Nombrar en el silencio

La opera prima documental de José María Espinosa de los Monteros sigue de cerca la lucha de Las Rastreadoras de El Fuerte, Sinaloa, que, ante la ausencia y complicidad del Estado, buscan los restos de sus familiares desaparecidos.
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“¡Cállense, pinches viejas!”, suena el grito, violento, estentóreo. No será la manera más elegante de llamar al orden, pero el exabrupto surte efecto. Mirna Nereida Medina, clásica sinaloense del norte del estado –franca, alta, plantosa– logra que sus compañeras “rastreadoras” bajen la voz y pongan atención. Durante una de las muchas reuniones en sus oficinas de El Fuerte, Sinaloa, Mirna y sus treinta y tantas acompañantes de alegría y de dolor discuten los modos y formas, protocolos y obstáculos, sueños y realidades en torno a la búsqueda de sus “tesoros”. La cámara de Daniel Zúñiga no pierde un solo detalle, la edición de Horacio Romo Mercado no permite que la atención se diluya y Mirna, al centro del encuadre, atrae todas las miradas de las mujeres que la rodean y, por añadidura, la nuestra. 

Te nombré en el silencio (México, 2021), opera prima documental del sinaloense José María Espinosa de los Monteros, sigue de cerca a Mirna, la ingobernable lideresa del colectivo Las Rastreadoras de El Fuerte, bautizadas así, en 2015, por el periodista culichi Javier Valdez. Ante la incompetencia y apatía del gobierno –de cualquier nivel y partido–, y su franca complicidad con el crimen organizado, Las rastreadoras se han dedicado, desde 2014, a buscar algunos de los cuerpos de los 80 mil desaparecidos que se han ido apilando desde hace tres lustros, cuando inició la fracasada “guerra contra el narco”.  

Mirna y sus correosas camaradas –mujeres que lloran pero también echan madres, rezan pero también cavan, se doblan pero jamás se rompen– toman una pala que arrastran por los secos terrenos del norte sinaloense, penetran la tierra con una varilla para buscar olores o, de plano, usan sus propios pies para hacer surcos en los que, quizá, descubrirán algún vestigio de sus “tesoros”, es decir, de sus hijos o maridos: los restos de unos dedos, una cachucha aplastada, una camiseta a la que apenas se le nota el color. Ahí puede estar lo que queda de ese hijo con el que se sueña cada noche, de esa quinceañera a la que se le organizó la mejor fiesta posible, de ese muchacho de sonrisa abierta al que se le prende una veladora todos los días.

Espinosa de los Monteros ha creado un documental notable porque su condena al Estado mexicano, por su indolencia y complicidad, no necesita de alegatos políticos ni estadísticas mareadoras. Su estrategia es muy sencilla: conozcamos a estas mujeres y que ellas cuenten su historia. Al centro está la insumergible Mirna, que como buena sinaloense no deja de ser alegre y coqueta, y prefiere lastimarse sus pies en el desierto antes que arruinarse los zapatos. Pero a su lado están también la frágil María Cleofas, quien confiesa que a veces apenas puede levantarse de su cama pero le basta con salir a las pedregosas tierras de El Fuerte a buscar “tesoros” para sentirse con nueva vida e inagotable vigor, y la llorosa pero indoblegable Irma Lizbeth, quien relata con desgarro la última vez que habló con su hija Kumiko y señala ante la cámara que no descansará hasta encontrar el cuerpo de su niña, aunque tenga que caminar una y otra vez sobre esta tierra y este país “de muertos”.

Es claro para el espectador que, como dice alguna de ellas, el dolor que sienten estas mujeres es imposible de medir. Pero Espinosa de los Monteros entiende que no todo es dolor entre ellas, también hay juegos, alegría, amor, bailes y hasta sed de la mala (que no se olvide que estamos en Sinaloa). Y a pesar de sus juntas, discusiones, búsquedas, rastreos, asoleadas y viajes inútiles a la capital, estas mujeres todavía saben reír. Y, por supuesto, saben vivir. ¿Cómo podrían olvidarlo? Cada una de ellas vive por sus hijos. En el fondo, cada una vive por todos nosotros.

 

Te nombré en el silencio se exhibirá del 15 al 31 de agosto, de forma gratuita, en la plataforma de Cinepolis Klic.

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(Culiacán, Sinaloa, 1966) es crítico de cine desde hace más de 30 años. Es parte de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey.


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