Reforma 222

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Desde hace años se ha planteado la necesidad de revitalizar la avenida más señorial de la ciudad de México. Teodoro González de León ha ganado un proyecto para contribuir a esa causa, cuya pertinencia es comentada en estas páginas por su colega Miquel Adrià.
El Paseo de la Reforma, eje simbólico y decimonónico de la ciudad de México, muestra síntomas de recuperación de la capitalidad perdida. Un concurso de arquitectura, restringido para un conjunto de edificios de usos mixtos, se propone como solución urbana que impulse e inyecte vida a las áreas centrales de la ciudad, rescatando un importante predio vacío del Paseo de la Reforma. Este gesto contundente de la iniciativa privada, con apoyo de la administración  del gobierno del Distrito Federal, da sentido a los tibios y torpes ademanes del publicitado corredor turístico de la Reforma, cuando hasta ahora todos los edificios corporativos y centros de negocios huían hacia el poniente y hacia el sur de la metrópolis.
     El eje imperial que mandó construir Maximiliano de Habsburgo, para unir el Palacio de Chapultepec y el Palacio Nacional, tuvo sus mejores momentos a mitad de siglo XX, con los ambiciosos proyectos de Mario Pani para el crucero de Insurgentes y Reforma, de los que quedan algunas ruinas. Sobreviven en buen estado la embajada japonesa de Kenzo Tange, el  hito triangular de la Lotería de Ramón Torres y los condominios de Pani. En cambio, las obras de Juan Sordo Madaleno, Augusto H. Álvarez, José Villagrán, y otras tantas de Pani, pasaron a mejor vida tras los liftings comerciales de sus remodelaciones, en intentos banales por incorporarlos al anodino paisaje que conforman los prismas de espejo de la casa de bolsa, los corporativos babilónicos y los hoteles postmodernos y pasteleros. El sismo de 1985 haría el resto, devastando buena parte del frente edificado y convirtiendo el paseo en una secuencia de prismas entre predios desolados.
     El concurso, convocado por el Grupo Danhos, es una hábil maniobra por integrar en el Paseo de la Reforma un complejo programa mixto de oficinas, hotel, departamentos y centro comercial, donde el arquitecto Jorge Gamboa —coordinador del concurso—, en pleno ejercicio de la diplomacia florentina, consigue acercarse a una administración que sataniza todo lo que huela a capital, a más de integrar la cadena hotelera Quinta Real, que funge como ancla del conjunto, y lograr una publicidad gratuita.
     El jurado estuvo formado por David Daniel, presidente de la inmobiliaria Danhos; Alejandro Encinas, del gobierno del Distrito Federal; el ingeniero David Serur, el arquitecto Moisés Becker, José Antonio Alonso, presidente de los hoteles Quinta Real, y el presidente del Colegio de Arquitectos de la ciudad de México, Ernesto Alva. Participaron cuatro equipos: Teodoro González de León; López Baz + Calleja + Kalach; LCM / Fernando Romero, y Arquitech, Gorshtein, Fasja y Garcia Echegaray, a los que se unió Tejeda y Vasconcelos.  El jurado se decidió por unanimidad a favor del proyecto de Teodoro González de León.
     Y es que el 2001 fue el año del arquitecto González de León, como seguramente vaticinaban todos los horóscopos. Después de reinventarse a los sesenta y cinco años, y de alcanzar notables éxitos internacionales, le llegó el doctorado Honoris Causa de la UNAM, para terminar el año ganando el concurso para el conjunto de Reforma 222. Este inminente hito de la ciudad de México, erguido y contorsionado, retoma  las mejores lecciones del repertorio reciente de González de León, como las formas epidérmicas de Arcos Bosques y la monumentalidad del frustrado proyecto de la torre Telmex en Cuicuilco.
     La propuesta está conformada por dos torres esbeltas que se abren con geometrías curvas y sesgadas hacia Reforma, dando lugar al espacio peatonal del centro e incorporando el espacio público al conjunto. Una tercera torre en la parte posterior completará, en una segunda fase, el plan de construcción. El carácter escultórico y barroco del futuro conjunto blanco no descuida los aspectos programáticos, dado que concentra en una torre las oficinas que se inclinan sobre Reforma, y en otra el hotel, en el basamento, y los departamentos, en un fuste que se escalona buscando la mejor orientación. Entre ambas torres se ubica el centro comercial que, a su vez, funciona de acceso peatonal para todo el conjunto. González de León, confiando en su talento para resolver cualquier fase posterior, apuesta por estrategias generales más que por soluciones finales, lo que le permite incorporar nuevos requerimientos durante el desarrollo del proyecto.
     El despacho LCM / Fernando Romero entró de colado y salió por la puerta grande. Inicialmente compartía equipo con Diego Villaseñor —autor de la torpe sede del PAN y de innumerables palapas manieristas y millonarias. Romero presentó, en solitario, una atractiva propuesta de grandes ventanas urbanas que resultan de un proyecto que se retuerce dentro de una virtual cinta de Moebius y abre el espacio interior hacia el paseo. Pero no consideró la construcción en fases y abusó de grandes claros que podrían encarecer la realización. Este joven y talentoso arquitecto procedente de las filas de Rem Koolhaas, que no tiene una obra construida que avale su aparición en esta convocatoria, "ganó" con el mero hecho de participar.
     El equipo formado por Sánchez Aedo, Gorshtein, Fasja, Garcia Echegaray, Tejeda y Vasconcelos aúna, en un solo bloque perpendicular a la Reforma, todo el programa, sin conseguir que el paseo invada el nuevo conjunto. La propuesta conglomera los distintos lenguajes comerciales de sus variopintos autores, en una solución que no comprende las solicitudes incuestionables del concurso (fases e integración al Paseo de la Reforma de un espacio urbano propio).
     El proyecto de López Baz + Calleja + Kalach es un sugerente conjunto conformado por cuatro torres que se esculpen en sus extremos. La estrategia es similar a la del proyecto ganador, ya que considera distintas torres para diversos usos, acepta la lógica de las fases y crea un espacio urbano que se abre sobre la Reforma. Es un homenaje explícito y monumental a las Torres de Satélite, el cual figuró en varias propuestas anteriores de Alberto Kalach en honor de Mathias Goeritz. A diferencia del proyecto de González de León, aquí todos los edificios sirven potencialmente para todo, y su imagen final está perfectamente definida, aunque convierte las ventajas potenciales de la flexibilidad programática y la predeterminación formal en inconvenientes para la identificación de sus partes y la adecuación a los nuevos requerimientos.
     Si esta propuesta y la ganadora resolvieron con creatividad y fortuna el complejo tema del concurso, finalmente la de González de León dio con la respuesta precisa, sencilla y monumental.
     Cabe confiar en que este ejercicio de arquitectura al servicio del poder sea el nuevo paradigma para las áreas centrales de la metrópolis, al proponer usos mixtos como solución urbana adecuada que impulse y revitalice las zonas todavía afectadas por el sismo del 85. Así, con este proyecto se rescata el predio vacío más importante del Paseo de la Reforma, sobre uno de los extremos de la deteriorada zona Rosa, en un primer paso por recuperar, con arquitectura de calidad, el glamour perdido. –

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