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Octavio Paz y Heberto Castillo (el dicho y el trecho)

En el expediente de Octavio Paz que llevaba la Dirección Federal de Seguridad hay un reporte de 1971 sobre la conferencia de prensa en la que Paz, Castillo, Fuentes, entre otros, anuncian un proyecto político.
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En el expediente de Octavio Paz que llevaba la Dirección Federal de Seguridad (DFS) –que guarda el Archivo General de la Nación y ahora puede leerse en línea gracias a la iniciativa de Northwestern University, El Colegio de México, la ONG Artículo 19 y el Center for Research Libraries– hay un reporte fechado el 22 de septiembre de 1971 sobre la conferencia de prensa en la que Paz, Castillo y Carlos Fuentes, entre otros, anuncian un proyecto político.     

 

La “Conferencia de prensa”

Firma el informe el capitán Luis de la Barreda Moreno, “Director Federal de Seguridad”, y lo titula “Conferencia de prensa del Ing. Heberto Castillo Martínez”. Registra que el día anterior, 21 de septiembre, en casa del ingeniero Castillo, un grupo formado por él, Paz, Fuentes y los líderes estudiantiles Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, Salvador Ruiz Villegas y Manuel Santos, hicieron ante la prensa nacional y extranjera un llamado

a los sectores de izquierda, intelectuales, profesionistas, obreros, estudiantes y campesinos y mexicanos en general “que deseen una verdadera democracia en nuestro país”, a fin de animarlos a que aporten sus ideas con el propósito de definir la naturaleza, el programa y las metas de un organismo, movimiento o partido, que sume los esfuerzos, constantes pero dispares de quienes luchan por la independencia económica, la justicia social y la libertad política en México.[1]

Los convocantes “anhelan” que se respete “el voto individual y la voluntad popular para oponerse al régimen político, económico y social” que consideran “al servicio de los intereses extranjeros, concretamente de los norteamericanos” y que convocan a elaborar una plataforma “que tiene como meta primordial obtener el poder”. Aspiran a crear un “frente unido”, por lo que han hablado ya con Demetrio Vallejo y Rafael Galván.

Interrogado por los corresponsales extranjeros, Castillo dijo que “los vicios del régimen oligárquico hicieron crisis en 1968, culminando en la masacre oficial” de Tlatelolco; que el pueblo ya sale de la “enajenación mental”, cansado de recibir “las migajas que la oligarquía les tiraba”; que la apertura que menciona Luis Echeverría es resultado de la nueva conciencia; que la organización que buscan “será estructurada de abajo hacia arriba sin imponer ideologías”.

Carlos Fuentes declaró que el movimiento es “de izquierda en forma abierta y que sus filas se fortalecerán con elementos de ideas avanzadas” y que la opción del gobierno es “implementar el terrorismo sistematizado o luchar para robustecer la caricatura de democracia que existe”.

A la pregunta sobre dónde conseguirán financiamiento para su campaña, Octavio Paz  respondió que “formar comités de financiamiento es inoperante” y que por ello optan “por formar grupos de simpatizantes en cada una de las ciudades en que darían conferencias” y que esos grupos correrían con los gastos. Ello además servirá “para comprobar la disciplina y espíritu de colaboración de estos sectores y en caso de que alguno fallara, sería prueba evidente de que aún no estaban preparados activamente en la lucha”.

A la pregunta de si se inspiran en la revolución cubana, Fuentes  responde que cuando Castro desembarcó en Cuba llevaba doce hombres “que encontraron la semilla revolucionaria totalmente germinada” y sólo la cultivaron. El grupo mexicano quiere eso, “sembrar la semilla revolucionaria para hacerla germinar, lo que era un método indispensable para la Revolución”, pues crear un gran movimiento “a la vista del poder oligárquico era exponer a los integrantes a ser barridos por el Ejército”.

Sobre si había contacto con las regiones indígenas del país, Octavio Paz respondió que miembros del movimiento, “maestros de historia y antropología” ya estaban haciendo contacto con esas zonas para “intercambiar conocimientos” y para “enseñar a los indígenas lo que es la dignidad humana y cómo se adquiere la libertad”. Dijo que contra la opinión general, “ellos consideraban que los indígenas eran más susceptibles de participar en un movimiento incluso armado que muchos otros sectores que se dicen revolucionarios pero están indispuestos a comprometerse”.

El expediente anexa una fotografía en la página 69 del expediente, con sus identificadores:

  1. Salvador Ruiz Villegas
  2. Rafael Hernández Tomás
  3. Carlos Fuentes Macías (escritor)
  4. No identificado.
  5. Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca
  6. Manuel José Santos (Líder minero)
  7. Octavio Paz Lozano (Escritor)
  8. Heberto Castillo Martínez

Hasta ahí el informe que obra en el expediente.

 

Entre la espada y el muro

Paz estaba entusiasmado con el proyecto que, en esa primera etapa, se autonombró “Comité Nacional de Auscultación y Coordinación”. En una carta del 25 de octubre de 1971 a Jean-Clarence Lambert,[2] dice estar trabajando “por fundar un partido político”, a pesar de sentirse acorralado entre “la espada del PRI y el muro del PC” (el Partido Comunista), una izquierda que a su vez cuenta en su izquierda con sus ruidosos extremistas a los que Paz llama las “ranas trostkistas” y los “sapos maoístas”.

En una entrevista, “Postdata”, fechada el 10 de enero de 1972 con Rita Guibert[3]  se refiere al proyecto:

Rita Guibert: ¿ Ya han formado el partido?


Octavio Paz: Todavía no. Lo estamos organizando.


R. G.: ¿ Quiénes son los que están participando?


O. P.: Uno es Heberto Castillo,[4 profesor de matemáticas que estuvo preso por haber simpatizado con el movimiento estudiantil del 68 . Es uno de los hombres más inteligentes y de mejor corazón que he conocido. Otro es Cabeza de Vaca, un líder estudiantil que conoce muy bien a los campesinos y que se ocupa de los asuntos agrícolas. Entre los intelectuales está Carlos Fuentes. También tenemos un grupo de estudiantes, obreros y campesinos. Muy cerca de nosotros está Vallejo, un líder ferroviario que ha estado en la cárcel por mucho tiempo, un hombre ejemplar que ha dirigido a la clase obrera y que es una cabeza lúcida. Y hay otras fuerzas dispersas que tal vez podrán unirse a nosotros, como los obreros electricistas En general, queremos crear una alianza popular: obreros, campesinos, clase media, intelectuales, estudiantes.

R. G.: ¿ Será un partido electoral?

O.P.: No. Por el momento no será un partido electoral ni queremos hacer política electoral. Queremos activar el nivel del sindicato, municipio, las formas sociales básicas. Vamos a la realidad con un mínimo de ideología. En general, en México los partidos han sido formados por un pequeño grupo, con un programa que han tratado de imponer de arriba para abajo. Nuestra idea es proceder en forma contraria.

R.G.: ¿Porqué?

O. P.: Porque creemos que atravesamos por una época de crisis de las ideologías. Creemos que el «socialismo» de tipo cesarista y burocrático ha fracasado, lo mismo que la democracia parlamentaria burguesa. Por eso queremos encontrar nuevas formas de relación democrática que correspondan a las realidades del país. Queremos ser realistas y partimos de la idea de que los programas políticos son para servir a la gente y no para que la gente sirva a los programas políticos. En la Unión Soviética la gente está al servicio del plan, y nosotros creemos que el plan debe estar al servicio de la gente. Esto significa que tenemos una actitud crítica frente a los modelos de desarrollo que nos ofrecen el neocapitalismo del Oeste, principalmente los Estados Unidos, y el «socialismo» burocrático de la Unión Soviética. Este es, al menos, mi modo de pensar y el de muchos de mis amigos.

R. G.: ¿ Qué es lo que están haciendo ahora?

O. P.: En este momento pasamos por un período de investigación. Queremos saber: 1) si el pueblo quiere que exista un partido y 2) cómo quiere que exista ese partido. De esa primera consulta popular, de esa realidad mexicana surgirá un programa. Pienso que sobre todo en el primer momento ese programa va a operar en el nivel más elemental: el de los sindicatos obreros, y las organizaciones de los campesinos y de la clase media. Todas esas organizaciones están controladas por la burocracia política del PRI, de modo que el primer punto de nuestro programa y de nuestra acción será el de la democracia interna y la libertad en las uniones populares obreras y campesinas. Creo además que es fundamental romper con el centralismo mexicano, ya sea el político o el de los monopolios económicos.

R. G.: ¿ Quiénes son los enemigos de ese partido?

O. P.: En primer lugar, el partido oficial, y con él toda la derecha, es decir el PRI. El PRI quisiera poder absorbemos pero no ha podido. También están en contra nuestra los partidos de izquierda tradicionales, como el Partido Comunista.

R. G.: ¿ Quiénes son los que los apoyarán?

O. P.: Mucha gente que todavía está en el PRI: obreros, campesinos y burócratas, y también mucha gente del Partido Comunista y de grupos de izquierda.

R. G.: ¿ Cómo solucionan el problema económico?

O. P.: Por ahora no tenemos dinero y pienso que el pueblo mexicano, que es muy pobre, va a tener que pagar a un partido pobre. Pero esto tiene una ventaja: no tendremos un gran aparato administrativo. Nosotros queremos tener el mínimo de organización, el mínimo de ideología y el máximo de movilidad.

R. G.: ¿ Y el gobierno?

O. P.: El gobierno, debido a las condiciones del régimen, según he explicado en Postdata, ha iniciado una «apertura» democrática que, incluso, si es incompleta es saludable, y que nosotros debemos aprovechar para organizarnos.

R. G.: ¿Se podría comparar la situación mexicana con la chilena?

O. P.: La situación de Chile es muy distinta. Ellos tienen una tradición democrática que México no tiene, pero en cambio México tiene una tradición social mucho más avanzada que la chilena.

R. G.: ¿ Considera la posibilidad de llegar a ser el presidente de México?

O. P.: No, yo odio la autoridad.

R. G.: Su participación en este movimiento político le ha valido algunas críticas; por ejemplo, me dicen que García Márquez lo ha acusado de ser un hombre del sistema…

O. P.: García Márquez se hizo el vocero de un grupito de pseudoextremistas que predican, sin tener las fuerzas ni la posibilidad de hacerla, «¡la revolución ahora mismo!». García Márquez es un oportunista de la izquierda, un hombre sin ideas políticas, sin ideas tout court.

Desatadas las habituales discordias y consecuentes escisiones de la izquierda unida en México, ante la “idea” de hacer la revolución ahora, Paz comenzó a sentirse no sólo incómodo, sino inútil.

 

“Ranas y grillos”

Muchos de sus comentarios del periodo lamentan la esterilidad de esas disputas. El principal quizás sea su carta del 19 de enero de 1972 a Adolfo Gilly (preso político en Lecumberri), que apareció en la revista Plural[5]. En la carta –que es una teoría del partido político, un denuesto del PRI, un ensayo histórico sobre la izquierda mexicana y una reseña del libro de Gilly La Revolución interrumpida– Paz argumenta en favor del proyecto político en cuestión con las mismas ideas que se citan en el relato de la DFS. Se pregunta –y a Gilly– si será factible crear una “alianza popular” y afirma que sí: una alianza popular que Paz identifica con el modelo del presidente Cárdenas (en una nota posterior, de 1992, se arrepiente de haber escrito eso, pues el modelo de Cárdenas implementó “el carácter corporativo del partido gubernamental”). Pero en la carta a Gilly aún cree que menospreciar la herencia de Cárdenas y desear “comenzar todo de nuevo” es insensato y conducirá a un ridículo peor que el que lograron los comunistas en tiempos de Cárdenas, cuando acabaron como “furgón de cola del lombardismo”.

A unos meses de haber propuesto la consulta popular, es obvio en la carta que Paz se harta velozmente de “la minúscula orquesta crepuscular de ranas y grillos que toca una delirante musiquita en las afueras de la realidad” cuyo sonsonete es el mismo de García Márquez, “¡la revolución ahora mismo!” si bien “su verdadero significado, lo que llaman los psicoanalistas el contenido latente, es el suicidio político”.

En septiembre de 1972, en “El escritor y el poder”, también en Plural, parece referirse de nuevo al proyecto:

Pensar en una transformación revolucionaria es quimérico y suicida dentro de la perspectiva nacional e internacional. La otra posibilidad —la violencia reaccionaria— no es nada remota aunque, todavía, no es inmediata. Todos debemos luchar contra ella. Ahora el régimen intenta la reforma del PRI y del sistema. Tampoco es una verdadera solución. La solución consiste en el nacimiento de un movimiento popular independiente y democrático que agrupe a todos los oprimidos y disidentes de México en un programa mínimo común. Como ciudadano soy partidario de ese movimiento. Como escritor mi posición no es distinta ni contraria sino, valga la paradoja, otra. Como escritor mi deber es preservar mi marginalidad frente al Estado, los partidos, las ideologías y la sociedad misma. Contra el poder y sus abusos, contra la seducción de la autoridad, contra la fascinación de la ortodoxia. Ni el sillón del consejero del Príncipe ni el asiento en el capítulo de los doctores de las Santas Escrituras revolucionarias[6].

Aún más tarde, en 1973, aporta un resumen tajante del problema: “hay un anquilosamiento intelectual de la izquierda mexicana, prisionera de fórmulas simplistas y de una ideología autoritaria no menos sino más nefasta que el burocratismo del PRI y el presidencialismo tradicional de México” (a la facción derechista la despacha más rápido: “no tiene ideas, sólo intereses”)[7]. Otros amigos –sobre todo Fuentes y Fernando Benítez– se habían sumado a la “apertura democrática” de Luis Echeverría. Así pues, Paz decidió irse con su música a otra parte, es decir a su trabajo intelectual y a la revista Plural (que había aparecido en octubre de 1971); a ganarse la vida enseñando –tenía que pasar seis meses al año en Harvard– y, finalmente, a poner en práctica su convicción de que era necesario abrir la televisión a los intelectuales.

Dejó de asistir a las reuniones de Castillo y habrá observado, con fastidio, que se cumplía el sonsonete: el tradicional llamado a “la unidad de la izquierda” se desbarató en alaridos; el Partido Comunista agravió a Castillo llegando a insinuar que trabajaba para Echeverría[8]; otros desunidos fundaron el Partido Socialista de México, los trostkistas crearon su PRT y los maoistas el MOS y sus disidentes el MAUS (es en serio), y un largo ferrocarril de acrónimos infecundos. Y luego el mismo Castillo decidió que el partido –al que llamo en 1974 el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT)–  sería un “partido de masas”…   

No hay –hasta donde sé– una historia completa del episodio, si bien en su libro Octavio Paz en su siglo (México: Aguilar, 2014), Christopher Domínguez Michael aporta una lectura pertinente en el capítulo 10, “El ogro y el peregrino”, (páginas 379-380). Cuenta que todavía en marzo de 1974, en Plural, una nota sin firma en las sección “Letras, letrillas, letrones” (que escribía Paz) encomiaba la creación de un movimiento democrático “que recoja lo que todavía está vivo de la doble herencia del socialismo internacional y de la Revolución mexicana” y saludaba –agrega Domínguez Michael– “los sanos esfuerzos que realizaban Castillo y Vallejo”.

 

La ira de Castillo

El ingeniero no parece haber perdonado a Paz su decisión de distanciarse del proyecto. En un iracundo comentario de 1990 titulado “La experiencia de la libertad” (el título –con ánimo paródico– del “Primer encuentro de Vuelta” que Paz había convocado en 1990 y que se transmitió por televisión[9]) Castillo censuró la –según él– convicción de Paz en el sentido de que “las izquierdas en el mundo no tienen otra cosa que hacer que abjurar de su fe en el socialismo y en las ideas y los ideales de Carlos Marx”. Lo acusó de haber olvidado “su efímera participación en ese esfuerzo por construir un nuevo partido” y de no haber explicado nunca por qué se retiró. Lo acusó también de haber hecho a un lado su teoría de que el intelectual debe estar lejos del Príncipe: “su cercanía y su permanente elogio de Carlos Salinas lo hacen aparecer ante los ojos del pueblo cerca y al lado del Príncipe.” Luego cita in extenso el proyecto del nuevo partido en 1971, en el que se exigía democracia, libertad política y justicia social, y acusa a Paz de haber dejado de criticar al “imperialismo norteamericano”, al Fondo Monetario Internacional, a la desigualdad y a la injusticia, y de creer que la solución del mundo subdesarrollado “está en entregarse a quienes saben manejar la economía desde la iniciativa privada”.

Según Castillo, Paz y otros participantes en el encuentro han dejado atrás “esas ideas que hablan de la explotación del hombre por el hombre” y creen que “el socialismo ha fracasado y llevado a la ruina las economías de las naciones donde se instauró”. Le molestó particularmente que Paz borre “los logros económicos” de China, que ha “superado un atraso feudal que hacia que sus habitantes no pudieran comer una vez siquiera al día.” Castillo no menciona la “Gran Hambruna” que mató a 50 millones de personas entre 1958 y 1961, ni la “Revolución Cultural” que entre 1966 y 1976 mató a 3 millones, ni tampoco la matanza de Tiananmén del año anterior, 1989. Más que esos reveses, para Castillo lo importante era

la educación elemental, los servicios médicos para la mayoría, el trabajo productivo para casi todos, la ausencia de pordioseros, el desarrollo del deporte, el mejor nivel intelectual de los niños y jóvenes nacidos en esas naciones, alimentados suficientemente, todo eso es nada. El fracaso absoluto. La alternativa es el capitalismo moderno. La reprivatización de todas las empresas estatales. Así de simple.

Su conclusión fue que el hombre que en 1971 había participado en el “Comité Nacional de Auscultación y Coordinación” ya no entendía la libertad: “la libertad para Paz es su libertad, no la de los demás.”

Hasta donde sé, Paz no le contestó, o por lo menos no directamente, pero unos meses más tarde, en noviembre de 1991, evocaría la atmósfera de veinte años atrás:   

Tampoco era alentadora la situación política, moral e intelectual de México en 1971. Aunque la revuelta de los estudiantes, tres años antes, fue reprimida con saña, había estremecido al sistema político mexicano. Para los líderes juveniles y para sus maestros, los intelectuales filomarxistas, el sacudimiento era el anuncio de una transformación revolucionaria. Unos tenían los ojos puestos en Cuba, otros en Moscú y otros en Pekín. Para nosotros, en cambio, era un signo de la madurez de la nación y anunciaba el comienzo de la descomposición del sistema político mexicano, instaurado en 1929 con la fundación del Partido Nacional Revolucionario (hoy PRI).

La opción por la que se inclinó, escribe[10], fue la revista Plural en la que “iniciamos la crítica del partido hegemónico y de las taras y mentiras que corrompen a nuestra vida política” desde la óptica independiente de cada colaborador, pues “no somos un partido político”, pero unidos en “la convicción de asistir a un proceso, largo y sinuoso, encaminado hacia la democracia y el pluralismo”. Claro, tal conducta no complació a todos:

Nuestra  actitud nos atrajo la doble enemistad de los jerarcas del PRI y de los intelectuales de izquierda, los primeros empeñados en defender el statu quo, los segundos empecinados en su programa revolucionario. Unos y otros han cambiado; mejor dicho, la realidad los ha cambiado: los dirigentes del PRI hoy aceptan que su partido, so pena de desaparecer o provocar estallidos, tiene que transformarse, romper sus lazos con el Estado y democratizarse radicalmente; por su parte, los intelectuales de izquierda declaran con ostentación y a veces con intolerancia sus convicciones democráticas y pluralistas, aunque todavía abundan entre ellos los defensores de Castro y de su tiranía. Nos satisfacen estas declaraciones pero nos repetimos, con cautela, el refrán: del dicho al hecho hay mucho trecho.

 

 

[1] Hay consenso de los estudiosos en el sentido de que el redactor del “llamamiento” fue Carlos Fuentes. 

[2] Recogida en su correspondencia, Jardines errantes, p. 214.

[3] Se recoge en Miscelánea III, volumen 15 de las Obras completas, p. 472 y ss.

[4] En la edición –que ya no alcanzó a revisar Paz– dice Heberto Padilla.  

[5]  “Burocracias celestes y terrestres”. La recogió en Miscelánea II, volumen 14 de las Obras completas, p. 296 y ss.

[6]  En El peregrino en su patria, volumen 8 de las Obras completas, p. 549 y ss.

[7] “Presente fluido”, ibid, p. 334 y ss.

[8] PMT: Treinta años después”, después sin autor, en la revista Proceso (12 de septiembre de 2004).

[9] Véase la crónica del encuentro que escribió Christopher Domínguez Michael: En Miscelánea II, volumen 14 de sus Obras completas, Paz recogió su discurso inaugural y un balance final (p. 369 y ss).

[10] “Repaso” (en el número 180 de la revista Vuelta), noviembre de 1991. Se recoge en El peregrino en su patria , volumen 8 de sus Obras completas, pp.571-575. 

 

 

 

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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