Las paredes interiores del capullo

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     I
     El recorrido,
     intacto.
     Lotes baldíos,
     muros de arcilla,
     fragancias primitivas.
     Mundo absorto,
     completo tras la lúcida
     rendija.
     A hurtadillas, así,
     he clavado un alfiler en el transcurso
     de allá afuera,
     minucia, gusano, víbora
     latente, pululante
     de la letra
     ajena.
      
     Capullo,
     bola de cristal
     por dentro,
     la gran rosa del mundo.
     Tiembla arrullada
     por vientos de diamante.
     Y entre los pistilos y la entraña,
     este segundo,
     este revés del cuerpo
     antes del alumbramiento,
     in albis
.
      
     II
     Vas bien,
     es por ahí,
     abre el túnel,
     rosa de rosas
,
     sé aroma
     de flor, de tallo,
     de abedul que enmarque
     el artilugio cotidiano,
     la piedra en las murallas,
     las losas en el piso,
     las vigas en el techo,
     el paisaje reblandecido.
     Y el júbilo.
      
     Noli me tangere
,
     dice la piel de esta burbuja
     vítrea,
     soplada hasta su ser
     de hilo de seda
     en un reproducir perpetuo.
     Guarda silencio desde ti.
     Habla de un pozo sin brocal.
     Recorremos un pasillo eterno,
     siento el calor y el tintineo
     de un brazalete.
     Y cuando volteo a ver a un alguien
     te has estirado hasta el fondo de mi vida.
     Te hablo de tú.
     Pero soy yo.
      
     No me toques

     con la punta de tu lengua
     muerta.
     No me condenes
     al latín de este universo,
     único verso
     indiviso.
     Estás viva,
     mens
.
     Me estás leyendo. –

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