Socialismo al estilo estadounidense

Los jóvenes orillan al Partido Demócrata a prestarle atención a los problemas reales del país aunque preocupa la inviabilidad de algunas de sus propuestas para solucionarlos.
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En un momento en el que la reputación del socialismo está de capa caída en el mundo, uno se pregunta por qué los jóvenes y las minorías se mueven a la izquierda del espectro político.

Una posible explicación la daría la teoría del péndulo. Más de la mitad de los estadounidenses están hartos de los excesos y berrinches de Trump y esto ha provocado su viraje a la izquierda. Pero hay otra explicación que iría más al fondo del malestar que sienten los jóvenes. Los milenios norteamericanos dicen preferir el socialismo sobre el capitalismo.

Las encuestas muestran que más del 62% de los jóvenes entre 18 y 34 años de edad piensa que la economía de mercado es incapaz de resolver los complejos problemas de la sociedad actual, y que es necesaria la intervención de un gobierno fuerte. Son jóvenes que recelan del capitalismo al que asocian con la recesión de 2007-09.

No es sorpresa que la mayoría de los jóvenes que tienen una idea positiva del socialismo sean demócratas; sí lo es que haya un 25% de jóvenes republicanos que opina lo mismo. Otro dato, la membrecía en el movimiento Socialistas Demócratas de América se ha cuadruplicado a partir de la elección de 2016. Y aunque la mayoría de estos jóvenes abogan por un socialismo democrático tipo escandinavo, hay otros más radicales que se han afiliado al socialismo vía movimientos como Occupy o Black Lives Matter. El factor común es que todos defienden reivindicaciones del estado de bienestar.

Algunas de sus ideas sobre la desigualdad, la vivienda, los salarios, el cuidado de la salud, la educación pública, la banca, la energía y el papel del gobierno en la economía son utópicas pero otras son plausibles. El fenómeno es una especie de analogía invertida en la que los neo-socialistas se presentan como la respuesta a movimientos de la derecha como el Tea Party o Make America Great Again.

Con vistas a la elección de 2020, la declarada afiliación de los jóvenes al “socialismo” ha sido aprovechada de inmediato por Trump para rememorar las enseñanzas de su tutor Roy Cohn, el abogado del promotor de la Guerra Fría, el Senador Joseph McCarthy, y pintar al partido demócrata como una filial del extinto partido comunista de la Unión Soviética.

Dentro del Partido Demócrata esta caracterización también ha tenido eco. El arco ideológico de sus candidatos presidenciales va del centro-izquierda moderado, como el ex presidente Joe Biden y la senadora Amy Klobuchar; a reformistas como los senadores Cory Booker y Kirsten Gillibrand; a indecisos como Beto O’Rourke; a progresistas tradicionales como los senadores Sherod Brown y Kamala Harris; y a socialdemócratas como los senadores Elizabeth Warren o Bernie Sanders.

Todos piensan que el sistema económico actual es injusto porque favorece a los ricos en demérito de la clase media y de los más pobres. Las diferencias surgen en sus propuestas para remediar la injusticia. Mientras más a la izquierda está el candidato, más radicales sus propuestas, y mientras más radicales mayor es el escepticismo en su viabilidad y menor la probabilidad de derrotar a Trump.

Yo agradezco que los jóvenes orillen al partido demócrata a prestarle atención a los problemas reales del país pero me preocupa la inviabilidad de algunas de sus propuestas. También me inquieta la manipulación trumpiana del mensaje demócrata en estados conservadores que siguen petrificados en la Guerra Fría y temen la nueva configuración racial, étnica y cultural del país.

Para mi, el candidato demócrata ideal debe tener posibilidades reales de ganarle a Trump porque cuenta con el apoyo de las minorías y suficientes votos de blancos que reprueban sus mensajes racistas, xenófobos y homófobos, y aceptan gustosos la nueva realidad demográfica, étnica y cultural del país.

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Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.


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