Nueva desgracia

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La democracia consiste en que la gente sabe lo que quiere, y bien merecido se lo tiene.
H.L. MenckenPues sí, compañero, lo que pudo ser una auténtica fiesta de cívica alegría por haber roto las cadenas que nos sojuzgaban desde hacía setenta años, no tardó en convertirse en una nueva tragedia: comprobar que el pueblo, al que queremos tanto, simplemente no sabe lo que quiere.
     "Lo que está sucediendo es una desgracia para el país", dijo Cuauhtémoc Cárdenas al día siguiente. Tiene toda la razón. Porque sí, es una desgracia. No sé cómo le hacemos, pero cuando los mexicanos salimos de una desgracia es sólo para entrar a otra, peor que la anterior. Somos un país de desgraciados. ¿Cómo es posible que el pueblo nos hiciera esto a nosotros? ¿Cómo pudo votar por la reacción neoliberal y ultramontana?
     Por una de dos razones: o la publicidad mercadotécnica o el fraude electoral, todo menos la voluntad popular. ¿Qué se puede esperar de un pueblo que cree que la Coca-Cola tiene proteínas? Quizás fue por eso que el pueblo al que tanto hemos defendido, analizado y educado, al que tanto amamos y conocemos, nos haya salido con su tarugada. ¡Me duele México!
     Pero más que la publicidad, creo que fue el fraude electoral. De otro modo habría que reconocer que el pueblo es muy bruto, cosa que rechazamos por principio. Por eso Cuauhtémoc dijo el 7 de julio que "tendremos que ver si se desarrolla un sistema electoral plenamente confiable y transparente", lo que equivale a decir que no lo tuvimos y que, a pesar del IFE y del tribunal electoral y de la supervisión de los partidos, incluido el nuestro, el sistema sigue siendo inconfiable y opaco.
     Y sin embargo, debemos tener paciencia. Cerrar filas. Sacar fuerza de la derrota. Perseverar en nuestra lucha. Olvidar el pasado y mirar hacia el futuro. Esto es muy importante, sobre todo ahora que el pueblo decidió ser reaccionario. Tenemos que perseverar en la lucha verdadera. Porque todos entendemos que el cambio que acabamos de vivir es un falso cambio. Todos. Quizás con la única excepción del pueblo mayoritario. Y es un falso cambio porque sólo es una ilusión de cambio, no un cambio real; un cambio de nombres pero no de proyecto. Y esto confundió al pueblo, tan propenso a confusiones cuando lo dejamos solo.
     El 3 de julio Cuauhtémoc dijo que seguiríamos luchando "por el cambio que el pueblo demanda". Eso es lo importante. Creo que es una de las cosas más importantes que ha dicho: lo que el pueblo demanda no es lo mismo que lo que el pueblo quiere. Además de que esto explica a la perfección lo ocurrido el 2 de julio, es una idea que infunde nuevos bríos a nuestra lucha.
     Para empezar, queda claro que demandar es más que querer. Para el caso es hasta más que exigir. Podríamos entender por demanda aquello que el pueblo realmente quiere, pero no sabe cómo se llama. O bien, aquello que el pueblo realmente quiere mientras que, por alguna razón extraña, finge que quiere otra cosa. En ese sentido, que nuestros niveles de votación hayan bajado notablemente se debe a que el pueblo no demandó, y se limitó a querer. Se desprende de lo anterior que los votos que prefirieron el cambio eran en realidad para nosotros, pero los votantes no le atinaron a nuestro emblema. O bien que a la hora de votar, el pueblo, en lugar de preguntarse ¿qué demando? se equivocó y se preguntó ¿qué quiero?
     He ahí la explicación más plausible. A partir de este razonamiento es que entiendo que nuestra lucha debe continuar. Por no ser lo mismo el cambio que el pueblo quiso al cambio que demanda, deberemos continuar la verdadera lucha contra el mal gobierno que el pueblo quiso, hasta convertirnos en el buen gobierno que el pueblo demanda. Por lo pronto, está claro que el próximo gobierno ya es, desde antes de tomar posesión, un mal gobierno. Y que nosotros seguiremos siendo los paladines del cambio que nosotros sabemos que es en realidad el que quiere el pueblo, aunque el pueblo no lo sepa; un cambio por el que vamos a luchar, aunque no quiera el pueblo, pero que nosotros demandamos en su nombre. Ese, no el que se quiere, que es falso, sino el que se demanda, es el único cambio verdadero.
     Nunca, jamás de los jamases, colaboraremos con el próximo mal gobierno que el pueblo quiso. La democracia es la facultad que tiene el pueblo para elegir libremente a sus usurpadores. Estaremos dispuestos a colaborar solamente, en algún día futuro, con el gobierno que el pueblo demande. Es más, no sólo no vamos a colaborar con el cambio que el pueblo quiso, sino que lo vamos a combatir, a sabotear, a echar a perder lo más que se pueda, para demostrar que nunca debió ser gobierno. Todavía tenemos presencia y liderazgo en las cámaras, en la UNAM y en algunos municipios.
     Y más felizmente aún, tendremos hasta la solidaridad del viejo pri que, como estamos viendo, también tiene muy en claro que no es lo mismo querer que demandar y que el pueblo no sabe lo que quiere, y que cuando sí sabe lo que quiere es porque no sabe lo que le conviene. Y lo más importante: que nuestro único futuro está en nuestro común pasado. –

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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