The savage god. The study of suicide, Al Álvarez coincide: “Los verdaderos motivos que impulsan a un hombre a quitarse la vida […] pertenecen al mundo interno, que es sinuoso, contradictorio, laberíntico y en general inaccesible.” La manera que tiene Ausina de resolver la parte inexplicable del suicidio de su tío está en contar su vida hasta el final, de manera casi notarial: “o escribir esta historia hasta el fondo o callarme para siempre. No debía haber nada en medio”. Tiene una curiosidad innata, un olfato periodístico, pero también hay un deseo de reparación. En cierto modo quiere dar una sepultura simbólica adecuada a su tío. Con este fascinante y obsesivo libro, que a ratos parece un libro de notas o un work in progress y en otras ocasiones una novela policíaca, consigue rendirle un bonito y, a la vez, amargo tributo. ~

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).


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