Monopolios ineficientes

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No todos los monopolios son ineficientes, solo aquellos que aprovechan su posición en el mercado para obtener utilidades monopólicas y atentar contra la soberanía del consumidor –en esa forma perjudican a la sociedad.

La reacción mundial ante el problema de Fukushima –un monopolista nuclear– ha mostrado un nuevo escepticismo frente al uso de la electricidad obtenida mediante energía nuclear. El gobierno de Alemania presentó un plan para desfasar sus diecisiete plantas nucleares actualmente en operación y sustituirlas con recursos renovables de otro origen. Suiza decidió en septiembre abandonar sus planes de construir nuevas plantas nucleares y no reemplazar sus plantas en operación al término de su vida útil. Más aún, en Estados Unidos se aprecia un movimiento hacia el establecimiento de torres con hélices movidas por el viento, productoras de electricidad, que se venden libremente en el mercado, sin síntomas de obsolescencia. Y es apreciable un proceso hacia la venta de terrenos en áreas ventosas, conjugando la producción de energía eólica, como en Oregon, entre otros muchos ejemplos. ¡Y nosotros qué!

México dio un gran paso con la democratización de su sistema político. Así llegamos a la alternancia de gobiernos nacionales, estatales y municipales de diferentes partidos políticos. En la literatura correspondiente se señala que la democracia es buena para todos los partidos políticos, inclusive aquellos que pierden la hegemonía electoral. El paso del voto amañado a la democracia plena fue relativamente fácil, y ahora todos votamos sin que haya duda de confidencialidad del voto y la honestidad del conteo. Sin embargo, el acceso a una democracia plena implica algo más que la democracia política electoral.

¿Qué más debemos hacer ahora? Lograr la democracia de las demás instituciones sociales empezando por los sindicatos obreros, muy especialmente los de burócratas de todos los niveles de gobierno, comenzando con los de empresas de participación estatal.

Pero ¿cómo lograrlo? Creo que el camino más propicio es extender hacia la democracia sindical aquellas reglas que nos llevaron a la democracia política: la confidencialidad del voto para elegir a los representantes y autoridades sindicales mediante el voto individual confidencial. Si hemos democratizado la vida política, ¿por qué no también la vida sindical?

El paso del que quiero persuadir a mis lectores conlleva la aplicación de las normas de nuestra vida política a nuestra vida sindical. El cambio sería drástico: en vez de la elección a mano levantada en foro abierto –en estadios, auditorios, cines o teatros–, se dispondría de casillas accesibles, listas de participantes, grupos de escrutinio, supervisores encargados de la honestidad del acto y de sus antecedentes y subsecuentes. Esto propiciaría la democracia sindical y eliminaría los atavismos sesgados que tantos perjuicios causan a elementos que operan saludablemente.

La asamblea colectiva y la votación inobjetable han auspiciado prácticas antidemocráticas con perfiles dictatoriales, líderes en perpetuidad y opacidad sindical. Hoy, las votaciones son aprobadas por unanimidad, en foro abierto y a mano alzada. El voto no es confidencial. Las votaciones son por unanimidad y sin discusión previa. Más aún, los puestos son heredables, a voluntad del titular.

Pero la experiencia de sesgos de género en agrupaciones sociales no es el único perjuicio para las organizaciones sociales que deben preocuparnos. El monto de los subsidios es un elemento de distorsión de la política fiscal.

Puedo poner como ejemplo el subsidio al precio de la gasolina que consiste en importar la gasolina a un precio muy superior al que se la vende en México. El precio de la gasolina estadounidense es superior al precio de venta en las gasolineras, y en el caso del diesel ocurre algo semejante. Un subsidio injustificable teniendo en cuenta la estructura de la demanda de gasolina por nivel de ingreso, ya que acentúa la distorsión en la distribución del ingreso: es un apoyo a favor de aquellos con un mayor nivel de ingreso y gasto, acentuando la mala distribución en lugar de corregirla.

El subsidio a la gasolina implica una acción entre dos objetivos discordantes. Por un lado facilita aletargar los cambios al alza del combustible, y de hecho suspende el funcionamiento de un mercado en el que el precio ajusta la oferta y la demanda del bien en cuestión, entorpeciendo el funcionamiento del mercado y abaratando la cotización del producto, a consecuencia del subsidio. Por otro lado auspicia la contaminación ambiental que resultaría si el precio no fuera afectado por el subsidio. Además, dificulta la sustitución del transporte por otros medios alternativos, y complica la innovación tecnológica basada en otros energéticos.

Debe tenerse en cuenta que la producción de gasolina es un monopolio estatal: Pemex, que es el importador y vendedor del producto. En otras palabras, el subsidio limita o entorpece el funcionamiento del mercado. En un mercado de competencia esto se expresaría en utilidades oligopólicas o monopólicas; en nuestro caso se refleja en la baja productividad de la mano de obra y la rigidez sindical.

Pero también hay que considerar que la educación y la esperanza de vida de los mexicanos ha estado aumentando a lo largo del tiempo. Esto indica que los años de jubilación de un empleado también aumentan. La reserva para el retiro debe reflejar ese hecho, pero el subsidio correspondiente es independiente de este fenómeno.

Sergio Sarmiento en su artículo “Elba y la ley” (Reforma, 7 de julio, 2011) dice: “No deben sorprendernos ni el poder ni el dinero de Elba Esther Gordillo […] La maestra es una consecuencia de este marco jurídico y no simplemente del azar […] El problema empieza con el artículo 28 de la Constitución que exenta a los sindicatos de la prohibición a los monopolios. Esto ha permitido que los sindicatos se conviertan en verdaderas bandas de extorsión que explotan a empresas y trabajadores […] El enorme poder monopólico de los sindicatos beneficia así a los dirigentes y no a los trabajadores […] Por eso tenemos tantos dirigentes ricos… y tantos trabajadores pobres.” Y lo que no nos dice Sarmiento es que esto es particularmente cierto en empresas públicas.

México dio un gran paso al evolucionar de la rigidez priista a una democracia genuina. El cambio fue bastante sencillo: establecer el ife (Instituto Federal Electoral), perfeccionar el control de electores, financiar la burocracia electoral y –algo muy importante– convertir el voto ciudadano en un proceso genuinamente confidencial. Uno puede votar libremente por los candidatos que prefiera, sin temor a que los funcionarios de la casilla correspondiente se enteren o puedan ejercer represalias: el paso de la semidictadura interior a la diseminación democrática de partidos, gobernadores y presidentes municipales, cámaras legislativas estatales y alternancia de partidos políticos en todo el espectro electoral.

Parece una verdad apodíctica, sin embargo, que una genuina sociedad democrática lo sea en todos los aspectos, no solo en el electoral. Esto indica que otras organizaciones sociales –sindicatos, escuelas, agrupaciones sociales, agrupaciones profesionales– puedan ser examinadas con las mismas reglas de los procesos políticos. Pero esto nos presenta un panorama diferente: sindicatos –sobre de todo de empresas públicas–, asociaciones profesionales y de clubes deportivos. Me parece que estas asociaciones podrían imitar al sistema político: votación individual confidencial.

Por si lo anterior no fuera bastante preocupante, hay que considerar que la economía mexicana sigue de cerca el comportamiento de la economía estadounidense. Y esta muestra dificultades de comportamiento. La economía estadounidense ha crecido a niveles inferiores a su capacidad de crecimiento. Más aún, se ha observado un movimiento hacia la derecha política de esa nación. Las anteriores elecciones de la Cámara de Representantes mostraron un cambio de la mayoría demócrata hacia la derecha. La del Partido Republicano –ambas a niveles inferiores a su crecimiento potencial. En este sentido, el comportamiento ya es relevante. Desde los años noventa la economía japonesa ha estado estancada, ¿qué pasaría si a la economía estadounidense le ocurre lo mismo, y México ya no puede contar con su impulso tradicional? El país tendrá que superar esta situación. ¿Podremos? ~

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