Los lectores reales

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A finales del pasado mayo, con motivo del Año de México en Reino Unido y de Reino Unido en México se presentó en la Feria del Libro de Londres la antología México20: New voices, old traditions, producto de una iniciativa entre Conaculta, British Council y Hay Festival para dar a conocer al público británico, y en particular a la industria editorial que se daba cita en la feria, a los autores emergentes de la literatura mexicana. La selección había sido anunciada cinco meses atrás y había despertado toda clase de suspicacias: quiénes estaban, quiénes hacían falta, por qué ellos y no otros. La controversia hizo pensar a más de uno que lo que ahí se estaba gestando no era simplemente una panorama de narradores menores de cuarenta años, sino una suerte de canon anticipado.

Casi por las mismas fechas, una iniciativa mucho más modesta llevó algunas piezas de la literatura mexicana a los lectores de Reino Unido. Contra las trescientas veinte páginas de México20, esta publicación apenas tenía cuarenta. No eran veinte sino nueve los autores elegidos, a quienes no unía ni el rango de edad ni el género literario. A diferencia de México20, se incluía no solo literatura reciente en español: había muestras de poesía en zapoteco y de autores que no están en activo, como Samuel Noyola. Tampoco había que asistir a la Feria de Londres para obtener una copia: cualquiera podía tomar el ejemplar sin costo alguno en diversos puntos de Londres y otras ciudades. Nadie hizo ruido por los escritores escogidos –Ximena Escalante, Álvaro Enrigue, Chloe Aridjis, Daniel Krauze, Natalia Toledo, Sara Uribe, Samuel Noyola, Luis Miguel Aguilar y Aline Davidoff– posiblemente porque no podían ser mostrados como “una generación”. Fue una apuesta de otro tipo: los responsables no estaban pensando en negociaciones editoriales sino en algunas miles de personas que a diario se trasladan de un lado a otro en Gran Bretaña y que quizás tuvieran ganas de una buena lectura para el trayecto. Se trataba del número 142, correspondiente a abril, de la revista Litro, una publicación de pequeño formato, bonita, muy conveniente para la agitación citadina. Su tiraje, para darnos una idea de su alcance, es de sesenta mil ejemplares al mes.

La ecuación “Revista de literatura + gratuita + de amplio tiraje” parece extraña para un lector, como el mexicano, que ha visto numerosas publicaciones culturales morir y renacer, mudarse por completo a la red, fusionarse con revistas políticas o reducir sus tirajes. Solo en un ambiente hostil con la producción editorial podemos pensar que proyectos como el de Litro son algo cercano a una anomalía.

Aunque la lógica dicta que la web permite una mayor difusión, los editores de Litro han encontrado en la edición impresa una manera de insertarse en la vida real de sus lectores. “Siempre habrá necesidad de experiencias tangibles”, me dice Eric Akoto, editor en jefe y quien, al lado de Jennifer Clement y Diego Gómez Pickering, se encargó de la selección de autores mexicanos, para explicarme por qué imprimir sesenta mil ejemplares para regalar no es una locura. A pesar del inicial tono nostálgico –“nada puede reemplazar el olor del material impreso”–, sus razones derivan hacia ventajas menos románticas, como la de que un lector encuentre literatura en un lugar inesperado y “al descubrimiento de una publicación con la capacidad de llevarte lejos de la rutina de la ciudad”. Eso, en términos efectivos, ha obligado a Litro a encontrar un lugar en el corazón mismo de la rutina londinense: los medios de transporte, los sitios públicos. Pensar en lectores con necesidades demasiado concretas es un riesgo que Akoto decidió tomar hace una década, cuando pensó en una revista que pudiera compartir con sus amigos. Los años han validado su apuesta.

La importancia que tienen en Litro los cuentos y los ensayos breves marca la diferencia con respecto a otro tipo de impresos convenientes para llevar consigo mientras uno corre para ir de un compromiso al siguiente. “Cuando lees literatura no puedes ir saltando del primer párrafo de una historia al primer párrafo de otra, como en los periódicos”, dice Akoto. John Cheever imaginaba que los lectores ideales de relatos eran aquellas personas que aguardaban su turno en la sala de espera del dentista. Es decir: veía la ficción invadiendo los lugares que poco tenían que ver con el arte: los consultorios, los pasillos, los aeropuertos. “En el mundo moderno, yendo cada uno a lo que va, con el tiempo justo para llegar, Sócrates y Fedro no se encontrarían”, afirma Gabriel Zaid para explicar por qué hoy en día es prácticamente imposible que dos hombres se detengan a mitad de la calle para comentar algo que escribió un tercero. Si, como sostiene Zaid, publicar es poner un libro en medio de una conversación, eso supone en primera instancia saber colocarlo en el ajetreo típico de las ciudades. Algo que han entendido bien los responsables de Litro.

Esa certeza es evidente en sus criterios editoriales, pero también en la manera en que Litro ha crecido con una comunidad alrededor de su página web, un escaparate online para cortometrajes y videoarte (Litrotv), lecturas en lugares emblemáticos, como la estación de ferrocarril St. Pancras, y finalmente con un club del libro. Aunque parezcan manifestaciones culturales diversas, la lectura en el transporte público, la asistencia a un recital, la participación en redes o las tertulias alrededor de un título obedecen a una misma idea de lo que es la lectura: una acción contaminada por el lugar donde uno vive. El financiamiento de Litro, el pilar que sostiene esos miles de ejemplares disponibles, abreva también de esa filosofía. La revista, me cuenta Akoto, involucra a sus patrocinadores en todas esas actividades que, de algún modo, vuelven reales a sus lectores.

¿Habría que aprender algo de iniciativas como Litro? Me queda claro que sí. 

 

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Una conversación con Eric Akoto, editor de Litro

 

Entiendo queLitro tiene una circulación de cien mil ejemplares. ¿Por qué seguir confiando en el medio impreso mientras muchas publicaciones actuales están haciendo la transición a la web?

Litrosolía ser insertada en copias de Time Out London, lo que significa que imprimíamos cien mil  ejemplares. Esto terminó en 2013, ahora imprimimos sesenta mil, que supongo es todavía bastante alto para una publicación literaria. Creo que ahora mismo el diálogo alrededor de la idea de que “lo impreso ha muerto” ha cambiado respecto a la conversación de hace algunos años. Es cierto que muchas publicaciones han migrado a la web, pero lo que la web ha hecho para la industria es también matar el tipo de impresos que proveen de distracciones de diez minutos. Esto a su vez ha abierto la camino para títulos que son fascinantes, hechos con pasión, coleccionables. Creo que la conversación no debería ser “lo impreso ha muerto” o “el avance de las publicaciones web”, sino que los editores deben considerar cómo usar ambas lado a lado.

Lo impreso hace muchas cosas que la web no puede y viceversa –siempre habrá la necesidad de experiencias tangibles– nada puede reemplazar el olor de un material impreso, los humanos somos criaturas físicas y esto no cambiará, aun si la web y las nuevas tecnologías que se están desarrollando provocan un cambio en regularidad de la experiencia lectora.

Dos aspectos me parecen importantes para hablar del éxito de una revista: patrocinio y distribución. ¿Quiénes son sus patrocinadores? ¿Cómo llegan a sus lectores?

Buena pregunta. Los anunciantes de Litro han sido muy diversos a lo largo de los años, pero lo que todos tienen en común es que les atrae el ethos de Litro –nuestra creencia en que la calidad de una revista es importante–: el uso de buen papel, el contenido bien producido, la atención al detalle, la producción mensual de números que las personas quieran guardar para siempre en lugar de desechar.

Creo que para tener éxito al atraer anunciantes debes ofrecerles una experiencia: organizar eventos en vivo y festivales es algo que puede enganchar tanto a la audiencia como a patrocinadores. En Litro organizamos este tipo de eventos bajo el sello Litro Live! La nuestra fue la primera plataforma literaria en Londres que recibió la oportunidad de programar un evento literario para los usuarios del transporte público londinense en la St. Pancras International Station, algo que se logró gracias al patrocinio de la estación. Las experiencias también son una forma de llegar a nuestros lectores y conectar con ellos.

Pero nuestro objetivo no es solo vernos atractivos para los patrocinadores sino ver cómo podemos beneficiar a nuestros lectores. Nuestro modelo de distribución para la revista continúa siendo el mismo que cuando comenzamos hace diez años: estar en lugares donde uno no esperaría encontrar una revista literaria y mostrar al lector una publicación que tiene la capacidad de transportarlo lejos del trajín diario de la ciudad.

¿Por qué enfocarse en cuentos?

Los cuentos con frecuencia son vistos como una preocupación divertida, pero cuando se hacen bien pueden ser la forma literaria perfecta y digerible para una generación sin tiempo, pero que todavía busca inspiración. La literatura no es algo que puede leerse saltando del primer párrafo de una historia al primero de la siguiente, como se lee un periódico, sino que cada pieza merece y demanda ser leída por completo y amerita también una reflexión posterior.

Recientemente dedicaron un número a México, ¿cómo respondieron sus lectores a los escritores mexicanos?

La edición mexicana publicada en abril fue bien recibida por nuestros lectores y por la audiencia británica. Tres de los autores seleccionados han sido premiados o becados recientemente. Litrosiempre ha promovido la traducción de literatura sobresaliente y fue un honor publicar a estos escritores y comunicarnos con una nueva audiencia en México. Hay planes para presentar una edición bilingüe en la Feria del Libro de Guadalajara en otoño de este año. 

(Traducción de María José Evia Herrero)

 

 

Nota: en una versión anterior de este artículo se afirmaba que la selección del número 142 de Litro había sido solo responsabilidad de Jennifer Clement y que la revista todavía se distribuía junto con el Time Out. Ambas imprecisiones se han corregido.  

 

 

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es músico y escritor. Es editor responsable de Letras Libres (México). Este año, Turner pondrá en circulación Calla y escucha. Ensayos sobre música: de Bach a los Beatles.


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