La venganza del reino animal

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De un tiempo a estas fechas, con cada año que pasa parece acortarse la distancia que nos separa del apocalipsis. No es novedad que, por una u otra razón, cada mes de diciembre llega el fin del mundo. Desde hace al menos una década vivimos instalados en una época que el escritor J.R. Wilcock, en su propia interpretación del futuro, predijo que sería de febril y mortuorio esplendor. Ciertamente, el actual episodio epidémico del virus de la influenza tiene todos los elementos para ser incluido como un capítulo póstumo de su libro Hechos inquietantes: la súbita irrupción de un nuevo virus; noticias como rumores que circulan y se leen a escala planetaria; gente que opina; teorías originarias acerca de un niño de Perote, Veracruz, que sobrevive como si nada luego de que el virus acaba con la vida de más de medio centenar de sus paisanos en varios puntos del territorio; ciudades clausuradas ante el temor del contagio; políticos con la inteligencia de una mosca que aprovechan el viaje para continuar su gastada y predecible farsa; algunos sabios hombres de ciencia en quienes la humanidad todavía puede confiar.

Para que el episodio del virus de la influenza porcina logre calificar como hecho inquietante, a esta historia solamente le falta un ingrediente dramático de primerísima importancia: la gran sublevación del orden natural, el levantamiento de millones de animales amotinándose en contra de sus explotadores, los hombres, los inventores de la descomunal y obscena máquina que mantiene al generoso cerdo en un estado de agravio y ultraje permanentes. Y esta es precisamente la parte de la historia que están contando algunas organizaciones protectoras de animales, como la Humane Society de Estados Unidos, un verdadero grupo de presión dedicado a impulsar las distintas agendas científicas, legales, educativas y de difusión en contra de la crueldad hacia los animales. En opinión de Michael Greger, director de Salud Pública de la Humane Society, la aparición del virus de la influenza no es del todo novedosa, al tiempo que es resultado de las prácticas agresivas utilizadas por la industria en la crianza intensiva de cerdos en aquel país. A partir del estudio de ciertos casos ocurridos en California y Texas, las primeras huellas del virus H1N1 en Norteamérica aparecieron desde 1998, cuando al menos seis segmentos genéticos del virus en su actual forma fueron identificados en una granja industrial de Carolina del Norte.

Así, 1998 aparece como el año de la gran mutación, el momento histórico en que el virus se convierte en una especie de híbrido, digamos que mitad humano y mitad porcino. Como consecuencia de la epidemia generada en las granjas de crianza de puercos en Carolina del Norte, el virus vuelve a mutarse al adquirir rasgos propios de la gripe aviar, lo que se conoce como el salto de la barrera intraespecífica, y con ello se provocan al final del año episodios epidémicos en Texas, Minnesota y Iowa. Es en este momento también cuando las prácticas industriales en la crianza de puercos repercuten en un incremento inusitado en la densidad de la población porcina, al menos en lo referente al estado de Carolina del Norte: mientras el número total de granjas se va reduciendo, en tan sólo seis años la cifra de puercos criados en ellas crece de dos a diez millones. En la década de los ochenta, la mayoría de las granjas tenía en sus corrales a menos de cien puercos; hacia el final de la década siguiente, el 99 por ciento de las granjas existentes mantenía a más de mil animales en encierro. Actualmente, siguiendo los modelos de cría industrial de pollos una granja puede confinar a más de cinco mil puercos. Lo lógico en semejantes condiciones, dicen los científicos, es que la aparición y replicación de un virus se incremente de manera exponencial. Incluso en fechas tan recientes como 2008 los resultados de diversos estudios e investigaciones han evidenciado la relación existente entre, por un lado, las altas concentraciones poblacionales en las granjas de crianza de puercos y, por el otro, el incremento del riesgo de infecciones masivas producto de virus porcinos que bajo esas condiciones se replican y mutan de manera extraordinaria.

La historia vuelve a dar un vuelco cuando el virus de la influenza porcina se muta de nuevo al transmitirse de una persona a otra, convirtiéndose ahora en el virus de la influenza humana. Pero ello pudo acontecer al menos desde 1993. Antes que el caso de Perote, las primeras dos víctimas mortales del micromonstruo de las tres cabezas fueron dos niños holandeses cuyo deceso por infección mostró evidencias de un virus de origen aviar y porcino susceptible de ser transmitido entre humanos. Cuesta trabajo imaginar la forma en que el artista Mino Maccari, encargado de ilustrar el libro de Wilcock con algunos estrafalarios dibujos y viñetas, habría representado a este nuevo virus, el virus de la rebelión animal. Producto de la reciente epidemia, ha sido completada la cadena genética y determinada la cepa del virus A/H1N1 que permitirá la creación de una nueva vacuna. Mientras ello ocurre, en el fondo oscuro de las granjas superpobladas nuevas mutaciones esperan su turno; amotinados e inquietos, los pollos y los cerdos seguirán buscando la forma de cobrarnos caro su maltrato. ~

 

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(Montreal, 1970) es escritor y periodista. En 2010 publicó 'Robinson ante el abismo: recuento de islas' (DGE Equilibrista/UNAM). 'Noviembre' (Ditoria, 2011) es su libro más reciente.


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