Claude Simon (1913-2005)

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El miércoles 7 de julio de 2005 murió en Francia, a los noventa y un años, Claude Simon, novelista eminente y Premio Nobel de literatura en 1985, autor de una obra caudalosa, compleja e innovadora que se vela y revela en la etiqueta editorial de nouveau roman. Nacido en 1913 en el norte de África, a Simon lo marca la experiencia de la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. Con Samuel Beckett, Michel Butor, Marguerite Duras, Alain Robbe-Grillet, inicia un movimiento literario que en cierto modo recogerá en las letras las aventuras de la vanguardia en las artes plásticas —como las de la pintura cubista y abstracta de Juan Gris, Picasso, Mondrian, Kandinsky, Klee. A su vez, como es sabido y reconocido, estos pintores no dejaban de ser afines al discurso de una literatura esencial y una poesía pura. La obra de Claude Simon recorre y trabaja infatigablemente el camino de una pregunta: ¿Cómo es?, título, y no es fortuito, de una novela de Samuel Beckett. ¿Cómo es? ¿Cómo fue la experiencia? ¿Cómo reconstruirla y dar cuenta y cuento de aquello que pasó en un momento determinante? La anécdota, la trama, la red de peripecias y de aventuras se reducen en este proyecto literario a la letra minimalista, a una letra, a unas letras que desconfían del lenguaje, de sus trampas y traiciones, de sus falsas promesas, de sus colores pintorescos y locales. Una literatura por demás sobria y en cierto modo enamorada del vacío, del espacio literario fragmentado, atenida a sus propias leyes. El arte de la creación de personajes y situaciones era para la literatura de Claude Simon —pienso por ejemplo en una de sus primera novelas, El viento, o en las célebres Geórgicas— un punto muerto, pues si la literatura debe contar cómo es la vida, debe atrincherarse, encarnizarse en la descripción. Y en las novelas de Claude Simon —probablemente las mejores del nouveau roman— lo que importaba, lo que arrastra y se lleva todo es precisamente ese arte infatigable y voraz de la descripción. Claude Simon es un heredero pero no un imitador de Marcel Proust. Le tocó asumir su vocación literaria y narrativa en un momento: el de las guerras civiles europeas que se inician primero con la guerra de 1914-1918, y luego con la de España en 1939, y que prosigue con la gran conflagración de la Segunda Guerra Mundial. "No soy un intelectual, soy un sensorial […] Pienso mucho mejor en términos de arte que en términos de literatura", dice en su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura en 1985. Y al igual que muchos pintores y escultores del siglo XX (piénsese en Jean Dubuffet, con quien sostuvo una abundante correspondencia, o incluso en Constantin Brancusi), su deseo de dar cuenta de lo real se explica en función de un imperativo: "volver a lo elemental, a la materia de las cosas."

La biografía literaria de Claude Simon es rica y variada, como lo puede ser la de un escritor que dedicó su vida a escribir, principalmente, novelas, y que publica su primer libro Le tricheur a los veintiocho años, muere a los noventa y uno, y publica alrededor de unos veinte títulos. Aunque hizo su entrada al mundillo literario bajo los estandartes de la "nueva novela" francesa de los años sesenta, en la compañía de Nathalie Sarraute, Alain Robbe-Grillet, Michel Butor, los lectores convienen en que el Claude Simon más atrayente es el de los inicios y sobre todo el del final —con la novela El tranvía, aparecida en 2001. Se reconoce que la espiral obsesiva de su estilo, el rigor descriptivo y el ingenio formal con que va compaginando dentro del relato formas y figuras, hacen de su obra un juego literario de altos vuelos donde ni la historia —con mayúscula y minúscula— ni la experiencia pierden intensidad o interés. El fraseo armónico de las cláusulas narrativas, el calculado tartamudeo, la construcción y deconstrucción de la memoria son parte esencial del gran juego de una obra escrita para despertar y no perder de vista lo concreto. Una obra no gobernada por el sueño, sino por la contemplación entrevista de lo concreto.

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En los países de lengua española, la "nueva novela" coincidió con dos movimientos tan pronto paralelos, tan pronto convergentes: de un lado el surgimiento de una narrativa experimental en Hispanoamérica que terminaría apellidándose boom latinoamericano; otra rama del árbol experimental literario en Latinoamérica la encarnarían Severo Sarduy, Salvador Elizondo, Julieta Campos, José Donoso, entre otros. Del otro lado, en España, Ana María Matute, Juan Goytisolo, Carmen Laforet, Raquel Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite serían contemporáneos de los escritores franceses etiquetados bajo la rúbrica del nouveau roman. Un dato relevante: los novelistas franceses, por tradición, por ignorancia del idioma español o por cualesquiera otras causas, no leerían ni a los españoles ni a los latinoamericanos. En cambio, los latinoamericanos leerían a los franceses y a los españoles (a veces paradójicamente en francés, dadas las dificultades increíbles para conseguir, hasta hace muy poco, libros de autores españoles en América Latina).

A la hora de leer las diversas necrologías escritas con motivo de la muerte de Claude Simon, llama la atención la falta de comparaciones y contrastes; también, en otro sentido, la falta de un juicio literario más radical y profundo que la mera euforia de la salutación fúnebre. ¿A qué se parecen las novelas de Claude Simon —para sólo hablar de él? Tengo para mí que no sólo hay en su obra el ascendiente obvio de un Marcel Proust o de un François Mauriac, sino sobre todo el imán de la novela alemana (Broch, Musil) y la arraigada convicción de que la narrativa se había quedado un tanto rezagada en cuanto a invención e innovación con respecto a la poesía (por ejemplo la de Pierre Reverdy o Guillaume Apollinaire) y por supuesto atrás, muy atrás, de la pintura. De otro lado, entre las obras de la nueva novela francesa, cabe decir que la de Claude Simon va a contracorriente de la austeridad insípida de un Alain Robbe-Grillet o de ciertas obras de Marguerite Duras.

Si se dice que la novela francesa está en crisis y que no tiene mucho porvenir —a pesar de que se publican quién sabe qué cantidad de novelas al año, y de que este decir es un lugar común que se arrastra desde hace más de cien años, es decir desde Rémy de Gourmont, por lo menos—, ¿es o no Claude Simon parte de esa crisis?, ¿forma o no parte de ese vacío producido por la necesidad de contar algo y la dificultad de hacerlo? ¿Cómo se explica que las novelas de Francia sean cada vez más un fenómeno local, un episodio nacional, y que muchos de los mejores escritores franceses no sean nativos de Francia (Beckett, Cioran, Yourcenar, Michaux, Ionesco, Glissant)? En cambio, se debe conceder que hasta los años ochenta y noventa, la teoría literaria se portó muy bien, y que Michel Foucault, Jacques Derrida, Roland Barthes han tenido una notable influencia en las Américas (Estados Unidos, América Latina, Canadá, etc.) ¿Hasta qué punto los escritores franceses se mimetizaron y camuflaron con sus teóricos para ilustrar, consciente e inconscientemente, el producto más vendido de la época-país que les tocó vivir, es decir la teoría? No me cabe duda en ese sentido de que, bajo el paraguas del nouveau roman, prosperó algún maestro de la falsificación y del contrabando verbal. Pero Claude Simon, como Beckett, como la Duras, es otra cosa y su hora todavía está por llegar: todavía lo tiene que traducir (¿al español?) un gran escritor y hacerlo suyo.~

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(ciudad de México, 1952) es poeta, traductor y ensayista, creador emérito, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Sistema Nacional de Creadores de Arte.


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