Dos cartas sobre México

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 A ELIZABETH MORROW

4 DE ABRIL DE 1945

Embajada británica, Washington, DC

Querida señora Morrow:

Comencé a escribir esta carta a mano y muy pronto me di cuenta de que, por mucho que un manuscrito sea más agradable y genuino que un texto impreso o mecanografiado, este método habría tenido el gran inconveniente de no poder ser leído, o al menos descifrado, por su lectora, pues si mi conversación es bastante ininteligible, mi letra es aún peor. Así que recurro a un método más moderno y frío, aunque siga pensando que es menos agradable, para expresarle cuán profunda y duraderamente agradecido estoy por las dos semanas que pasé en Casa Mañana. Realmente estaba en muy malas condiciones cuando llegué y así habría seguido, de no ser por los deliciosos, y, al menos en lo que a mí toca, tranquilos días que pasé en Cuernavaca. Sólo espero no haber cansado mucho a los demás: me temo que hablo demasiado.* […]

Regresé inundado por las más contradictorias emociones acerca de México y los mexicanos; me parecieron mucho más oscuros y violentos de lo que esperaba, llenos de superstición y auténtica barbarie medieval, y con temperamentos más intensos y una vida interna más secreta que los alegres, sonrientes y, supongo, frívolos latinoamericanos de otros países con los que uno se encuentra en Washington. Obviamente, la tierra en México es muy rica y exuberante y la vegetación muy abundante, pero las expresiones en los rostros de la gente me parecían más bien atemorizantes. Podía respetarlos y admirarlos, pero creo que nunca llegaría a sentirme cómodo entre ellos. Cuán luminosa y civilizada es la vida en Casa Mañana; oh, y el placer de permitirse leer libros y platicar sobre cualquier tema sin un perpetuo sentimiento de culpa por descuidar los ilegibles reportes oficiales que se acumulan en mi escritorio. De verdad, le estaré siempre agradecido. […] ~

Afectuosamente,

Isaiah Berlin



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*John Wheeler-Bennett, historiador en tiempos de paz, recordaba más tarde: “Nos sentábamos en el jardín a chismear, discutir o simplemente hacernos compañía en silencio […], aunque cuando llegó Isaiah […] ya no hubo ese mismo grado de callada contemplación”: Special Relationships (Londres, 1975), p. 196.

 

 

CUANDO SU AMIGA JEAN FLOUD* VISITÓ MÉXICO EN 1968, BERLIN RECORDÓ SU VISITA DE 1945 EN UNA CARTA QUE LE ESCRIBIÓ.

                                        *Jean Floud, una socióloga en su año sabático del Nuffield College de
Oxford, estaba dando un curso en El Colegio de México en el verano de
1968.



[…] México. Me daba mucho miedo: estuve allá solamente en una ocasión, en 1944 [fue en 1945], y me quedé en casa de una familia estadounidense rica (era más pobretón en ese entonces: pero debes perdonarme por esta terrible verdad, no noté la diferencia: me adapto con mucha facilidad: y nunca he sido pobre de verdad: nunca he estado literalmente preocupado por el futuro: sólo he sido presa de autodesprecio en general –nunca de autocompasión–, no miedo de la Elend1 en concreto, aunque supongo que los nazis me atemorizaron en 1940) y estaba deprimido. Esos murales empapados en sangre –sangre por todas partes– en Cuernavaca y también en la ciudad de México: primero un mural de Rivera, de los aztecas haciendo sacrificios humanos: luego los españoles masacrando a los aztecas: luego gente siendo asesinada en lo que los estudiantes llaman C18 [siglo XVIII]: luego los españoles masacrados en la Revolución Mexicana a principios del C19: después la sangre que manaba en tiempos del buen Juárez, después Madero, Zapata, etc.: finalmente un gran mural de un guerrillero y a sus pies un campesino degollado con una guadaña (creo) y diciendo “Tierra y libertad”.2 Y todos esos indios inmóviles con la mirada fija en el cielo, quietos y fanáticos, mirando al sol: demasiado rígidos e inhumanos. La ciudad de México llena de turistas, la Conferencia de Chapultepec,3 y el alboroto y la frivolidad: y el hotel Reforma, pero la provincia es remota, extraña, y d.h.lawrencesca. No es para mí: no para el alegre solterón judío, el amigo de parlanchines intelectuales rusos: ni siquiera para el privilegiado primer secretario británico que era yo entonces, a quien le daban descuentos en todo y que era tratado con exquisita cortesía por los integrantes del cuerpo diplomático, que se la pasaban ofreciéndome grandes vasos de jugo4: ¡más sangre! Le queda a Trotsky o a M[a]cIntyre5 o a rebeldes feroces. No es bueno para liberales de piel delgada como yo. Con todo, me gustó el tequila, etc. Pero al ver a un tragaespadas y tragafuegos con la cara pintada, vi lo que la alegre, horrible Edad Media ha de haber sido en Europa y por qué las ratas de biblioteca se alejaron del mundo y se encerraron en monasterios. […] ~

© The Isaiah Berlin Literary Trust, 2007



Traducción de Una Pérez Ruiz

 



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1 “Miseria”.

2 El panel central del mural de Diego Rivera en la gran escalinata del Palacio Nacional en la ciudad de México representa a Emiliano Zapata y a un trabajador enarbolando una pancarta que dice “Tierra y libertad”.

3 La Conferencia Interamericana sobre los Problemas de la Guerra y la Paz se llevó a cabo en el castillo de Chapultepec en la ciudad de México, del 21 de febrero al 8 de marzo de 1945, concluyó con la firma de veinte países del continente del Acta de Chapultepec, con la que se comprometían a prestarse ayuda mutua en caso de ataque, y representó un gran avance en la solidaridad panamericana.

4 En español en el original.– N. de la T.

5 Alasdair MacIntyre, filósofo, entonces profesor de sociología en la Universidad de Essex.

 

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