Un millón 279 mil 999 calumnias

Un encuentro fortuirto en conocida feria de libro lleva a analizar la propagación de una calumnia. 
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Me topé entre los stands de la Feria del Libro de Guadalajara con un relativo amigo de hace años a quien llamaré Menchaca. Al medio minuto de charla, Menchaca ya me había acusado de estar “vendido” a los intereses “más inconfesables”. (No supe si deveras lo cree, o si sólo quería impresionar a una gordita que iba con él, o las dos cosas.)

Era curioso que a M., que siempre ha sido bastante borracho se le llenara la boca de satisfecha espuma cada vez que decía que uno de quienes me han “comprado” es el presidente Calderón, a quien trataba, una y otra vez, de “pinche borracho”. Esto parecía llenar de oronda satisfacción su alma mesurada.

Seguí mi camino y ya, y recordé una historia de la que me enteré hacía poco en una columna de Luis González de Alba en el diario Milenio.

Narraba Luis que el periodista Federico Arreola, consejero del “presidente legítimo de México”, Andrés Manuel López Obrador, escribió esto:

Acepto que fui el que inició el rumor del alcoholismo de Felipe Calderón. Lo hice en 2006, en el programa radiofónico de Joaquín López-Dóriga, después de que Calderón me calumnió miserablemente. A una mentira respondí con otra.

Yo ignoraba esta confesión que el periodista Arreola publicó aquí donde continúa y detalla una confesión previa, que apareció acá,donde explica cómo y por qué lanzó su calumnia, así como su conclusión: 

A partir de eso, se hizo el chisme y ahora hasta Noroña repite, tan irresponsablemente como yo, esa calumnia.

El periodista Arreola se refería a que el legislador Noroña exhibió en la cámara de diputados una manta en la que acusaba de borracho al presidente.

A raíz del asunto de la manta, la periodista Carmen Aristegui preguntó en su programa de radio si sería cierto que el presidente era alcohólico. La pregunta, aun al presentarse como tal, difundía la acusación. La periodista Aristegui opinó: 

Debería realmente la propia Presidencia de la República dar una respuesta clara, nítida, formal al respecto. No hay nada de ofensivo –me parece– cuando alguien, si es que fuera el caso, atravesara por un problema de esta naturaleza (…)¿Tiene o no Felipe Calderón problemas de alcoholismo? Esto merece, insisto, una respuesta seria, formal y oficial de la propia Presidencia de la República.

Lo desconcertante es que si el Sr. Arreola se había declarado públicamente autor de la calumnia el 29 de octubre de 2010, cuatro meses más tarde, en febrero de 2011, el legislador Noroña la llevase a la tribuna y la periodista Aristegui le diera valor noticioso.

Es decir, que la respuesta clara, nítida, formal y seria se había difundido cuatro meses antes. La pregunta, así, debería haber estado dirigida al Sr. Arreola: ¿Por qué calumnió usted al presidente? Y al legislador Noroña: ¿Por qué divulga usted como un hecho algo que ya fue reconocido como calumnioso por el propio autor de la calumnia?

Pero en vez de pedir explicaciones a los calumniadores, la periodista le exigió respuestas al calumniado. Es tan extraño como preguntarle a un atropellado por qué abolló la defensa del auto que lo atropelló.    

Luego el asunto aumentó de peso: la empresa radiodifusora MVS cesó a la periodista por transgredir su “código ético” y por negarse a leer una disculpa pública. Se armó un alboroto por lo que se asumió como un atentado a la libertad de información. La Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMADI), por boca de su presidente, Sr. Raúl Trejo Delarbre, se pronunció en el sentido de que la opinión de la periodista “puede ser una opinión debatible, pero fue manifestada en ejercicio de la libertad de expresión”. Dados los antecedentes públicos del caso, más que una “opinión debatible”, era una información calumniosa. (La empresa terminó por reinstalar en su cargo a la periodista.)

Bueno, el asunto es que después del periodista Arreola, inventor de la calumnia, del legislador Noroña, que la llevó a la “más alta tribuna” de la Patria, y de la periodista Aristegui, que la trató como noticia, la calumnia se convirtió en “verdad” y fue repetida en privado, en público, en la radio, en la tele, en la prensa y en la internet y en todo lugar.

El resultado es que, a cinco años de que la calumnia fue lanzada, si se escribe en google el nombre de Felipe Calderón, y se agregan las palabras “presidente” y “alcohólico”, el buscador arroja un millón 370 mil resultados (sólo en español; en inglés hay el doble).

No está mal para calumnia.

En cambio, si se escribe el nombre de Federico Arreola, y se agregan las palabras Felipe Calderón, calumnia y alcoholismo (es decir, la confesión de haber hecho la calumnia), sólo hay 4 mil 840 resultados.

Hasta ahí la búsqueda de la verdad “clara, nítida, formal y seria”

Debería haberle dicho a Menchaca, tan culto, lo que leí en un libro:

Hay un principio –verdadero en sí mismo— que dice que una gran mentira siempre incluye su credulidad, puesto que a las grandes masas de una nación es más sencillo corromperlas apelando a los estratos profundos de su naturaleza emocional que a su conciencia o a su voluntad. La simpleza primitiva de sus mentes las hace propensas más a ser víctimas de una gran mentira que de una mentira pequeña, pues ellas mismas suelen decir pequeñas mentiras sobre pequeños asuntos, pero les avergonzaría recurrir a mentiras de gran escala…

(No recuerdo al autor, pero sí su título: Mein Kampf.)

Y le habría dicho a Menchaca que, antes de que abriera su grifo de saliva y bilis, no se trataba de “defender” al presidente, sino de criticar el uso político de la calumnia, en especial de las que agravian la intimidad de las personas y sus familias. Y también de lamentar que esa táctica encuentre practicantes entre quienes usurpan la bandera de la izquierda.

Defender al presidente… 

¿Habrá quien diga que lo “defendió” el Lic. López Obrador cuando censuró el comportamiento de Noroña? Sí, en tanto que le dio un coscorroncito al señalar aquí que “no nos parece, no debemos hacerlo nosotros porque eso es meterse en la intimidad, en la vida privada de las personas”. De acuerdo con el Lic. López Obrador, la manta que mostró su diputado Noroña “tendría que haber puesto que Calderón es un usurpador. Eso sí, borracho no, pero usurpador sí, porque se robó la presidencia de la república”.

Por otro lado, hasta donde sé, el Lic. López Obrador nunca reconvino a su consejero, el Sr. Arreola, por haber lanzado la calumnia.   

En fin,  justitia omnibus…

Dentro de todo, lo bueno es que, como se vió en las páginas citadas arriba, el periodista Arreola ofreció disculpas al presidente por haber confeccionado y lanzado la calumnia (aunque su conciencia se haya tardado en funcionar los mismos cuatro años en que su calumnia reclutó Menchacas).

Lo malo es que los otros (y las otras) un millón 279 mil 999 personas que cita google no hayan ofrecido disculpas por repetir esa calumnia, divulgarla y fortalecerla (Menchaca incluido). 

¿Qué remedio? El calumniado siempre lo es dos veces: primero por quien lanza la calumnia y, después, por quien la cree (Herodoto scripsit). 

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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