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Fernando del Paso

Bajo la sombra de la historia. Ensayos sobre el islam y el judaísmo. Volumen I

México, FCE, 2011, 931 pp.

 

Escribir tres volúmenes sobre el islam y el judaísmo es, en cierto modo, una osadía. La bibliografía –especializada y no especializada– dedicada a estas dos religiones es abundante, inabarcable y a veces confusa, equívoca, parcial, tendenciosa e ideológica. Por ello, que este primer volumen destine tantas páginas a los orígenes del islam y el judaísmo es un reto y comporta un enorme riesgo, a saber, que la selección poco metódica de la literatura consultada haga de la información histórica y su interpretación algo discutible. Fernando del Paso parece consciente de este peligro y, por ello, justifica su atrevimiento advirtiendo que no es historiador sino un “testigo privilegiado de nuestros tiempos” y que el contenido del libro, según el epígrafe, “no es lo que quiere enseñar sino lo que quería aprender”. Sin duda se aprende mucho al redactar 931 páginas y al revisar la vasta bibliografía que se registra al final del volumen. También sus lectores aprendemos de estas páginas rebosantes de información, a veces precisa y a veces no, a ratos curiosa y a ratos no, en varias ocasiones bien fundada y en otras no. Esos son los riesgos de la erudición.

El libro comienza con un largo ensayo autobiográfico. Del Paso se declara un no creyente pero manifiesta su interés por comprender a los que sí creen. Advierte que sus referencias autobiográficas no pretenden hacer de este volumen un libro de memorias: su intención es, más bien, mostrar las circunstancias e intereses que le animaron a escribirlo. Relata su experiencia como escritor, locutor y cónsul, actividades que le permitieron residir varios años fuera de México. La lejanía, según confiesa, le permitió tomar autoconciencia de su identidad latinoamericana y le llevó a descubrir un mundo repleto de complejidades. Su recorrido personal es fascinante y, aunque afirme que esta primera parte no funge como una presentación de credenciales, es inevitable leerlo de otra manera. El ensayo inicial recoge anécdotas, recordatorios históricos, referencias a lecturas cruciales para el autor, reflexiones sobre México y sobre la situación de los judíos y los musulmanes en América Latina.

Del Paso insiste en que su condición de no creyente lo sitúa en un lugar privilegiado para contemplar desde un punto de vista distinto a los creyentes. Su posición no es necesariamente un privilegio: un defecto habitual del no creyente es su resistencia a ubicar y comprender el fenómeno religioso desde las motivaciones internas del creyente y, por ello, con frecuencia trata con ligereza las creencias religiosas. En varios momentos, Del Paso tiende a tomar esta actitud. En otros, apela al lugar común, por ejemplo cuando afirma que el crecimiento del islam en los países occidentales es un peligro para la democracia. A mi juicio, habría que preguntarnos si el islam no representa más bien un reto para fortalecer la democracia y la pluralidad. Hay sectores de inspiración islámica muy peligrosos, sin duda, pero el islam no se reduce a ellos. La heterogeneidad del mundo islámico insta a erradicar los estereotipos y a construir mecanismos de integración social más efectivos. No es este el lugar para ahondar en dicho tema, aunque sí para cuestionar si hemos logrado comprender a profundidad las mentalidades religiosas. Y a ello podría contribuir este libro a través de su reconstrucción histórico-cultural. No obstante, habría que estar atentos ante varias imprecisiones.

El primer defecto a señalar es metodológico: las fuentes bibliográficas utilizadas son dispares y predominan los estudios generales por encima de las fuentes primarias y los estudios especializados. Además, no resulta nada fácil complementar enfoques tan variados como el antropológico, el histórico, el sociológico y el de las religiones comparadas. Entre la vastísima bibliografía se incluyen académicos valiosos como Catarini, Hourani, Watt, Esposito, Sourdel, Armstrong y Chebel. Sin embargo, escasean los coranistas y talmudistas así como los especialistas en teología, filosofía y ciencias jurídicas, indispensables para entender a fondo las doctrinas judía e islámica.

Menciono solo algunos ejemplos de imprecisiones. En la cuarta parte del libro, dedicada al Corán, Del Paso habla, con un dejo de irreverencia, de las inconsistencias coránicas (ni el arcángel Gabriel, ni Mahoma, ni Alá, dice, lograron ponerse de acuerdo). Alude constantemente a pasajes en apariencia contradictorios y, aunque se apoya en el Dictionnaire du Coran de Geoffroy, sus observaciones son simplistas. Un análisis apoyado en la filología y la gramática árabes es indispensable para un abordaje cabal del Corán. Hay además una gran tradición de intérpretes y una vasta colección de tratados filológicos, teológicos y jurídicos que no se pueden soslayar. La revisión de estas fuentes evitaría interpretar atropelladamente, como lo hace Del Paso, varias proposiciones coránicas como, por ejemplo, la creación. Si hacemos una revisión filológica y filosófica a este respecto nos enfrentaríamos a tres términos árabes (huduth, ibda, khalk) que muestran cuán compleja y nada ingenua es la doctrina de la creación.

El Corán es uno de los textos filológicamente más desafiantes. Del Paso se pregunta por qué los textos religiosos no son más claros e incluso descalifica la afirmación de Hans Küng de que el Corán es coherente y homogéneo. Curiosamente, aunque Küng no es ninguna autoridad en los estudios islámicos, aquí tiene razón. Pero más allá de Küng, primero hay que comprender que un texto religioso no es un texto científico. El Corán y el Talmud contienen principalmente criterios de acción y, dado que las acciones humanas no son unidireccionales, ninguno de los dos admite interpretaciones unívocas. Los textos religiosos están abiertos a la interpretación. Pero ello no significa que no puedan ser leídos de manera sistemática y que no podamos descubrir cómo a pesar de su ambigüedad son coherentes y homogéneos. La fuente para analizar la lógica detrás de un libro como el Corán no es Küng, sino especialistas como Miriam al-Attar, Sabine Schmidtke y, sobre todo, Rosalind Gwynne (Logic, rhetoric, and legal reasoning in the Qur’an).

Es imprescindible conocer a detalle las distintas teorías de la interpretación (tawil) coránica, desde las clásicas hasta las contemporáneas. No basta con recurrir, como hace Del Paso, a Rahman, Esack y Arkoun. Enriquecería mucho incluir a reformistas como Assad, Ramadan, Jaled, Gülen y otros. Si perdemos los matices de la tradición interpretativa islámica cometeremos imprecisiones o haremos generalizaciones, tal como hace Del Paso al referirse a cuestiones como la poligamia y el sexo libre o cuando habla de la mujer. En este último caso, se apoya principalmente en un par de fatawa, es decir, mandatos legales establecidos por intérpretes de la ley religiosa. Las fatawa no obligan a todos los musulmanes y, por ello, resulta trivial (y morboso) aludir a una fatwa del año 618 que permite la ablación o clitorectomía. En realidad, el Corán no dice nada a este respecto y es conocido que aquella es una práctica matriarcal africana y no propiamente islámica.

El tema de la mujer merece un tratamiento cuidadoso. No es cierto que solamente hayan destacado tres feministas islámicas, como dice Del Paso. Hoy en día existen muchos movimientos feministas en los países musulmanes. Sugeriría consultar algunos trabajos como el de Roald (Women in Islam), Hafez (An Islam of her own: Reconsidering religion and secularism in women’s Islamic movements), y Lovat (Women in Islam. Reflections on historical and contemporary research), por mencionar algunos.

Al tratar sobre la famosa yihad, Del Paso nuevamente obtiene conclusiones precipitadas. Critica la postura de Maïla, quien sostiene que “la verdadera yihad (esfuerzo) es la iytihad (razonamiento independiente)”. Aunque Del Paso consulte el diccionario Oxford del islam, ello no basta para entender el sentido del término iytihad. La iytihad  es fundamental en la tradición jurídica islámica, pues se refiere al esfuerzo por recurrir a métodos racionales para interpretar de manera oportuna el Corán y la sunna (tradición). Hace falta mirar con atención los tratados jurídicos en los que se discute la metodología adecuada para extraer normas y criterios de acción de la sharía para percatarse de que la afirmación de Maïla no es nada peregrina.

Bajo la sombra de la historia genera mucha discusión. Del Paso ha logrado compilar información sobre la que vale la pena reflexionar. Hay que reconocer que ha puesto sobre la mesa un volumen que seguramente abrirá más espacios de discusión sobre la esencia del fenómeno religioso. ~

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(ciudad de México, 1973) es doctor en filosofía. Ha publicado, entre otros títulos, La filosofía árabe-islámica (Publicaciones Cruz, 2007).


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