Foto: Twitter / @realDonaldTrump

Al final, el virus rio al último

Es posible que Trump emerja de su batalla con la covid-19 con un nuevo respeto por la enfermedad. Pero será demasiado tarde. Los meses de desprecio a la tragedia le habrán cobrado una onerosa factura.
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Seguramente fue en algún momento de febrero cuando Donald Trump decidió que, antes que compartir con el pueblo estadounidense los verdaderos riesgos de la pandemia que empezaba, se dedicaría a ningunear al virus. Dijo que desaparecería de pronto, como un milagro. Dijo que se iría con el calor. Insinuó que era un invento del partido Demócrata para perjudicarlo. Se negó a usar mascarillas sanitarias, mucho menos a recomendarlas abiertamente, ni siquiera cuando quedó claro que Estados Unidos sería el epicentro de la gran epidemia mundial. Contra las indicaciones de absolutamente todos los expertos de salud de su gobierno y todos los demás, Trump ignoró las recomendaciones y siguió celebrando enormes mítines de campaña frente a miles de personas, la enorme mayoría sin cubrebocas ni distancia precautoria. Incluso después de que Bob Woodward exhibiera la cínica disonancia entre las convicciones privadas de Trump, que a puerta cerrada sabía de los riesgos, y su discurso público, el presidente de Estados Unidos siguió desafiando al virus. Apenas el martes pasado, en el primer debate presidencial, Trump se burló de su rival, el candidato demócrata Joe Biden, por su costumbre de usar mascarilla sanitaria en todo momento.

Al final, el virus rio al último.

Aunque lo más probable sigue siendo su recuperación plena, Trump se está jugando la vida en el centro médico Walter Reed. Pesa más de cien kilos, tiene 74 años y registra elevados niveles de colesterol. Un hombre de esas características, ya hospitalizado, correría riesgos enormes frente al coronavirus. Trump tiene la ventaja de ser quien es. El presidente de Estados Unidos recibirá el mejor tratamiento disponible, incluido al menos un cóctel de medicamentos en fase experimental. Pero incluso el mejor escenario de recuperación es un mal escenario para Trump. Podrá salvar la vida, pero difícilmente logrará salvar su vida política.

La enfermedad lo dejará fuera de la campaña durante al menos una semana (de nuevo: en el mejor escenario). Lo más probable es que tenga que ausentarse por más tiempo, incluido el segundo debate presidencial. Pero la ausencia es lo de menos. El contagio ha exhibido a Trump como lo que es: un charlatán irresponsable. El hombre que ninguneó la enfermedad ahora la enfrenta, según varias versiones, con profundo temor a las consecuencias. No es nada nuevo, tampoco. Algo parecido le ocurrió a Boris Johnson, que jugó al payaso frente al virus hasta que el virus lo puso en su sitio y casi lo mata. Johnson aprendió a respetar la enfermedad. No es imposible que Trump haga lo mismo, cuando emerja de su batalla. Pero será demasiado tarde. Los meses de desprecio a la tragedia le habrán cobrado una onerosa factura. Y eso, insisto, en el mejor escenario. Porque hay otro…

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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