Le beau monde

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Un hombre se subió a una caja
(conocida por sus discursos
sobre la maldad de los empresarios
y la pobreza del proletariado)
y empezó a hablar de Marcel Proust,
el gran escritor francés.

Lo juro (Tony Russo es mi testigo).
Era de noche, se hacía tarde
y la gente se dispersaba,
pero al oír su cháchara
todos se volvieron, curiosos.

Hubiera dicho un lavaplatos
de algún antro de la avenida B.
Se mordía las uñas al hablar.
Fue encadenando frases
en lo que debía ser francés.

De pronto, todo el mundo se animó,
incluso los borrachos.
Los culturistas
dejaron de exhibir sus músculos.
Era como asistir
a una misa antigua en latín.

Nadie entendía nada,
pero nos encontrábamos a gusto.
Cuando acabó, tomó sus cosas y se fue.
A toda prisa, largo como era.
Los demás nos lo tomamos con calma
antes de dispersarnos. ~

— Versión de Jordi Doce

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