La familia mafiosa muere mejor

Como en El Padrino de Coppola, los personajes de ZeroZeroZero, la serie sobre la mafia global escrita por Roberto Saviano, viven y mueren en la búsqueda de la idílica unión familiar.
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En “La purificación del poder”, el capítulo que Fernanda Solórzano le dedicó a El padrino (Coppola, 1972) en su magnífico Misterios de la sala oscura (Taurus, 2017), la crítica de cine más importante de este país (Disclaimer: Fernanda es mi amiga, es cierto, pero también es la crítica de cine más importante de este país) rescata una entrevista con el script-doctor Robert Towne, el responsable de agregar al guion de El padrino –escrito por el propio director Francis Ford Coppola con Mario Puzo, el autor de la novela original– cierta escena clave del filme: aquella en la que, en un acogedor y cálido jardín, el viejo mafioso en declive, Vito Corleone (Marlon Brando), platica con su hijo Michael (Al Pacino en la mejor actuación de su carrera) acerca del futuro de la familia, en más de un sentido. Es decir, están pensando en la familia de los Corleone –la madre, los hijos, los nietos, las oportunidades perdidas del propio Michael– y la famiglia Corleone, uno de los grupos mafiosos más poderosos de Nueva York, que en ese momento se encuentra bajo el asedio de todos sus enemigos. Están hablando, pues, de la familia y de los negocios que, para los Corleone, son lo mismo.

La escena, como bien lo señala Solórzano, plantea una lúcida crítica a la familia, el núcleo social por excelencia, desde la idealización del mismo núcleo familiar. Los Corleone son representados como el modelo perfecto de la familia unida cuyos miembros están dispuestos a arriesgar la vida propia para defender la del otro: la del padre convaleciente, la de la hermana golpeada. Desde ”una trinchera conservadora” –esto es, presentar a los Corleone como los defensores de una tradición cultural perdida pero anhelada en el Estados Unidos convulsionado de los años 70–, Coppola realizó, acaso sin proponérselo conscientemente, una de las más acerbas críticas a la familia estadounidense y al propio sueño americano. Y es que, como ya sabrá el lector si ha visto la trilogía –y sí, aquí incluyo hasta la quebrada y muy menor tercera parte–, la familia en El Padrino es solo el pretexto para buscar, ejercer y perderse en el ejercicio del poder. Michael Corleone terminará siendo el gangster más poderoso de Estados Unidos mientras, en el camino, pierde a toda su familia.

Los personajes de ZeroZeroZero (Italia, 2020), teleserie de ocho episodios creada por Leonardo Fasoli, Mauricio Katz y Stefano Sollima, y escrita por el investigador y especialista en el mundo de la mafia italiana y global Roberto Saviano (autor del bestseller Gomorra y coadaptador de la versión cinematográfica dirigida por Matteo Garrone en 2008), viven y mueren bajo la misma sombra de la búsqueda de la idílica unión familiar. Un abuelo y un nieto en Calabria, Italia; un hombre y sus dos hijos adultos en Nueva Orleans; un solitario soldado que funda su propia familia de guerra –una “hermandad”– y que añora, en el fondo, tener una familia de verdad, con mujer e hijita incluidas.

En la superficie, ZeroZeroZero –que está disponible en Amazon Prime Video desde marzo– es otro thriller gangsteril y procedimental más, bien producido, mejor ejecutado y planteado narrativamente. Sus ocho episodios, ubicados en el sur de Italia, en Nueva Orleans, en el norte de México y algunos puntos intermedios, siguen la trayectoria de cinco mil kilos de cocaína que un anciano capo de Calabria, Don Minu (Adriano Chiaramida), les ha solicitado a los Leyra (Flavio Medina y Victor Huggo Martin), un par de hermanos narcotraficantes de Monterrey, quienes usan como intermediario a Edward Lynwood (Gabriel Byrne), un veterano naviero y transportista de Nueva Orleans, que a la par de sus afanes legítimos y legales se ha dedicado a transportar la droga americana hacia territorios italianos. En esta superficie ya descrita, vemos cómo se hacen los tratos, de qué manera se negocia, cómo se resuelven las tensiones o, en su defecto, cómo estallan, provocando explosiones de violencia, con “daños colaterales” incluidos.

Más allá de los fascinantes tejemanejes logísticos del tráfico de drogas que inicia en México –aunque es de suponer que la cocaína, en realidad, viene del sur americano–, continúa en el Atlántico, desembarca en África, atraviesa los desiertos de Libia, cruza el Mediterráneo y llega hasta su destino, en la punta de la bota italiana, lo que mantiene el interés y la tensión es la absorbente crónica de las relaciones familiares en los escenarios ya descritos. Entre el anciano mafioso que no quiere renunciar al poder frente a su resentido nieto Steffano (Giuseppe de Domenico), que quiere convertirse en el nuevo capo; entre los dos hermanos Lynwood (Andrea Riseborough y Dane DeHaan), que tienen que hacerse cargo del negocio familiar ante la falta de su padre; y entre el joven sargento Manuel (impresionante Harold Torres) y el ejército del que forma parte, del cual terminará desertando para organizar una implacable fuerza paramilitar al servicio de los hermanos Leyra.

Esta última línea argumental parte de un conjunto de elementos reales tomados de nuestra interminable “guerra contra el narco” (el nacimiento de los Zetas, el poder de los hermanos Beltrán Leyva –o Leyra, pues– en Monterrey, la “hermandad” de los Caballeros Templarios michoacanos) para construir al personaje más fascinante de toda la serie, el inescrutable soldado de mirada penetrante, un tipo de pocas palabras y menos sonrisas quien, paradójicamente, es el que mejor protege a su familia “hechiza” –los soldados que lo siguen con fidelidad a toda prueba– y el único que, a final de cuentas, tiene la suficiente lucidez para renunciar a la posibilidad de tener una familia verdadera. En el negocio que ha elegido (o que ha sido elegido para él por Dios, como él cree o quiere creer); tener una mujer y una hija no son una opción realista.

ZeroZeroZero funciona, entonces, como una meditación nihilista sobre los distintos modelos de la familia gangsteril, retomando el retrato crítico idealizado de El Padrino. pues en los tres hilos narrativos de esta notable teleserie italiana, las familias originales hacen sacrificios, se disuelven, se enfrentan en su interior o, como en el caso de la “familia” fundada por el siniestro y carismático Manuel de Harold Torres, terminan triunfando a sangre y fuego. Al final, todo quedará en familia. O en lo que queda de ella.

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(Culiacán, Sinaloa, 1966) es crítico de cine desde hace más de 30 años. Es parte de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey.


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