Vida privada, juicio público

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La prensa Europea se pregunta si esto va a acabar de una vez por todas con Berlusconi (vean El País, Le Monde y el Economist): desde que su mujer le pidiera el divorcio con el argumento de que frecuenta a menores y se supiera de su amistad con la aspirante a velina Naomi Letizia, se han publicado fotos de sus fiestas en su mansión con modelos en topless y un ex primer ministro desnudo y con una erección, ha denunciado a varios medios de comunicación acusándoles de formar parte de una conjura entre la izquierda y Rupert Murdoch para acabar con él, la iglesia le ha criticado por vez primera abiertamente y ha hablado de “decadencia moral” y “emergencia ética”, en palabras del director de Familia cristiana, una revista católica. Como si esto no fuera suficiente, ayer se supo, de acuerdo con testimonios realizados ante la fiscalía de Bari, que supuestamente Gianpaolo Tarantini, un empresario amigo de Berlusconi que está siendo investigado por beneficiarse fraudulentamente de contratos estatales del sector sanitario, dio dinero a prostitutas para que asistieran a noches de “sexo y droga” en las mansiones del primer ministro. Además, se han publicado nuevas fotos de chicas en el interior del baño de la casa hechas con sus propios teléfonos móviles (lo que hace temer que se publiquen aún más y más comprometidas) y una transexual de 27 años, Manila Gorio, ha declarado que fue invitada a formar parte de una lista electoral a cambio de participar en las fiestas.

Sea todo esto cierto o no, la prensa europea, especialmente la de izquierdas, está indignada. Ahora bien –caso aparte es el consumo de droga y el posible cohecho– esa misma prensa ha olvidado por completo la razonable defensa de la separación entre lo público y lo privado que hiciera cuando estalló el caso Lewinski. Si entonces, para periódicos como El País, la vida sexual de un hombre (siempre que no entrañara delito) no podía utilizarse para enjuiciar su actividad pública, ahora muchos juzgan justificado publicar las fotos de las fiestas que un hombre organiza en su casa, con mayores de edad y con pasatiempos como comer pizza, tomar el sol y quién sabe si algo de sexo. ¿Con qué derecho? ¿Ahora sí sirve la vida sexual de un hombre, por muy excéntrica que parezca, para tratar de derribarle, a diferencia de cuando el fiscal Starr trataba de hacer caer a Clinton?

Berlusconi ha sido un mal gobernante y sin duda es un hombre grotesco que ha sumido a Italia un poco más en la grave crisis de corrupción, privilegios y mafia que arrastra desde hace décadas. Esas son las razones por las que alguien debería ser capaz de ganarle en unas elecciones –y, naturalmente, si se demostrara el tráfico de drogas y de influencias, es imperativo enjuiciarlo–, y no únicamente por su afición a las mujeres hermosas y jóvenes. Y los periódicos que han publicado las fotos, tal vez también deberían preguntarse qué les diferencia ahora de las revistas que tratan de robar fotos de celebridades en topless.

– Ramón González Férriz

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(Barcelona, 1977) es editor de Letras Libres España.


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