Bitácora alienamiento

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Entrevista con Tedi López Mills

Dueña de una de las voces mejor templadas y con más hondo registro de la poesía mexicana, Tedi López Mills (ciudad de México, 1959) recientemente fue declarada merecedora del Premio Xavier Villaurrutia 2009 por Muerte en la rúa Augusta (Almadía, 2009), libro que gracias al alto monto de su apuesta y originalidad se inscribe como uno de los poemarios más logrados de nuestro presente literario.

 

 

El premio Xavier Villaurrutia llega cuando tu trabajo como escritora se halla, sin duda, en su punto más alto. Podría considerarse Muerte en la rúa Augusta como tu libro más propositivo en cuanto a la manera de abordar el poema, pues esta vez nos presentas a manera de narración la historia del señor Gordon, un hombre jubilado que está en el umbral del desquiciamiento y debe enfrentar su inevitable caída.

Es raro que yo tenga algo que contar y supongo que la propuesta en Muerte en la rúa Augusta se inicia con eso: el privilegio de una historia. Ortodoxa, intenté escribir un cuento, pero rápidamente el cuento empezó a buscarse un poema. Y esa búsqueda marca hasta cierto punto la sensación de caminar por la cuerda floja que caracteriza al libro: como si la narración y el poema se balancearan en un hilo, amenazados.

 

Con Muerte en la rúa Augusta tu poesía parece apuntar hacia un inesperado pero muy bien definido norte respecto a tu estilo, pues a partir de la ironía exploras de una manera novedosa ciertas posibilidades de la poesía, que te permiten en este libro tratar y desarrollar, desde dentro, una situación límite: el desbarrancamiento de la conciencia. ¿Qué elementos consideraste y pusiste en juego para establecer este mecanismo escritural?

No hubo tanta deliberación ni tanta estrategia. No diré que me secuestró la inspiración, pero sí que mi voluntad se disfrazó de azar: el mecanismo escritural, como bien lo llamas tú, pareció ponerse a funcionar de modo casi accidental, a solas. Suena ominoso, pero eso es culpa del recuerdo que tiende a embozar las zonas claras y entonces algo que transcurrió día con día, de forma realista, se asemeja a un acto de magia negra.

 

Por favor háblanos un poco de la genealogía de este libro y de su relación con algún evento en particular que haya hecho las veces de detonante.

El final sucedió antes que el principio. Fue durante un viaje que hice a Lisboa en 2007. El primer día de turismo nos llevó a mí y a mis acompañantes a la célebre rúa Augusta, que desemboca en el Tajo. Íbamos bajando junto a numerosos grupos de turistas. Había uno de gente mayor, alemanes. De repente uno de ellos, un hombre de alrededor de setenta años, se desplomó muerto en los adoquines. Su mujer lloraba y un amigo la consolaba. Yo me quedé viendo la escena hasta que mis acompañantes me llamaron la atención y me echaron en cara mi morbo. Regresé del viaje con esa visión colgada en la cabeza. Me pregunté cómo habría sido la noche anterior de ese hombre que murió en plena calle. Y de ahí la historia se fue construyendo hacia atrás y complicando. El viejo se transformó en Gordon y apareció Anónimo, el alquimista de la sinrazón, el que mezcla niveles, voces, citas, y opera el pequeño milagro en la vida gris de Gordon.

 

¿Cabría la expresión bitácora del alienamiento”?

Sin duda, pero la bitácora también incluye el peregrinaje hacia una forma extraña de liberación. Como si perder la conciencia equivaliera a ganarse una porción más nítida del mundo, incluso en su vertiente trágica. Cuando concluye la bitácora, la persona ya se ha convertido en personaje.

 

En tus comentarios iniciales a tu traducción de Autobiografía de Rojo* de Anne Carson opinas que ella “cuenta una fábula inventando otra”. Partiendo de esto, ¿existe en Muerte en la rúa Augusta esa otra fábula?

El libro de Carson surge de un poema perdido de Estesícoro sobre el décimo trabajo de Heracles: la matanza del monstruo Gerión para robarse su ganado rojo. A partir de ahí crea Carson su fábula dentro de otra fábula. El origen de Muerte en la rúa Augusta es ordinario; mi ideal sería que finalmente adopte los contornos de una fábula. En todo caso, la Autobiografía… de Carson fue una referencia necesaria, aunque no la única en la invención de mi propio libro: está, por ejemplo, el linaje de los señores precarios, el Prufrock de T.S. Eliot.

 

De Cinco estaciones, tu primer libro, a tus dos libros más recientes, Parafrasear y Muerte en la rúa Augusta, parecería que tu poesía ha ido adquiriendo un carácter cada vez más introspectivo, reflexivo y curioso de los subterfugios de la razón y la conciencia. ¿Es así?

Los subterfugios son seductores. De la razón y de la conciencia no puedo decir gran cosa sin caer en una trama especulativa y creer que sé algo. Los vagos subterfugios permiten imaginar lo que no sabes.

 

Por último, ¿hacia dónde se dirige tu siguiente proyecto literario?

Hacia un volumen de ensayos: se llama “Libro de las explicaciones”. Los temas son misceláneos. El que estoy escribiendo ahora es sobre los torpes, la secta de los torpes, a la que pertenezco yo y a la que pertenece de manera fanática el protagonista de Muerte en la rúa Augusta, el señor Gordon. ~

 

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