Una hora extra

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Venía del correo en Montparnasse y corté camino por el parque hacia Saint Michel. Ante la fuente de los caballos vi a la estúpida gringa dándole trozos de su panini a una parvada de palomas, y luego rebasé a la viejita que se balanceaba jalando la correa de su imbécil faldero. Ahora se verá por qué la gringa era estúpida y el faldero era imbécil.

Como la baby sitter (así se dice en francés) es rigurosa con los horarios y terminaba a las trece horas, yo me apresuraba bajo el techo de árboles cuadrados. Fue entonces cuando vi, o más bien sentí venir, a la idiota paloma (más bien una colombe, una de esas gordas color pastel, nalgonas y pagadas de sí mismas, que son como las burguesas del mundo de las palomas), y el brusco movimiento por esquivarnos mutuamente culminó en que voló contra la viejita y le dio en la cara y ambas cayeron espectacularmente por tierra.

La viejita yacía de espaldas entre el despojo de sus lentes, su sombrerito y su gran bolsa, mientras el perrito daba unos brincos de resorte, ladrándole ferozmente a la paloma y luego a mí, que me acerqué a otorgar la dosis de rituales palmaditas a la mano vidriosa de la anciana y a decirle madame madame, pobre, ahí toda tirada, tan pequeña y frágil y sonrosada, para confortarla y para que quedase constancia de que la ayudaba, porque aquí hay una ley estricta que ordena ayudar a quienes se encuentran en peligro, y en eso estaba cuando me dio la primera mordida, con una agilidad depredadora, el perrito hijo de su chingada madre.

No estaba desmayada, pero sí muy aturdida, y miraba sin entender y tenía en la mejilla de papel de china un ojalito rojo en forma de pico que sangraba un poco, aunque menos que mi mano. La estúpida gringa se acercó haciendo ohmygod ohmygod y luego se fue corriendo gritando help help sin pensar que todo esto era por su culpa, por alimentar palomas que se mandan mensajes telepáticos (gringa dando panini gringa dando panini) y se ponen como locas y se dejan venir en bola. ¿Qué hacer? Madame madame y (pregunta idiota número uno) ¿se siente mal, madame? y le toco el hombro y el pinche perro ataca de nuevo y la mano me sangra bastante y calculo que ya me mordió una vena y moriré en París con aguacero. ¿Le ayudaré a pararse, o qué? ¿La llevo a esa banca? ¿Traigo agua de la fuente? Pero no, no hay que mover heridos, y entonces se desmaya, o qué, y madame madame y (pregunta idiota número dos) ¿ya se desmayó, madame?

La estúpida paloma logra erguirse y cojea hacia la fuente; la viejita abre los ojos y masculla algo y procura enderezarse. Entonces se acerca agitadamente una pareja de ancianos y les pregunto ¿qué hacer? pero la anciana ve sangre en mi mano y en la cara de su colega y me mira con odio y yo pienso ohmygod y, claro, la cabrona suelta el bastonazo y grita ¡al ladrón, al ladrón! y su marido (o amasio) la mira con fascinación tarada.

Y el reloj dice las trece y siete y la baby sitter estará furiosa, y entonces escucho el silbato de los policías y los veo acercarse corriendo con la estúpida gringa detrás y la chismosa me señala y dice ¡al ladrón! y el policía bretón colorado pregunta ¿qué pasa aquí? y su pareja se acuclilla junto a la viejita que por fin logra sentarse y la chismosa me acusa de asesino y yo sonrío exculpatorio y digo mais non, mais non, fue una paloma que... Y el bretón se instala en Maigret y pregunta ¿ah, sí, y cuál paloma? y me toma del brazo ohmygod y ordena a su pareja pedir refuerzos y pregunta si hay testigos a la cada vez más gente, y la chismosa chilla que yo atacaba a la viejita y señala mi mano ensangrentada y yo hago el oh la laaaa que denota fastidio, y el bretón pregunta qué hacen los anteojos en mi mano y hago por buscar el celular para llamar a la baby sitter y el policía grita deténgase y levanta su macana ohmygod y mete la mano a mi bolsa y saca el celular como si fuera una bomba, y la gente conduce a la viejita a la banca, y entonces veo a la estúpida paloma al qaeda picoteando el panini en la fuente y la señalo y digo ¡ahí está la paloma, ahí está! pero el flic me aprieta el brazo y pide papeles y los ve y, claro, que qué hago en Francia, y yo, que invitado por La Sorbona, y la chismosa grita feliz ah, un métèque!, hija de su chingada madre, y me pregunto si llegó el momento de llamar al consulado.

Y cuando se escuchan las sirenas tiiiiru tiiiiru y la chismosa explica a quien se acerca que ese métèque violó a esa dama y todos murmuran y me miran y la estúpida gringa asiente aunque no entiende una palabra y alguien levanta la bolsa de la viejita y se le salen una caja de chocolates y una revista de chicos encuerados y todos voltean a ver a la viejita y murmuran más, y llegan otros policías y cuando pienso que consumatum est se escucha una voz, una voz enérgica y potente, es la viejita que exige sus lentes y su bolsa y se pone de pie y se sacude el polvo y guarda su revista de encuerados y jala la correa del faldero y le grita muy muy muy enojada al policía que ¡esas putas palomas de mierda son un peligro para la república!

La baby sitter cobró una hora extra: diez euros. ~

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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