Las redes sociales no están destruyendo al mundo

La cuestión fundamental es que Internet no es ni liberador ni represivo por naturaleza. Si alguna vez nos excedimos con nuestro entusiasmo en el uso de las tecnologías, parece ser que ahora vamos hacia el otro extremo.
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Cada que entro en alguna red social, parece que hay alguien advirtiendo sobre los peligros de las redes sociales. Las opiniones negativas son demasiadas como para enumerarlas, pero los temas principales son, entre otros, que Twitter difunde información erróneaque Facebook contribuyó al triunfo de Donald Trump, que Rusia está en una guerra de redes sociales con Estados Unidos y que los filtros burbuja arruinan la democracia. Básicamente, el debate postula que Facebook y Twitter están destruyendo a Estados Unidos y al mundo.

Estos son solo algunos de los argumentos de los tantos que circulan. Si bien hay puntos válidos, cuando todos los alegatos se combinan contribuyen a formar una impresión general de que Internet hace más mal que bien. Pero no siempre fue así. El discurso mediático sobre Internet parece haber dado una vuelta completa y una opinión simplista reemplaza a la anterior. Hubo un tiempo en que Internet era visto como un catalizador para derrocar dictadores. Hoy en día, se considera una herramienta para los autócratas. Las redes sociales solían conectar a la humanidad; hoy en día nos separan. Lo que una vez sirvió como plataforma para disidentes valientes, hoy en día es un terreno fértil para promover el terrorismo, el racismo y la misoginia.

Los medios no son los únicos que argumentan en contra de la red. Los responsables de elaborar políticas también. Theresa May, la primera ministra del Reino Unido, no tardó en culpar al Internet por el ataque terrorista que ocurrió en Londres a principios de mes. “No podemos permitir que esta ideología cuente con el espacio seguro que necesita para reproducirse”, dijo. “Sin embargo, es precisamente eso lo que proporciona tanto el Internet como las grandes compañías que brindan servicios de conectividad”. Actualmente, May planea trabajar en conjunto con el primer ministro de Francia, Emmanuel Macron, para multar a las compañías de tecnología que no tomen medidas contra el extremismo en línea.

Incluso Barack Obama, el primer presidente de Estados Unidos en tener una gran presencia en las redes sociales, cambió su actitud. Se habló mucho de cómo las redes sociales ayudaron a que Obama fuera elegido en 2008, y, durante su presidencia, reinaba una sensación de optimismo con respecto a la tecnología. Por eso, resultó llamativo que en su discurso de despedida Obama haya mencionado a las redes sociales solo una vez y de forma negativa. Dijo que en las redes sociales nos rodeamos de gente que “comparte nuestras perspectivas políticas y nunca desafían nuestras conjeturas”. También habló de Internet de forma poco halagadora. “Si estás cansado de discutir con extraños en Internet, intenta hablar con uno en el mundo real”, dijo.

Hillary Clinton también parece haber cambiado su opinión sobre las redes sociales. En una reciente participación en el Code Conference, Clinton resaltó el rol de las redes sociales al momento de difundir noticias falsas. Clinton ya había hablado de las ventajas y desventajas de Internet en otras ocasiones, pero su tono solía ser más optimista. Como Secretaria de Estado, dio dos discursos importantes sobre la libertad en Internet, en los que remarcó el poder de las tecnologías de conexión. Además, el Departamento de Estado de Clinton, donde trabajé, mostraba un gran entusiasmo por el poder de la diplomacia digital en Twitter. 

No sorprende que tanto Obama como Clinton desconfíen de Internet después del uso experto que hizo Trump de las redes sociales, del surgimiento de la “derecha alternativa”, de la interminable controversia por los correos electrónicos de Clinton, de la irrupción de WikiLeaks en el Departamento de Estado de Clinton, y del infame hackeo al Comité Nacional Demócrata. Sin embargo, durante las elecciones, el pesimismo tecnológico fue un tema en común de los dos partidos. Por ejemplo, los candidatos no hablaron demasiado sobre el poder liberador de las redes sociales. En lugar de eso, Trump hizo declaraciones como: “De ninguna manera quiero permitir que la gente que quiere asesinarnos y asesinar a nuestra nación use nuestro Internet” y “Debemos ser muy duros con los ataques cibernéticos y las ciberguerras”.

Sí, Internet tiene desventajas muy graves, entre ellas, una cultura de redes sociales que no funciona. Pero, si bien es importante enfatizar los peligros de la tecnología, el pesimismo excesivo también tiene sus riesgos. Los responsables de elaborar políticas públicas pueden usar a las noticias falsas como justificación para la censura. Por ejemplo, en China, se amenaza con encarcelar a los que difundan rumores en línea. El temor al terrorismo también puede llevar a la formulación de leyes que obliguen a las plataformas tecnológicas a eliminar inmediatamente ciertos contenidos, lo que puede tener un efecto intimidatorio sobre la libertad de expresión. Algunos creen que esto es lo que sucederá en Europa.

En una época en la que los activistas políticos necesitan la tecnología más que nunca, el pesimismo excesivo puede hacer que la gente pierda fe en el poder de las redes sociales como herramienta de resistencia. Los disidentes no pueden darse el lujo de ceder el campo de batalla de las redes sociales a los regímenes autoritarios. Si los gobiernos usan la tecnología para vigilar a la oposición y para difundir propaganda política, entonces los activistas deben usar la misma herramienta para difundir sus propios argumentos. Si Trump usa las redes sociales para atraer seguidores, la oposición debe poder aprovechar el poder movilizador de las redes sociales para contraatacar.

La tecnología es al mismo tiempo un problema y una solución, dice Cory Doctorow, activista y autor de la novela Walkaway. Pero, según él, los usuarios de las tecnologías todavía tienen una ventaja enorme. “La única forma de reivindicar la resistencia popular contra el control autocrático de la tecnología es apoderándose de los medios de información. No es algo que vamos a lograr con latas y estambre”.

Es posible que el pesimismo actual que provoca la tecnología sea, en parte, consecuencia de las expectativas poco realistas de que Internet nos “liberará”. Las sobredimensionadas revoluciones organizadas desde las redes sociales, como las de Irán, Egipto y la llamada “Occupy Wall Street”, han tenido resultados desalentadores. Algunos países, como China, han probado ser expertos notables en controlar la disidencia en línea. El optimismo tecnológico que alguna vez revoloteó en Washington y Silicon Valley contribuyó a formar iniciativas como la infame ZunZuneo, el intento fallido del gobierno de Estados Unidos de crear una red social en Cuba. Es necesario y hasta positivo que haya cierto grado de escepticismo tecnológico tanto de parte de los usuarios como de los responsables de elaborar políticas. Los disidentes necesitan saber cómo protegerse contra la vigilancia. También es importante entender hasta qué punto los extremistas y otros grupos peligrosos pueden manipular las redes sociales, y cómo las empresas de tecnología pueden contribuir para que las plataformas sean más seguras. 

La cuestión fundamental es que Internet no es ni liberador ni represivo por naturaleza. Si alguna vez nos excedimos con nuestro entusiasmo en el uso de las tecnologías, parece ser que ahora vamos hacia el otro extremo. No volvamos a cometer el mismo error.

Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de SlateNew America, y Arizona State University

 

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es Future Tense Fellow, y autora de "Now I Know Who My Comrades Are".


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