Revista Istor

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FONT FACE=Georgia, Palatino, Times SIZE=3>Historia viva
     Revista Istor, año 1, número 1, verano de 2000.
Lo primero que llama la atención al hojear Istor es que la historia que aquí está en juego no es en modo alguno una historia remota y la mirada de quienes se asocian a su empresa está atraída por un enigma llamado presente. Aunque Istor trata de dar cuenta de las líneas maestras que parten o partirán la historia de nuestros días (el fracaso en la prohibición de las armas nucleares, el nuevo lugar en el orden mundial de un país como la India, las matanzas técnicamente calculadas por los serbios en Kosovo contra todos los hombres adultos y en edad militar), no pierde nunca de vista la cuenta larga y la larga duración.
     La primera impresión que produce la lectura de Istor es abrumadora y a la vez hospitalaria. De un lado, se tiene la sensación inquietante de tener al alcance de la mano, en 150 páginas, quince artículos de quince autores, un talismán de taumaturgo, un aleph o un zahir, uno de esos objetos de poder cabalístico donde se contiene y consume la historia del mundo. Del otro, la impresión que podría ser vertiginosa resulta más bien hospitalaria, pues los autores comparten una o varias conversaciones —una disposición intelectual, cuyo común denominador es la honestidad entendida como la conciencia de los límites y la responsabilidad del saber. Este aleph o zahir llamado Istor se revelará con el tiempo como una genuina piedra de toque, piedra militar de esa casa en construcción llamada el presente y que se expresa en la historia y la cultura contemporáneas. El tema profundo que subyace en el abanico problemático que arma Istor es, por supuesto, la historia, pero se diría que es aquella historia que de tan presente nos envuelve y ya se llama geografía, ya política, ya derecho, ya relaciones internacionales. Istor aparece como una bisagra donde se articulan memoria y política, recuerdo y acción, pues este querer saber, este querer averiguar las figuras del presente tiene mucho de mayéutica, de arte del parto y del alumbramiento del conocimiento histórico. Istor pone en obra un concepto, una concepción de la historia que trasciende las fronteras políticas y/o formales y busca la invención de un relato histórico a la altura ecuménica de los tiempos.
     Que el texto de Paul Valéry, que apareció originalmente como prólogo al libro Miradas sobre el mundo actual, aparezca en Istor como una especie de manifiesto es significativo a mis ojos de una cierta vocación renacentista y de un horizonte humanista —como el de Paul Valéry— inclusivo de las ciencias y las técnicas. El mundo es ya —decía Paul Valéry en 1932— uno solo y se inicia una historia universal o pluriversal en la cual los diversos relatos nacionales sólo tienen sentido contra el trasfondo de procesos interdependientes. En ese horizonte, añadimos nosotros, los diversos campos del conocimiento ven desbordado, envuelto su territorio en una red o una superposición de redes cuya malla sólo es posible manipular ordenadamente mediante la presencia y la inspiración constante de la experiencia directa. Pues con la fusión o explosión de los relatos nacionales en una sola o varias narraciones universales corremos el riesgo de quedar deslumbrados o mareados —como ante un talismán apocalíptico, ante un aleph. La palanca para mover y/o comprender el mundo precisa un punto de vista, un punto de partida y de llegada. El jonio Herodoto nunca perdió de vista que su verdadera nacionalidad era la griega. Istor nace con las cartas credenciales de una ciudadanía abierta y cosmopolita: la que caracteriza a la cultura hispanoamericana contemporánea. Ese horizonte abierto al mundo y al tiempo, pero anclado en el aquí y en el presente, es, sin duda, una de las formas más "efectivas" para curar el mareo producido por el presente. Esa es la clave quizá de por qué Istor puede habitar holgadamente esa tierra de nadie y de todos que está entre el periodismo y la historia, entre la memoria crítica y la actualidad, entre el saber y la experiencia.
     Dar fe y razón del presente es una forma de aclarar nuestras ideas, pero es, sobre todo, una de las formas originarias de la historia. La voz Istor nos devuelve a los orígenes de la Europa mediterránea. ¿Y qué puede convenir más que recordar el origen cuando nos encontramos al filo de un nuevo inicio? Pues Istor nace desmintiendo tajantemente la muerte de la historia y el eclipse del hombre histórico. La revista dirigida por Jean Meyer, aconsejada y redactada por José Antonio Aguilar, Óscar Mazín, Luis Medina, Rafael Rojas, Mauricio Tenorio, Jesús Velasco, y coordinada por José Manuel Prieto —pastor de redactores—, nos dice con Georges Duby que la historia continúa. Con una cautela: para concluir citando a Paul Valéry: a partir de este siglo la historia ya sólo puede ser internacional y la condición autónoma y aislada de las comunidades fingidas por los nacionalismos queda exhibida desde ahora como una ficción. Si somos contemporáneos de todos los hombres —como escribía Octavio Paz en El laberinto de la soledad—, ello significa que todos somos igualmente actuales y presentes y que en el mundo-época que nos toca vivir ya no son posibles los "vecinos distantes".
     El demonio de la secularización le enseña al hombre que sólo tiene la Tierra. Fausto entonces responde: ¿Sólo la Tierra? Sí, pero entonces toda la tierra. Tal es la exigente ambición de Istor. Una exigencia y una vocación donde el cosmopolitismo no es un punto de llegada sino un punto de partida. Por eso es tan significativo que el buque llamado Istor inicie su aventura intelectual desde este altiplano fronterizo y mestizo, desde esta cruz y este cruce llamado México. –

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(ciudad de México, 1952) es poeta, traductor y ensayista, creador emérito, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Sistema Nacional de Creadores de Arte.


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