Cultura condensada

Una mirada semanal a las noticias y debates que involucran a la cultura en sus distintas expresiones.
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El controversial método KonMari para limpiar tu vida (y tu biblioteca)

Bajo el lema “Recoge tu espacio, transforma tu vida”, Marie Kondo se ha promovido como una “gurú del orden” capaz de convertir espacios desordenados en hogares donde se respira tranquilidad. Mediante dos libros que se volvieron un éxito de ventas, un canal en Youtube y, ahora, un reality show, la organizadora japonesa enseña que, si simplificas y organizas tu hogar una vez, no tendrás que volver a preocuparte por ello.

El método KonMari consiste en conservar solamente aquellos objetos que despiertan alegría, para luego organizarlos por categorías, y deshacerse de las cosas que ya cumplieron su propósito después de darles las gracias. En su sitio web, explica que las personas recurren al método “no solo por su eficacia, sino también porque brinda gran importancia a ser conscientes, introspectivos y orientados hacia el futuro”.

En ¡A ordenar con Marie Kondo!, el nuevo programa producido por Netflix, Kondo llega a las casas de parejas californianas para cambiar sus vidas, como si fuera una Mary Poppins asiática con la misión de “despertar felicidad en el mundo a través de la limpieza”, como dice en el intro. Sin importar si se trata de familias con niños pequeños, jóvenes que quieren llevar su relación a otro nivel o de parejas de jubilados, todos sufren de problemas de organización que no solo no les permiten saber dónde están sus calcetines, sino que les afectan en otras áreas de su vida, como el trabajo o sus relaciones personales.

A pesar de las fallas del programa, este lleva a pensar sobre el exceso material en el que vivimos. En diferentes episodios se repite la misma escena: armarios llenos de ropa –incluso etiquetada y que nunca se ha usado– y alacenas saturadas donde no cabe un producto más. “Amo tener todo esto. No podría tomar toda la pila de ropa y desecharla”, dice Wendy Akiyama, una de las personas que aparece en el show, antes de sumergirse en el método KonMari.

Para cambiar la relación de sus clientes con sus pertenencias, Kondo les hace una pregunta: ¿esto te hace feliz? Si la respuesta es negativa, los objetos tendrán como destino final el basurero o un centro de acopio. Pero esto solo queda sugerido, porque el programa no muestra qué sucede con ellos. Si tomamos en cuenta que cada año se producen más de 2 mil millones de toneladas de basura, según el estudio más reciente del Banco Mundial, el método de Kondo no parece una solución amigable con el medio ambiente. De acuerdo con Alexandra Spring, columnista de The Guardian, aunque la intención de hacer feliz a alguien más es noble, muy poca de la ropa donada es aprovechada o reciclada, pues la mayoría termina en vertederos. Frente a esto, lo que propone es reutilizar los objetos, repararlos o intercambiarlos. Pero lo que más le gustaría es que Kondo dijera: “Deja de comprar todas estas cosas”, porque nada debería de provocar más felicidad que vivir en un mundo sin basura.

Por otra parte, no solo los ambientalistas arquearon las cejas con el popular método: los escritores y amantes de los libros cuestionaron que Kondo recomiende no conservar más de 30 libros en casa. La acumulación de libros no es una práctica común en la cultura japonesa:

De hecho, en el idioma japonés existe una palabra que designa a la práctica de acumular libros para leerlos después: tsundoku. Cristian Vázquez escribió sobre las sensaciones negativas que esa actividad puede despertar, hasta incluso ser considerada una enfermedad por los demás. Para Vázquez esto se debe a que “comprar más libros de los que se puede leer en un determinado lapso de tiempo se parece mucho al más puro consumismo”.

Si escritores como Lope de Vega o Agatha Christie hubieran seguido la recomendación de Kondo, no hubieran podido conservar su obra completa dentro de su casa. No obstante, si la felicidad se despierta cada vez que un bibliómano ve sus estantes repletos de libros, entonces no hay cabida para la norma de la consultora japonesa.

 

Poesía y América Latina en la Bienal de Shanghái

En su 12ª edición, la Bienal de Shanghái tiene como eje temático el concepto de “Proregress”, que el poeta norteamericano E.E. Cummings acuñó para agrupar el progreso y el regreso. El título en chino es “Yubu” –un paso básico de la danza mística del ritual taoísta donde parece que los bailarines se mueven hacia atrás, pero en realidad van hacia adelante–, en un intento por expresar el ir y venir de las ideas y deseos que dan vida a las obras. En esta ocasión participan 67 artistas de 26 países que exploran dicotomías como paz-guerra, naturaleza-civilización, emancipación-dominación y civilización-barbarie.

El mexicano Cuauhtémoc Medina, curador en jefe del MUAC, fue elegido entre varios especialistas como el responsable de darle forma a la exposición de arte contemporáneo más importante de Asia. La colombiana María Belén Sáez de Ibarra, la japonesa Yukie Kamiya y la china Wang Weiwei completan el equipo curatorial de la muestra que estudia la naturaleza ambivalente de nuestro tiempo. Ante el reto que representa montar una exposición de arte contemporáneo en un país que controla y vigila la producción artística, Medina comentó: “Nuestro rol como curadores es empujar los límites y trabajar para que la crítica de disidencia y pensamiento lateral se haga posible. […] Tienes la sensación de que estás en un lugar donde está pasando la historia y la manera en que eso te puede desafiar es altísima”.

Aunque la bienal tiene como norma que la tercera parte de los artistas exhibidos sean de origen chino, la presencia de creadores latinoamericanos le ha brindado un aspecto refrescante al programa. El diseño de la exposición lo trazó la arquitecta mexicana Frida Escobedo y entre los nombres de los artistas destacan los de Miguel Ángel Rojas, Alfredo Jaar, Alexander Apóstol, Voluspa Jarpa y Clemencia Echeverri.

Una de las piezas que ha recibido especial atención es “In hemmed-in ground”, del argentino Enrique Ježik. Se trata de una escultura monumental hecha con cartones que recogieron barrenderos chinos y que forman caracteres en mandarín. El mensaje –que traducido significa “Un paso adelante, dos pasos atrás”, frase que da título a uno de los libros más conocidos de Lenin– yace en el vestíbulo del museo y solamente se puede leer desde un nivel superior. Se trata de una crítica a la idea de que el progreso es un bien común.

De parte de México, Pablo Vargas Lugo presenta “Eclipses for Shanghai”, un performance donde estudiantes que usan sombrillas amarillas y negras representan los dos eclipses totales de sol que ocurrirán en la provincia china en el próximo milenio, mientras la orquesta de la Shanghai Daton High School toca la pieza que Juan Cristóbal Cerrillo y Ramón del Buey compusieron. Desde 2009, Vargas Lugo ha trabajado en esta serie que se adapta dependiendo de la ciudad donde se presenta. Su siguiente parada será la Bienal de Venecia de este año.

A pesar de que Amy Sherlock, editora de Frieze, calificó a la bienal como “difícilmente original” por tratar un tema recurrente en el mundo del arte, la crítica consideró que Medina acertó al agrupar las obras “de manera cohesiva alrededor de ciertas líneas”. La modernidad no es vista como un punto de llegada, sino como un proceso que puede estar sujeto a constantes interrupciones. En palabras de Sherlock, “una versión del progreso que lleva en sí mismo su propia desaparición”.

El museo Power Station of Art, el único recinto dedicado al arte contemporáneo que es financiado por el gobierno chino, albergará la bienal hasta el 10 de marzo.

 

La Secretaría de Cultura ya está en Tlaxcala

Como parte de las medidas de descentralización del actual gobierno, la Secretaría de Cultura es la primera en mudarse a otro estado. A partir del 10 de enero Alejandra Frausto y una veintena de sus colaboradores despachan desde el que antes era el Palacio de Cultura de Tlaxcala. Una vez que se mejore la infraestructura, se espera que más equipos de trabajo se trasladen a la nueva sede. Por lo pronto, la secretaria declaró: “Estamos allá y acá”.  

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