Foto: Bai Xuefei/Xinhua via ZUMA Wire

Australia estaba advertida

El gobierno australiano sabía que, más temprano que tarde, la crisis de los incendios estallaría.
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Australia está en plena incandescencia, al igual que los australianos. El primer ministro conservador Scott “ScoMo” Morrison es abucheado durante sus visitas a las comunidades afectadas, en donde más de una víctima se ha negado a darle la mano. Decenas de miles asistieron a las manifestaciones que se realizaron en todo el país con la exigencia de “destituir a ScoMo”, mientras un YouTuber de gran popularidad exigió a la reina que hiciera justamente eso (técnicamente el representante de ella puede hacerlo). Un bombero voluntario, llamado Paul, se convirtió en el rostro de la indignación cuando gritó un mensaje a un equipo de periodistas desde la ventana del camión de bomberos: “¿Ustedes son de los medios? ¡Díganle al primer ministro que se vaya al diablo!”. Una de las voluntarias, compañera de Paul, completó el mensaje después de que él se colapsara debido al agotamiento: “Usted no merece gobernar”, reclamó a Morrison. “Usted sabía que esto iba a suceder, se veía venir desde hacía años”.

 

La magnitud y la gravedad de estos incendios no tiene precedentes. Más de 10 millones de hectáreas se han quemado, 14 veces el área consumida en los incendios de California en 2018. Hasta la semana pasada se había confirmado, el deceso de 26 personas y  la destrucción de más de 1,700 hogares, además de la muerte de aproximadamente mil millones de animales (que incluyen casi una tercera parte de la población de koalas en el estado de Nueva Gales del Sur). El humo de los incendios, que se puede ver desde el espacio, está cubriendo las ciudades, ocasionando que la calidad del aire rebase 11 veces el nivel de “peligroso”, y ha llegado hasta América del Sur. Los incendios se han desatado desde la primavera de 2019 en todos los estados, y se espera que continúen durante meses. Pero esta temporada de incendios no surgió de la nada: es consistente con años de tendencias, incidentes, estudios y modelos climatológicos, que un gobierno testarudo se negó a atender.

Durante más de una década, los científicos han hecho sonar la alarma, pronosticando temporadas de incendios forestales cada vez más peligrosas en los años por venir. Numerosos estudios han proyectado drásticos incrementos en el número anual de días con un alto riesgo de incendio, a pesar de que Australia ya era una de las regiones más proclives a este tipo de siniestros en el mundo. En 2008, un importante estudio independiente acerca de los efectos del cambio climático advirtió que la temporada de incendios en Australia “comenzaría antes y finalizaría un poco después y, en general, sería de mayor intensidad”, en una forma que “sería directamente observable para 2020” –palabras premonitorias que ahora tienen amplia difusión–. Su recomendación, un esquema de comercialización de emisiones, enfrentó una gran oposición proveniente del Partido Liberal, al que Morrison pertenece.

En 2009, un estudio de la CSIRO (la agencia nacional de investigación de Australia) y el Bushfire Cooperative Research Centre advirtió que la presencia de las raras condiciones climatológicas que han alimentado los incendios actuales –un sistema particular de baja presión que choca con un sistema particular de alta presión– sería cuatro veces más probable debido al calentamiento relacionado con el cambio climático que estaba pronosticado. Ese mismo año, una comisión real que trabajaba en los devastadores incendios del Sábado Negro en el estado de Victoria, los cuales mataron a 173 victorianos en un solo día de febrero, señaló que los incendios forestales solo irían en aumento. En el décimo aniversario de la tragedia, el exfuncionario victoriano responsable del medio ambiente, Scott Hamilton fue más contundente al pronosticar que el cambio climático traería consigo más Sábados Negros. Un  reporte de 2017 del Climate Council reveló que el cambio climático estaba incrementando la gravedad e intensidad de los incendios forestales, mientras que otro reporte de 2019 pronosticó que costarían a la economía australiana miles de millones en los años por venir. Hasta ahora, se espera que el costo de los actuales incendios forestales supere los 4,400 millones de dólares. El State of the Climate Report de la CSIRO para 2018 reveló que el clima de Australia se había calentado 1 grado centígrado desde 1910, y proyectó una temporada de incendios más larga en el sur y el este, la región que ahora se espera que siga en llamas durante meses.

Luego están los bomberos, que han estado suplicando asistencia. Recientemente, el diario The Sydney Morning Herald reportó, que “el centro nacional para el combate aéreo de incendios hace cuatro años exigió una flotilla nacional de aviones cisterna para enfrentar la creciente amenaza de incendios forestales, pero como respuesta recibió la determinación del gobierno federal de que la tarea correspondía a cada estado”.

Dos años después, en mayo de 2018, el centro exigió un mayores fondos para mejorar su capacidad de combate aéreo de incendios. El gobierno apenas aprobó esa solicitud la semana pasada, cuando el público estaba indignado y el fuego fuera de control. A principios de diciembre pasado, “desmoralizados” integrantes del sindicato de bomberos viajaron a la capital con la finalidad de exigir mejores recursos para la temporada por venir, junto con más acciones para enfrentar el cambio climático. En esa ocasión, Mick Tisbury, un comandante veterano con tres décadas de experiencia, advirtió sobre el empeoramiento de las condiciones señalando: “Tenemos miedo de la temporada de incendios que vamos a enfrentar”. (Esa sería la temporada de incendios que justo ahora estamos viviendo.) Como respuesta, Scott Morrison declaró que el gobierno “conocía muy bien” esas advertencias. Poco tiempo después partió a pasar unas vacaciones en Hawaii con su familia, justo cuando estalló la crisis.

Emergency Leaders for Climate Action un grupo cada vez mayor de exjefes de emergencias, también ha hecho sonar la alarma climática. El grupo ha estado exigiendo “activos nacionales para el combate de incendios” y fue el primero en solicitar una reunión con Morrison, en abril pasado. Ahora ya se dio por vencido, optando por convocar mejor a su propia reunión para enfrentar la crisis de los incendios forestales. El excomisionado para el combate de incendios en Nueva Gales del Sur, Greg Mullins, quien había estado suplicando al gobierno que pusiera atención al problema desde 2006, ha expresado su decepción porque los antiguos jefes de bomberos no fueran escuchados. “Nosotros predijimos exactamente lo que ahora está sucediendo”, dijo en una transmisión nacional en noviembre pasado. “Las medidas podrían haberse tomado hace meses para que el trabajo de los bomberos fuera más efectivo y las comunidades estuvieran más seguras”. Bushfire Survivors for Climate Action, un grupo de sobrevivientes de incendios forestales, bomberos y concejales locales, quienes han vivido en carne propia la ferocidad de la reciente temporada de incendios, han exigido en vano mayores medidas. Pero, como escribe su presidenta, Jo Dodds, nada ha cambiado. De hecho, se les ha pedido a los miembros del grupo que guarden silencio y permanezcan en calma, lo que parece un “acallamiento calculador y despiadado”.  

Durante las elecciones de mayo de 2019, Bill Shorten, quien entonces era jefe del Partido Laborista, propuso una estrategia nacional para el combate de incendios. En esta se incluía un fondo de 80 millones para conformar la flotilla nacional de aviones cisterna, la cual se pagaría al tapar huecos fiscales explotados por multinacionales y millonarios. Shorten, como se sabe, perdió esas elecciones. Pero el nuevo líder laborista, Anthony Albanese, pasó todo el mes de diciembre ayudando a los voluntarios, mientras el primer ministro partía a Hawaii. Como Albanese declaró a la cadena televisora Australian Broadcasting Corporation, “lo trágico de este acontecimiento es que es exactamente lo que los científicos pronosticaron que ocurriría”. Según se ha reportado, el primer ministro del estado de Victoria, el laborista Daniel Andrews, ha estado preparándose para estos incendios desde los acontecimientos del Sábado Negro, y a diferencia de Morrison, ha sido reconocido por su liderazgo durante la crisis.

Después de las elecciones, el Department of Home Affairs informó al gobierno que el país enfrentaría incendios forestales más frecuentes y severos como resultado del cambio climático, y que se requería de “acciones nacionales coordinadas” para reducir el riesgo. Pese a que se destinaron 130 millones de dólares para efectuar una “reducción de riesgos en casos de desastres” para los siguiente cinco años, no se implementó cambio alguno en las políticas sobre el clima.

Incluso los mismos incendios nos lo advirtieron. Empezaron prematuramente este año, antes que el verano austral mismo. Las selvas tropicales de Queensland, que por lo general son demasiado húmedas para incendiarse, ardieron por primera vez en la historia. Si las advertencias no hubieran sido suficientes, los incendios en primavera y en las selvas tropicales debieron servir de pronóstico sobre los terribles acontecimientos por venir.

Desde que el cambio climático ha sido un tema político de importancia, los australianos han sabido que estarían entre los más afectados. Como lo expresó el escritor Richard Flanagan, el país “se encuentra en el epicentro de la catástrofe climática”.  El Planning Institute of Australia, organismo nacional que representa a los planificadores urbanos y regionales, ha propuesto una estrategia nacional de asentamientos, en la que se proyecta que importantes zonas de Australia dejarán de ser habitables para los humanos, mientras que las aguas cercanas a Queensland han dejado de ser sostenibles para el Gran Arrecife de Coral. La agricultura tendrá que someterse a adaptaciones radicales. La producción pesquera, ganadera, frutal y vinícola tendrá que cambiar, y los australianos enfrentarán mayores riesgos para la salud física y mental. El gobierno de Victoria espera una mortífera onda de calor “de una vez cada 110 años”, después de la cual, en los años subsecuentes, las ondas de calor “severa” serán normales.

¿Qué hizo el conservador Partido Liberal, que se mantiene en el poder desde 2013, ante estas advertencias? Se opuso constantemente a emprender mayores acciones para enfrentar el cambio climático, destituyó a líderes del partido que apenas llegaron a considerar la posibilidad de proponer medidas más estrictas a favor del clima, y siguió adelante con la apertura de nuevas minas de carbón. El gobierno federal ha rechazado las propuestas para una declaración de emergencia climática y, en noviembre pasado amenazó con prohibir los boicots relacionados con el cambio climático, lo que suscitó la indignación de los defensores de la libertad de expresión. También ha desvirtuado los esfuerzos de la Organización de las Naciones Unidas para reducir los objetivos de emisiones de carbono y continúa insistiendo en que el país hace lo suficiente, pese a que recientemente apareció entre los países con el peor desempeño en lo relacionado con el cambio climático, nombrado la Arabia Saudita del Pacífico Sur.

Un senador del partido Verdes australiano calificó a los partidos grandes como “pirómanos” debido a los incendios, opinión que replicó el prominente caricaturista de The Guardian First Dog on the Moon. Una petición en el sitio Change.org busca que a los incendios, que hasta ahora no tienen nombre, se les llame “los incendios de Morrison”, pues sostienen que el primer ministro es responsable debido a su actuación omisa.

Pero, ¿qué podría haber hecho el gobierno? Como señalan con frecuencia los conservadores australianos, el país solo produce una pequeña fracción de las emisiones globales, y por sí solo no puede detener el calentamiento que exacerba estas condiciones (aunque no estaría mal asumir cierto liderazgo global en estos asuntos). Pero el gobierno australiano pudo haber tomado algunas medidas, por lo menos para prepararse para los siniestros, si no se empeñara tanto en esconder la cabeza en la arena cada vez más seca. En lugar de dar una respuesta adecuada a las demandas por mayores recursos, el Partido Liberal de Nueva Gales del Sur el año pasado redujo los fondos destinados al combate de incendios. (Algunos bomberos voluntarios tuvieron que reunir recursos para adquirir su propio equipo.) En lugar de enfrentar la primera amenaza de incendios, el primer ministro se limitó a dedicar algunas reflexiones y oraciones, para luego enviar saludos desde una playa de Hawaii. En lugar de prestar atención a los expertos en servicios de emergencia, el gobierno los ignoró. En lugar de tomar en serio la creciente crisis, Morrison subestimó la catástrofe, publicando tweets sobre un partido de cricket y fingiendo que el desastre no era diferente a lo usual en la temporada de incendios forestales.

No fue sino hasta que la crisis cobró dimensión, en la víspera de Año Nuevo, que el primer ministro intentó lavarse las manos en cuanto al tema de financiamiento, insistiendo en que el fondeo del combate a los incendios era una responsabilidad que correspondía a cada estado: apenas el 29 de diciembre pasado afirmó que él consideraba que el gobierno federal no tenía ninguna otra obligación que asumir al respecto. Tuvieron que pasar días de negaciones y rechazos para que el gobierno se dejara de simulaciones y ordenara el despliegue de tropas –junto con un desatinado alarde autocomplaciente de sus propios esfuerzos–. La Australian Defence Association criticó el anuncio, calificándolo de un incumplimiento de las normas apartidistas, mientras que otros reclamaron a Morrison que no hubiera consultado a los bomberos. Ahora el gobierno australiano se encuentra dedicado al control de daños, literal y metafóricamente.

A pesar de que finalmente se esforzó en enfrentar y combatir las llamas, Morrison se ha negado a reconocer y atender el cambio climático. A lo largo de la temporada, continuamente ha defendido los registros de Australia en lo relacionado con el clima y sigue rechazando cambios a las políticas de Australia en materia climática. Si bien ha admitido tentativamente que hay una relación entre los incendios y el cambio climático (contradiciendo a otros miembros de su partido), insiste en que hay otros factores en juego y rechaza que el gobierno deba intensificar sus esfuerzos. Se empeña en subestimar la crítica internacional sosteniendo que “carece de credibilidad”, califica de “imprudentes” los llamados a incrementar los objetivos de reducción de emisiones y rechaza la idea de una reunión destinada al tema de los incendios. Más que negación sobre el tema climático, se trata de una subestimación.

En retrospectiva todo es muy claro, y el 2020 ha comenzado con una amarga dosis de claridad. Australia sufre los devastadores efectos de haber pasado por alto una advertencia que, en algunos casos, continúa desdeñando. Pero no es la única. En todo el mundo hay pronósticos preocupantes acerca del futuro, ya que casi a diario surge un nuevo estudio sobre el efecto que tendría el aumento de tan solo dos grados Celsius en el planeta.

Tenemos ante nosotros un terrible ejemplo de lo que puede ocurrirle a un país que no presta atención a las alarmas que otros hacen sonar –ya sean científicos o bomberos, niños o el planeta mismo–. Tal como se vio, ignorar la crisis climática no hace que desaparezca. Es posible que Australia no haya escuchado las advertencias, pero el resto del mundo debemos escuchar las que nos corresponden. Australia se incendió, pero todos hemos sido advertidos.

 

Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de SlateNew America, y Arizona State University.

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es una escritora y productora radicada en Nueva York que cubre temas de tecnología, cultura, y todo lo que tiene que ver con Australia.


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