Platón se cuece aparte

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Estimado Dr. Krauze:
Mucho le agradecería incluyera las líneas subsiguientes en la sección “Cartas sobre la mesa” de su excelente revista.
En su erudito artículo “Tertulia, academia, universidad” (Letras Libres de octubre), Gabriel Zaid parece propugnar cierta continuidad, aunque azarosa, entre los primeros círculos filosóficos griegos y la “recuperación burguesa de la conversación entre iguales”, en nuestro tiempo, pasando por diversos modos de academia y universidad. Si entendí bien el escrito, en el fondo de toda esa historia se hallaría la “tertulia”.
Estimo que esa sugerente tesis podría adquirir mayor fuerza, si considerara en sus justos términos el caso de la academia platónica.
En el artículo, el tránsito entre la idea estipulada de “tertulia” y la institucionalización de la escuela platónica podría ser más claro. Por momentos, Zaid parece identificar lo que hace Sócrates ­conversar “con todo hijo de vecino”­ con esa idea. Pero también llama “tertulia”, en dos ocasiones, a la academia de Platón, pese a que éste “volvió a la tradición de limitarse a los amigos y discípulos”.
Por lo demás, ninguno de los datos que aporta Zaid, en su ejemplar seguimiento de la evolución semántica de la voz “academia”, permite pensar que la iniciativa de Platón tuviera que ver, esencialmente, con relajadas reuniones entre pares y amigos conversando con desgaire sobre cualquier asunto. No digo que el autor afirme esto, sino que su artículo puede dar lugar a ese equívoco.
Más que a una tertulia, la academia de Platón se asemejaba a un cenáculo de cariz teórico-religioso. En este punto, lo que inspira al gran filósofo es la escuela pitagórica, conocida por su carácter iniciático. En clara consecuencia con el espíritu inherente a esa manera de encauzar la filosofía, por ejemplo, se lee en República (539 d): “… es a las naturalezas ordenadas y estables a las que hay que darles acceso a las discusiones y no como se hace ahora, al primero que pasa…” Y, desde luego, tales “discusiones” se inscribían en un largo y arduo proceso de cultura y reforma éticas, que Platón sintetizaba con la idea de “dialéctica” ­la cual, dicho sea al pasar, muy poco tenía que ver con lo que después llamará así Hegel.
Las diferencias entre cualquier modo de la tertulia y la academia platónica serían mayores, con mucho, que las semejanzas. Todo indica que, en la historia de esas tres maneras de dar cauce al discurso ­tertulia, academia y universidad­, Platón y su escuela se cuecen aparte. Y la “dispersión semántica” ­como la llama Zaid­ sufrida por el vocablo “academia”, durante siglos de uso, no niega esa posibilidad. Más bien la reafirma. ~

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