Foto: MediaPhoto.Org, CC BY 3.0 , via Wikimedia Commons

Dólares en efectivo

La iniciativa del senador Ricardo Monreal propone que los bancos los cambien de manera sencilla, aunque escandalosa: obligar al Banco de México a comprarles los dólares que no pueden repatriar ni vender.
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En México circulan dólares en efectivo. En otros tiempos, los pesos mexicanos circulaban en los Estados Unidos. No los llamaban pesos, sino dollars, antes de que existiera el dólar.

Cuando Thomas Jefferson propuso independizarse monetariamente de México (Notes on the establishment of a money unit, and of a coinage for the United States, 1784), recomendó imitar el peso, porque “es una moneda conocida, con la que todos están familiarizados, y ya circula desde el sur hasta el norte”.

Propuso que la nueva moneda se llamara dollar, como el peso; que tuviera el mismo contenido de plata que el peso y que adoptara el signo inventado en los Estados Unidos para el peso ($).

Los dólares que circulan en México llegan con los turistas, los vecinos fronterizos que cruzan para hacer compras, los paisanos que vienen a visitar a sus familias, así como los narcos que los cobran en los Estados Unidos y no pueden lavarlos allá.

Los dólares que ganan los exportadores llegan directamente a sus cuentas. En México, cualquier empresa (pero no una persona física) puede tener cuenta en dólares.

La prohibición viene de la crisis de 1982. La desconfianza en el peso hizo que muchas familias abrieran cuentas en dólares, como precaución. El presidente López Portillo quiso tranquilizarlas asegurando que defendería el peso “como un perro”. Resultó contraproducente, y enfureció. Acusó a los bancos de promover la dolarización. Le respondieron que su propia familia estaba comprando dólares. Sacar esto a relucir le pareció insolente, y para castigarlos decretó la expropiación bancaria.

Desde entonces, las familias que pueden abren cuentas en los Estados Unidos. Las que no, guardan dólares en efectivo bajo el colchón.

Tampoco las remesas de dólares a las familias llegan en efectivo. Como si pusieran giros telegráficos, los emigrantes entregan billetes a Western Union o MoneyGram para que los sitúen en el banco de más fácil acceso para su familia. El más común es el Banco Azteca, que entrega pesos a cambio de los dólares.

Un mérito del Banco Azteca es atender a las familias de menores ingresos. En banca múltiple, tiene el primer lugar por el número de sucursales y de créditos a personas físicas. Gracias a su relación con las tiendas Elektra, le conviene aceptar más dólares de los que puede usar; porque su mejor negocio no es cambiar dólares, sino vender electrodomésticos o motocicletas en abonos.

En números muy redondos, dos millones de familias reciben 40,000 millones de dólares al año, o sea 20,000 por familia, en cinco remesas mensuales de 333. El remitente paga por el servicio unos siete dólares por remesa (2% del monto remitido) y la familia paga aquí en el cambio a pesos.

Según el Banco de México, de enero a septiembre de 2020, la banca captó 4,732 millones de dólares en efectivo, repatrió 3,887 a sus corresponsales en los Estados Unidos (usándolos para hacer compras o inversiones allá), vendió a sus clientes 744 en efectivo y no pudo repatriar ni vender 101.

Estos 101 millones de dólares no son tantos, relativamente, pero el banco no gana con tenerlos: ganaría si pudiese cambiarlos a pesos y prestarlos.

La magnánima iniciativa del senador Ricardo Monreal (ya aprobada en su cámara, pero no en la otra) propone que los bancos los cambien de manera sencilla, aunque escandalosa: Obligar al Banco de México a comprarles los dólares que no pueden repatriar ni vender.

La iniciativa es un atentado a la autonomía del Banco de México. Facilitaría a los narcos lavar sus dólares. Ningún país expone así a su banco central. Habría consecuencias: menos inversiones y hasta fugas de capital. La Reserva Federal podría cerrar su línea de crédito a México. Esto acabaría reduciendo la repatriación (los 3,887) muchas veces más que los 101 no repatriables.

Además, resulta feo que el principal beneficiario sería un banco amigo de Morena. Más aún si el Banco Azteca tiene antecedentes problemáticos en los Estados Unidos, por los que seguramente velará el nuevo embajador en Washington, expresidente de la Fundación Azteca.

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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